Evolución histórico-artística de la Epifanía del Señor, o 'manifestación' a los poderosos de la Tierra El viaje iconográfico de los Tres Reyes Magos
Dentro del ciclo de la Navidad, en iconografía se conoce la Adoración de los Reyes Magos también con el nombre de Epifanía. Lo que en el acervo popular se trata de la visita de los Tres Reyes Magos a Cristo Niño, en la etimología viene de Grecia
En lengua persa la palabra mago resultaba polivalente, aludiendo a la vez a la condición de sacerdote y erudito
En la Edad Media, desde el arte románico el ciclo iconográfico de la Epifanía se fue volviendo más complejo, abarrotando retablos: no aparece solamente la Adoración al Niño, sino la Estrella (que anuncia el Nacimiento), la visita a Herodes o el sueño de los Reyes Magos
Aunque el desfile, vigente en la actualidad, arrojando caramelos a los niños no se popularizó hasta el siglo XIX, ya en el XV la Epifanía pasó a representarse como una cabalgata de Reyes
En la Edad Media, desde el arte románico el ciclo iconográfico de la Epifanía se fue volviendo más complejo, abarrotando retablos: no aparece solamente la Adoración al Niño, sino la Estrella (que anuncia el Nacimiento), la visita a Herodes o el sueño de los Reyes Magos
Aunque el desfile, vigente en la actualidad, arrojando caramelos a los niños no se popularizó hasta el siglo XIX, ya en el XV la Epifanía pasó a representarse como una cabalgata de Reyes
Dentro del ciclo de la Navidad, en iconografía se conoce la Adoración de los Reyes Magos también con el nombre de Epifanía. Lo que en el acervo popular se trata de la visita de los Tres Reyes Magos a Cristo Niño, en la etimología viene de Grecia (epipháneia) y significa “manifestación”. La de Jesús a los poderosos de la Tierra, representados por tres reyes que, dependiendo del momento histórico y las convenciones artísticas, no siempre han sido ni tres ni reyes. Pero que, en cualquier caso, se han convertido en los participantes más esperados de la celebración de la venida de Jesucristo. Quien antes se había presentado, recién nacido en un portal, a las clases populares (los pastores de Belén).
Del mismo modo que la iconografía de la Natividad, la representación de la Epifanía tuvo su origen en los evangelios (el de Mateo), los apócrifos y otros textos posteriores, como la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine. En los que los artistas tomaban referencias y desde los que fueron estandarizando, con el paso de los siglos, la imagen de unos Reyes oferentes y la Virgen y el Niño ofrendados. Reyes Magos, porque en lengua persa la palabra mago resultaba polivalente, aludiendo a la vez a la condición de sacerdote y erudito; una suerte de sabio o astrólogo.
Primeras expresiones artísticas del cristianismo
De las catacumbas de Priscila, del siglo II, al sarcófago de Layos, del siglo IV, el arte paleocristiano reflejó por primera vez en la historia el tema de la llegada de los Reyes Magos al portal de Belén, portando dádivas para el Niño Dios. A continuación, en la Alta Edad Media, fueron los artistas bizantinos (siglo VI) quienes se hundieron en las profundidades de la Epifanía. Un ejemplo espectacular es el mosaico de los Reyes Magos en San Apolinar el Nuevo, en Rávena. En él, los Magos llevan sus presentes (pronto la convención será que, respectivamente, le brinden oro, incienso y mirra) dentro de vajillas de plata, prueba del lujo también de su contenido. A este respecto, con la evolución histórico-artística los contenedores de los regalos de los Magos se van a ir volviendo más ostentosos. Si Durero, en el Renacimiento, pone en manos de los tres Reyes cálices de oro, Rubens, en el Barroco, directamente les pinta con espléndidas arquetas de orfebrería en su haber.
Volviendo a la Edad Media, desde el arte románico el ciclo iconográfico de la Epifanía se fue volviendo más complejo, abarrotando retablos: no aparece solamente la Adoración de los Magos, sino la Estrella (que anuncia el Nacimiento), la visita de los Magos a Herodes, o el sueño que tuvieron y evitó, advirtiéndoles de que cambiasen el camino de regreso a Oriente, que se topasen de nuevo con Herodes (quien estaría buscando al Mesías, ordenando la Matanza de los Inocentes...).
