“Aquello por lo que Dios se interesa en el hombre y en la mujer es todo, en cuanto realización positiva de su ser...” Domingo 27º TO (04.10.2020): respetar al Hijo, “unido con todo ser humano”

Los dirigentes (“sacerdotes y ancianos”) no respetan al Hijo

Comentario: “tendrán respeto a mi hijo” (Mt 21, 33-43)

La introducción evangélica (“en el aquel tiempo, dijo Jesús a los sacerdotes y ancianos del pueblo”) nos sitúa en el diálogo del domingo pasado entre Jesús y los dirigentes de su pueblo. La parábola de los viñadores homicidas es otra reacción de Jesús a los dirigentes que se creen dueños de la viña e imponen sus leyes egoístas. La viña es metáfora bíblica del pueblo de Israel (Is 5, 1ss; Jer 2,21; Ez 15,1ss; Os 10, 1). El texto de Isaías, leído en parte hoy (5, 1-7), es un magnífico “canto de amor de amigo”. Isaías, “amigo de Dios” canta al amor de Dios al Pueblo, su viña. La parábola evangélica prolonga la alegoría con los dirigentes de Israel. Los profetas, enviados del Padre a buscar frutos de “justicia y derecho”, son apartados habitualmente, acosados a veces, incluso eliminados. Las primeras comunidades ven cumplida la parábola en Jesús, Hijo de Dios, “sacado fuera de la viña y matado” (v. 39).  

Como Isaías, pide a los oyentes que juzguen: “cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”. Ahí tienen su propia condena: “arrendará la viña a otros labradores que entreguen los frutos a sus tiempos”. La contestación de Jesús interpreta el Salmo 118, 22-23: “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular...”. Rotundamente les dice: “se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos” (21, 43). La viña, pues, no se dará a “otros dirigentes”, sino a un “pueblo que produzca frutos” (v. 43).

Esta situación se repite en la historia de la Iglesia. Los dirigentes eclesiales no han estado siempre a la altura del amor del Padre. Creyéndose propietarios de la viña, se hacen llamar más que señores (“monseñores, excelencias, eminencias, santidades, beatitudes...), se autoeligen para perpetuarse y vivir de la institución. Cercenan la libertad y se guarecen con leyes a su medida. Excomulgan a quienes no cumplen sus leyes, marginan al crítico de su hipocresía como desafecto de la Iglesia, forman una casta, exigen y priman vestimentas clericales, exhiben títulos no evangélicos... El sistema clerical, sus leyes, ritos, teología “complaciente”, “acepción de personas”... dificultan la justicia del Evangelio, la comunidad adulta, “linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios para anunciar las proezas del que nos llamó de las tinieblas a la luz” (1Pe 2,9).

Como aquellos “sacerdotes y ancianos”, no respetan al Hijo, “unido con todo ser humano” (GS 22). No respetan a quienes viven más como Jesús: quienes respetan todos los carismas, quienes exigen a la Iglesia respetar los derechos humanos, quienes construyen comunidades adultas (donde “todos son uno en Cristo Jesús” -Gál 3, 28- y “lo que afecta a todos ha de ser tratado y aprobado por todos"), quienes tienen un trabajo civil para no gravar a la comunidad, quienes no exigen cargas prescindibles...

Oración: “tendrán respeto a mi hijo”. (Mt 21, 33-43)

Esta parábola, Jesúshermano:

nos lleva a contemplar al Padre trabajando;

plantando nuestra vida (primera gracia, primer don);

rodeándola con su amor incondicional, gratuito;

construyendo nuestra conciencia atenta y esperanzada;

entregándonos a nuestra libertad, dueña de nuestra vida;

poniendo “su gloria en nuestra vida humana” (San Ireneo);

enviándote a ti, el Hijo, a vivir en “justicia y derecho”;

derramando su Espíritu para inspirarnos tu camino.

“La gloria de Dios... está... en la vida humana:

se trata de un interés infinitamente transitivo,

por estar infinitamente libre de todo egoísmo...

Aquello por lo que Dios se interesa en el hombre y en la mujer

es todo,en cuanto realización positiva de su ser...

Dios no es, en efecto, nada religioso, porque,

si la religión es pensar en Dios y servir a Dios,

el Abbáde Jesús no piensa en sí mismo ni busca ser servido.

