En el siglo XVI, Lutero pedía lengua vulgar en liturgia, el cáliz para los laicos y el matrimonio libre para los presbíteros. Una Iglesia participativa ¿hubiera tardado 450 años en conceder sólo las dos primeras peticiones? SANTIAGO, APÓSTOL (25.07.2020): Amor y servicio son la autoridad cristiana
| Rufo González
Comentario: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor” (Mt 20, 20-28)
La petición de primeros puestos por parte de la madre de dos discípulos y la reacción de los otros, demuestran que ninguno ha entendido a Jesús. Los reúne y les plantea el cambio de perspectiva. La comparación con los gobernantes refleja gráficamente que la autoridad en sus comunidades no es poder de sumisión, fruto de imposición tiránica o absolutista. Remite a su pasión: servir y dar vida antes que tiranizar y oprimir, dejarse matar antes que matar, “haced el bien a quienes os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian, a quien te pide, dale... (Mt 5,38-48; Lc 6,27-36). . “Grande” en Cristo es “el que sirve y se hace esclavo de todos”. Como Jesús que “da su vida en rescate por muchos” (Mt 20,26-28).
Los cristianos deben inspirar sus normas comunitarias en este texto. Así puede verse en algunas disposiciones de las primeras comunidades. “Propusieron dos... Y rezando dijeron: `Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál delos dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado...´ Les repartieron suertes, le tocóa Matías, y lo asociaron a los once apóstoles” (He 1, 23-26). “Escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría” (He 6, 3). “Que se ordene como obispo a aquel que, siendo irreprochable, haya sido elegido por todo el pueblo” (Tradición Apostólica, de Hipólito, s. III).
No hemos sabido mantener las normas primitivas, “inventos” cristianos inspirados en la vida de Jesús. La religión y el poder político, abrazados, pervirtieron el evangelio. Constantino ofreció a los obispos de Nicea, para clausurar el concilio, un banquete. Dicho banquete fue visto por aquellos obispos como la “imagen del reino de Cristo” en la tierra (Eusebio, “Vit. Const. III, 15, 21). El Evangelio servía de apoyo y legitimación del régimen establecido. Los emperadores, dando a los obispos títulos y favores, son reconocidos como “amigos de Dios” (Eusebio, “Hist. Ecl., X, 9). Los primeros concilios ecuménicos, en los que fue concretado el “Credo” de la Iglesia, son convocados y presididos por los emperadores: Nicea (a. 325), por Constantino; I de Constantinopla (a. 381), por Teodosio I; Éfeso (a. 431), por Teodosio II y Calcedonia (a. 451), por Marciano. La servidumbre interesada para obtener privilegios sustituyó a la libertad profética del Evangelio. Y lo peor es que sigue la idea de que privilegiar a la Iglesia es camino para mantener el poder.
“Lo que concierne a todos, debe ser tratado y aprobado por todos” era un principio eclesial vigente en el primer milenio, marginado a partir del absolutismo papal. Sobre todo desde Gregorio VII, que con su “Dictatus Papae” en 1075, sentó las tres bases absolutistas: El Papa es señor absoluto de la Iglesia, por encima de fieles, clérigos, obispos, Iglesias locales, regionales y nacionales, y de los concilios. El Papa es señor supremo del mundo, todos le deben sometimiento incluidos los príncipes, los reyes y el propio emperador. La Iglesia romana no erró ni errará jamás. Llega al colmo de defender que “sólo el Papa tiene derecho a que le besen los pies todos los príncipes” (nº 8), y que “puede deponer emperadores” (nº 12). ¿Para qué necesitamos ya a Dios Padre, Hijo y Espíritu? Escuchar al Papa es escuchar a Dios. A esta aberración de “papolatría” nos ha traído la marginación del Evangelio y del Espíritu de Jesús en nuestra Iglesia.
El principio electivo puede y debe funcionar desde la base.Los hermanos pueden y deben pedir un determinado servicio para aquel que ellos crean más cualificado. Los ministerios no tienen que ser necesariamente vitalicios. En los grupos, parroquias, diócesis... deberíamos ser invitados a hablar, a reflexionar, a deliberar y a decidir sobre los temas que el Evangelio ha dejado a nuestra libertad. Esto era claro en los inicios (He 6, 2-6). Las órdenes religiosas más evangélicas han conservado lo que era comportamiento de toda la Iglesia. Educarnos para esta “democracia” eclesial sería un buen ejemplo para la sociedad. Lutero pedía en el siglo XVI lengua vulgar en liturgia, el cáliz para los laicos y el matrimonio libre para los presbíteros. Una Iglesia participativa ¿hubiera tardado 450 años en conceder sólo las dos primeras peticiones?
Oración: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor” (Mt 20, 20-28)
Jesús, hermano de todos:
el afán por primeros puestos sigue en la sociedad y en la Iglesia;
desde la cúpula hasta los rincones más humildes,
el ideal de mandar parece que nos acompaña a todos.
La sociedad civil ha progresado en la elección de sus dirigentes:
heredar el poder va siendo superado por sentido democrático;
nadie manda sin una base electiva mínima popular;
la soberanía de la sociedad está remitida al pueblo.