Durante el Medievo se asentó, además, la celebración del Día de Reyes el 6 de enero, trece días (como había señalado San Agustín) después del Nacimiento del Señor. Si en el S. XII se trasladaron a la catedral de Colonia los supuestos cuerpos de los Reyes Magos (la autenticidad de estas reliquias es tan dudosa como la de cualesquiera otras), en el siglo XIII, en la gruta de la Natividad en Greccio, San Francisco de Asís recreaba el pesebre con animales reales, pero no la escena de los Reyes Magos. Demasiado esplendorosa para el espíritu franciscano. Pero en el siglo siguiente (el Trecento italiano), Giotto sí que la incluiría en sus increíbles frescos.
Los Reyes en el Renacimiento: riquezas exóticas
Aunque el desfile, vigente en la actualidad, arrojando caramelos a los niños no se popularizó hasta el siglo XIX, ya en el XV la Epifanía pasó a representarse como una cabalgata de Reyes que, en carroza o a lomos de caballos, camellos, dromedarios... acudían a conocer al Salvador acompañados por pajes. En el caso, por ejemplo, de la famosa Cabalgata de los Reyes Magos de Benozzo Gozzoli (epifanía del poder mediceo), los acompañantes reales son todo un séquito, que procesiona hasta Jesús. Coincidiendo en el tiempo con la difusión del tradicional belén doméstico ya complejo, que integraba la fastuosidad de los atuendos reales y su correspondiente comitiva, acarreando tesoros de tierras lejanas, entre los que no faltaban el oro y las especias.
En este período histórico se producen cambios iconográficos en el Niño (que abandona su cunita para recibir a los Reyes erguido, sostenido por María), así como en el tercer Rey: Baltasar se torna negro. Esto se debe a que, con los portugueses circunnavegando África, el viejo continente interioriza que en el mundo hay tres razas: la blanca (desde entonces, la encarnará Melchor, el Rey europeo), la amarilla (el Rey Gaspar, procedente de Asia) y la negra (Baltasar representando África). Igualmente, los tres Reyes se consolidan en el imaginario artístico como las tres edades del hombre: se tenderá a plasmar a Melchor como un anciano (de barba blanca), a Gaspar en la edad adulta y a un Baltasar joven.
Baltasar se torna negro en el S. XV. Esto se debe a que, con los portugueses circunnavegando África, el viejo continente interioriza que en el mundo hay tres razas
Pero tal vez lo más relevante sea que, en la época de los grandes descubrimientos, como el Nuevo Mundo americano, el hombre moderno empezó a identificar a los Magos como viajeros y portadores de riquezas extranjeras, en concordancia con las ansias de exploración y la maduración de aventuras de los renacentistas.
Por otra parte, los mandatarios de la época se retratarán como Reyes Magos, en el sentido del caballero cristiano que busca a Cristo. Un gracioso ejemplo es el grupo escultórico atribuido a Hans Thoman en el que, en madera policromada, el emperador Maximiliano I y su hijo Felipe el Hermoso prestan su cara a dos de los tres Reyes Magos.
La Impronta de Trento
Por último, en el Barroco pesó más el afán de persuadir a través del arte religioso del Concilio de Trento que la autorreivindicación de las monarquías absolutistas. Los artistas, en lugar de exaltar los atributos regios de los Magos de Oriente, prescinden de coronas y capas en la mayoría de los casos.
Además de la célebre aportación de Rubens a la iconografía de la Epifanía, destaca la Adoración de los Reyes Magos de Maíno, con el Niño (que no sujeta la espalda por sí mismo, lo que le otorga realismo al cuadro) sobre las piernas de la Virgen María, que a su vez se sienta en una piedra de obvio simbolismo religioso. Sin embargo, el gran Velázquez preferirá abordar el tema sin excentricidades. Sus Magos llevan la vestimenta de la nobleza castellana de la época y sus dones no se han subrayado visualmente. Tampoco se ven sus coronas, y en cambio una zarza en primer plano prefigura la corona que ceñirá Cristo en la Pasión: la de espinas. El bebé, por su lado, se comparte con los visitantes sentado en el mejor trono: el regazo de una madre, de humilde mirada campesina.
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