Él piensa en nosotros y busca exclusivamente nuestro bien:

no quiere siervos ni desea incensarios que proclamen su gloria.

Nos busca a nosotros, desea nuestra existencia y nuestra felicidad.

Por eso, Dios no ha creado hombres y mujeres religiosos,

sino, simple y llanamente, hombres y mujeres humanos...”

(A. T. Queiruga: Recuperar la creación. Sal Terrae. Santander 1997, p. 74).

Como los arrendatarios, pervertimos nuestra existencia:

- negamos que la vida sea don del cielo;

- abrazamos el egoísmo y la violencia como fuentes de vida;

- ahogamos el Espíritu de amor con hostilidades y avaricias;

- la conciencia, infectada de egoísmo y soberbia, no escucha el Amor;

- sacrificamos la vida a ídolos y banalidades a nuestra medida;

- confundimos “la gloria de Dios” con nuestra imaginación religiosa:

“pensando que a Dios sólo le interesa

lo directamente relacionado con lo sagrado.

Lo demás sería literalmente profano,delante y fuera del templo:

distracción neutra, en el mejor de los casos; o pecado, en el peor... 

Es la reducción de la espiritualidad

a un espiritualismo desencarnado y abstracto,

alejado de la vida real y ajeno al cuerpo.

Como si la espiritualidad remitiese a la otra vida

y no llamase, más bien, a vivir a fondo esta vida,

con la máxima calidad, en todas y cada una de sus dimensiones:

corporales y anímicas, individuales y comunitarias,

en su fugacidad y en su permanencia.

Aquí, sí, se incluye la maravilla yavivida de esa otra vida,

porque ésta es ya vida eterna” (A. Torres Queiruga: o.c. p. 72).

Ayúdanos, Jesús de la viña, a sentirnos pueblo tuyo:

-a recibir tus dones, tus palabras, tus cuidados, tu amor;

-a adorar al Padre “en espíritu y en verdad”, en la vida real;

-a luchar contra el hambre, la enfermedad, la marginación...;

-a vivir el “no ha de ser así entre vosotros,

sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros,

será vuestro servidor...” (Mc 10,35-45);

-a ser hermanos: “no os dejéis llamar ‘Rabbí’,

porque uno solo es vuestro maestro;

y vosotros sois todos hermanos.

Y no llaméis padre vuestroa nadie en la tierra,

porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo..” (Mt 23,8-12).

Preces de los Fieles (D. 27º TO 04.10.2020)

En la Iglesia necesitamos todos respetar al Hijo, “unido con todo ser humano” (GS 22). Pidamos esta gracia diciendo: “tendrán respeto a mi Hijo”.

Por la Iglesia:

- que sepa crear comunidades vivas, adultas, responsables;

- que encuentre “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.

Roguemos al Señor: “tendrán respeto a mi Hijo”.

Por las intenciones del Papa (octubre 2020):

- que “la misión de los laicos en la Iglesia” sea real, respetada, fraterna;

- que “las mujeres, participen más en las instancias de responsabilidad de la Iglesia”.

Roguemos al Señor: “tendrán respeto a mi Hijo”.

Por quienes “trabajancuidando de nosotros por el Señor (1Tes 5,12):

- que “escuchen a todos y no sólo a quienes les acaricien los oídos”;

- que “las estructuras de la Iglesia... escuchen el llamado a la conversión”.

Roguemos al Señor: “tendrán respeto a mi Hijo”.

Por la renovación de la Iglesia:

- que volvamos a “al Evangelio que da sentido, hermosura y atractivo”;

- que “seamos viva comunión y participación, orientados a la misión”.

Roguemos al Señor: “tendrán respeto a mi Hijo”.

Por los más débiles:

- que cuidemos “sobre todo a los pobres y enfermos”;

- que atendamos antes a quienes “no tienen con qué recompensarnos”.

Roguemos al Señor: “tendrán respeto a mi Hijo”.

Por esta celebración:

- que nos anime a renovar la Iglesia desde dentro;

- que nos ayude a crecer en amor a los hermanos.

Roguemos al Señor: “tendrán respeto a mi Hijo”.

Bendice, Señor, este encuentro contigo, el Hijo, y con los hermanos. Nos sentimos tu viña, cuidada por tu Amor, que nos acompaña por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, 4 de octubre de 2020

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