La Iglesia más bien ha retrocedido:
en los orígenes era ejemplo de participación;
decidían las cosas importantes entre todos;
“lo que afecta a todos, debe ser tratado y aprobado por todos”, decían;
la autoridad se constituía con la intervención del pueblo;
se elegían a los Obispos, incluso “votando a mano alzada”;
la Iglesia se concebía cómo una gran comunidad formada
por pequeñas comunidades, con cierta autonomía propia.
El alejamiento de los orígenes nos ha llevado a:
llamar “padres”, “eminencias”, “excelencias”... a ciertos hermanos;
dividirnos en “clérigos” (suerte o lote de Dios) y “laicos” (pueblo);
todo el “Pueblo de Dios” no puede decidir conjuntamente nada;
el colmo es llamarnos “corresponsables” de la Iglesia cuando nos piden.
¿Cuándo se volverá a escuchar con verdad en nuestra Iglesia:
“desde el principio de mi episcopado determiné no tomar ninguna resolución
por mi cuenta sin vuestro consejo y el consentimiento de mi pueblo”
(S. III, Cipriano, obispo de Cartago, a los presbíteros de su diócesis. Epíst. 14, 4).
¿Qué hacer, Señor, en esta situación?
la agresividad engendra división, y Tú no la quieres;
la huida y el conformismo contradicen el compromiso cristiano;
lo mejor será perseverar y resistir en la exigencia evangélica de
“no será así entre vosotros”, dominio y tiranía no son evangélicos.
Así lo entendió Pablo frente a Pedro:
“viendo que su proceder no se ajustaba a la verdad del evangelio,
dije a Pedro en presencia de todos:
Si tú, que eres judío, vives como pagano y no como judío,
¿por qué obligas a los de origen pagano a comportarse como judíos?” (Gál 2,11-14).
Hacemos nuestro el deseo de un gran cristiano del s. XVI:
“soportaré, pues, a esta Iglesia hasta que la vea mejor,
y ella tendrá que soportarme a mí hasta que yo mismo me vuelva mejor”
(Respuesta de Erasmo (1467-1536) a Lutero. Opera omnia, vol. X, pág. 1258).
Queremos, Señor y Dios nuestro, ser fieles a tu Evangelio:
Que la Iglesia de nuestros días se deje iluminar por tu Evangelio:
para que: “esté pendiente de los labios de los fieles,
porque en cada fiel sopla el Espíritu de Dios”
(S. Paulino de Nola s. IV-V, sacerdote y obispo casado);
Que sea una Iglesia de iguales, “todos revestidos de Cristo:
ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer,
ya que todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3, 27-28);
Que, “aunque es verdad que algunos, por voluntad de Cristo,
han sido constituidos en la Iglesia como… pastores,
no obstante se dé una verdadera igualdad entre todos
en cuanto a la dignidad y a la acción común de todos los creyentes
para la edificación del cuerpo de Cristo” (Vat. II: LG 32).
Que siga a Jesús que “en su predicación mandó claramente
a los hijos de Dios que se traten como hermanos” (Vat. II: GS 32).
Que “no sea así entre nosotros:
que no exista la tiranía ni la opresión, sino
el servicio y la vida entregada, igual que Jesús
que no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida...”
Preces de los Fieles (SANTIAGO, APÓSTOL 25.07.2020)
La memoria de los Apóstoles nos lleva a contemplar la “Iglesia que Jesús quería”. Es la vuelta a las fuentes de la fe, de las celebraciones, de la vida cristiana. El cristianismo de España está unido a la actividad de los apóstoles Santiago y Pablo. “En la Iglesia católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos” (Vicente Lerins, s. V). Pidamos enraizarnos en la fe apostólica, diciendo: “queremos servir como Jesús”
Por los que presiden la Iglesia (papa, obispos, presbíteros, diáconos...):
- que no pretendan primeros puestos;
- que sean capaces de “beber el cáliz que Cristo bebió”.
Roguemos al Señor: “queremos servir como Jesús”.
Por las intenciones del Papa (julio 2020)
- que valoremos y cuidemos “nuestras familias”;
- que “las familias sean acompañadas con amor, respeto y consejo”.
Roguemos al Señor: “queremos servir como Jesús”.
Por las autoridades civiles:
- que respeten la libertad religiosa, no contraria a los derechos humanos;
- que cuiden del bien común y de los ciudadanos más débiles.
Roguemos al Señor: “queremos servir como Jesús”.
Por nuestros pueblos y ciudades:
- que valoren lo comunitario, lo común, la ayuda mutua...;
- que cuiden la educación y la cultura, el progreso en vivir bien....
Roguemos al Señor: “queremos servir como Jesús”.
Por los ciudadanos más vulnerables:
- que trabajemos para que todos tengan trabajo y salario suficiente;
- que acojamos a emigrantes, parados, enfermos, marginados sociales...
Roguemos al Señor: “queremos servir como Jesús”.
Por nuestra celebración:
- que sea participativa, entendible, alegre, comprometida;
- que puedan hablar todos los que quieran, con Espíritu Santo.
Roguemos al Señor: “queremos servir como el Hijo del Hombre”.
Queremos, Señor, que igualdad y espíritu de servicio sean distintivos de nuestra comunidad.
Como Santiago, y su hermano Juan, queremos convertirnos a tu amor, a tu entrega, para hacer realidad el Reinado del Padre que vive por los siglos de los siglos.
Jaén, 25 julio 2020