"Su historia la convirtió en un gran personaje del mundo real", asegura Marcel Barrena, director de 'El 47' Carme Vilà, de Torre Baró al Premio Gaudí: la monja que cambió la vida de los más pobres
“Cuando iba, ayudaba a los pobres de este barrio, enseñándoles el catalán, pese a hacerlo en un contexto franquista”, añade Barrena, que ha acabado reproduciendo en la obra una figura que, “respeto a la su versión original, no presenta grandes variaciones”. “Una diferencia es que Carme nunca llevaba el hábito”
"Manolo Vital no era declaradamente religioso, pero el espíritu de ayuda que tenía le convertía en un hombre que desprendía lo más bonito de las religiones"
| Xavier Pete, Agencia Flama
Las dos mujeres que aparecen en la fotografía que encabeza este artículo son la misma persona, la monja Carme Vila Olivé (1914-2010). Mientras que la de la izquierda es la verídica, la de la derecha es ella misma interpretada por la actriz Clara Segura en la película El 47, del director Marcel Barrena y con la que logró el pasado fin de semana el Premio Gaudí a mejor actriz secundaria. El eje que guía a Carme en este largometraje es el de ser la muleta de un conductor de autocares, Manolo Vital, que secuestró uno de ellos reivindicando un medio de transporte público para los vecinos del barrio de Torre Baró, de Barcelona.
“Su historia la convirtió en un gran personaje del mundo real“, asevera el cineasta catalán sobre una religiosa que, “no exenta de contradicciones para colgar los hábitos a causa de una fuerte convicción de amor por el extremeño Manolo Vital, su marido hasta sus muertes [en el 2010, con pocos meses de diferencia]”, nunca abandonó la fe cristiana. Así se pone de relieve por parte de todas aquellas personas que la conocieron, sobre todo en los barrios periféricos que emergieron a Barcelona durante la segunda mitad del siglo XX.
Una de ellas es su sobrino, el escritor Salvador Balcells, para el que la hermana pequeña de su madre "fue una religiosa que, desde la comunidad de monjas del barrio de Vallbona, donde residió antes de conocer a Manolo en el barrio de Torre Baró, manifestó una clara voluntad de ayudar a aquellas comunidades más vulnerables que emigraban a la capital catalana", revela, tal y como aparece en el filme.
"Cuando iba, ayudaba a los pobres de este barrio, enseñándoles el catalán, pese a hacerlo en un contexto franquista", añade Barrena, que ha acabado reproduciendo en la obra una figura que, "respecto a la su versión original, no presenta grandes variaciones". "Una diferencia es que Carme nunca llevaba el hábito, ya que no fue exactamente una religiosa, sino un seglar que ayudaba a las monjas", remacha Balcells.
Acciones clandestinas en tiempo de Franco
El 47 arranca en los primeros años de la llegada de migrantes al barrio de Torre Baró, a inicios de 1950, y concluye con los acontecimientos que se produjeron en la década de 1970, en los que la religiosa ya aparece como mujer de Vital y madre no biológica de su hija, "aunque Manolo fue padre de un hijo", como recuerda Balcells. "Manolo Vital no era declaradamente religioso, pero el espíritu de ayuda que tenía le convertía en un hombre que desprendía lo más bonito de las religiones", manifiesta Marcel Barrena.
En este sentido, tanto Vital como Vilà “participaron en las luchas antifascistas de los años sesenta y setenta en la ciudad”, como recuerda Balcells, quien participó en una acción clandestina animado por Carme Vila y el cantante y folclorista Jaume Arnella, en el que se repartió propaganda contraria al régimen de Franco en el barrio de Ciutat Meridiana, iniciado en 1963. “Salimos de madrugada para pasar desapercibidos”, recuerda el sobrino antes de reconocer, sin embargo, que “esta vertiente de ella no se refleja en la película”. Por su parte, Manolo Vital impulsó las clandestinas Comisiones Obreras, y en 1970 había fundado y presidido la primera Asociación de Vecinos de Nou Barris, que incluía los barrios de Vallbona, Torre Baró y Trinitat.
Al morir Carmen, no se celebró ningún funeral “porque había dado su cuerpo a la ciencia”, sentencia Balcells. Sin embargo, Torre Baró le hizo un homenaje días después. “Allí es donde hay que seguir recordándola —sentencia Barrena—, y donde, si finalmente se le quiere poner el nombre de una plaza a Manolo, también debe figurar el de Carme, la mujer que puso su grano de arena para hacer crecer una comunidad”.
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