“Este encuentro con los pobres nos ha hecho recobrar la verdad central del Evangelio” “La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre” (D. 23º TO C 04.09.2022)
Jesús, danos un corazón como el tuyo
| Rufo González
Comentario: “quien no renuncia a sus bienes no puede ser discípulo mío” (Lc 14,25-33)
Contemplamos hoy tres actitudes que pide Jesús a sus discípulos. Les ha invitado a la conversión al Amor divino, Reino de la vida, felicidad plena. Les intima: “si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos” (Juan 8, 31). Su “palabra” es el Amor. Como a los Apóstoles y a otros miembros de su séquito (hombres y mujeres), sigue hoy llamando a su Amor, a una vinculación estrecha con él, a ser portadores de su evangelio: “Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él. Instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (Mc 3,13-14). Poco a poco les concreta y despierta su Amor: “Te seguiré adondequiera que vayas... Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza... Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios... Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios” (Lc 9,57-62). “Vended vuestros bienes y dad limosna...” (Lc 12, 32-34). “Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego ven y sígueme” (Mt 19,2; Lc 18,22). Es curioso que no figure el celibato para el perfecto seguimiento. Mateo sólo pone en boca de Jesús lo que sucedía en algunas comunidades: “hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos” (Mt 19,12). Los dirigentes eclesiales, abusando de su autoridad, han ido más allá imponiendo leyes no evangélicas, como el celibato obligatorio y la virilidad para algunos ministerios.
“Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío” (v. 26).
“Pospone” traduce el verbo “miseo” (odiar, detestar, despreciar...). Los sinópticos usan el mismo verbo con significado contrario al amor: “seréis odiados por todos a causa de mi nombre” (Mt 10,22; 24,9; Mc 13,13; Lc 21,17). Pero en la mentalidad semita, este verbo indica el nivel de preferencia en las relaciones personales. Mateo lo aclara: “el que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí...” (Mt 10,37). Jesús pide que su Amor nos haga superar la familia y nos abra a la fraternidad universal.
“Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío” (v. 27). Jesús preveía su condena y la incapacidad de los discípulos para seguirle. Aquí se refiere realmente a la muerte de cruz en la situación de dominio romano. Después la Iglesia ha espiritualizado la “cruz” como el coste por vivir el Amor de Jesús. Oposición a sí mismo (“niéguese a sí mismo”), apegado al “camino ancho” del egoísmo, la riqueza, honores, soberbia. Oposición a rivales del reino: acumuladores, tiranos, holgazanes, explotadores..
“Todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” (v. 33). Es la llamada a la perfección a que invita Jesús: “Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego ven y sígueme” (Mt 19,2; Lc 18,22; Lc 12, 32-34). Es la utopía cristiana que nos indica el camino del Amor: “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Perfección coincidente con misericordia: ”sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Vivir el Amor es el camino de la fraternidad universal, la superación nuestra debilidad egoísta y la entrada a la bienaventuranza de la mesa común, presidida por los más débiles.
Oración: “quien no renuncia a sus bienes no puede ser discípulo mío” (Lc 14,25-33)
Te oímos hoy, Jesús del Reino, decirnos:
“Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre,
a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas,
e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí,
no puede ser discípulo mío”.
“Todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes
no puede ser discípulo mío”.
Si abrimos la conciencia alAmor del Padre:
nacemos de nuevo para la fraternidad;
curamos la raíz más honda de nuestros males;
erradicamos el orden que nuestro egoísmo establece;
“posponemos” nuestra persona (el yo y sus aledaños);
nos incluirnos –como uno más- entre los hijos de Dios;
vivimos así el mismo Espíritu de Jesús.
Este fue, Jesús de todos, tu camino:
“te despojaste de ti mismo tomando la condición de esclavo,
te hiciste semejante a los seres humanos...,
te humillaste a ti mismo, hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz” (Flp 2,7-8).
Tu obediencia al Amor te hizo proclamar:
“Estos son mi madre y mis hermanos.
El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos,
ese es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12,46-50);
fueron el grupo inicial al que entregaste tu Espíritu,
y tu misma tarea: anunciar y vivir el Amor del Padre.
¡Qué bien lo expresa un campeón de la ortodoxia!:
“En el mundo, los ricos tienen las ventajas y los primeros puestos;
en el reino de Jesucristo, la preeminencia pertenece a los pobres,
primogénitos de la Iglesia y sus verdaderos hijos.
En el mundo, los pobres están sometidos a los ricos
y parece que no han nacido sino para servirles;
en la santa Iglesia no se admite a los ricos sino para servir a los pobres.
En el mundo, favores y privilegios son para ricos y poderosos...;
en la Iglesia de Jesucristo, gracias y bendiciones son para lo pobres,
y los ricos no tienen privilegios más que por medio de ellos ...”
(J.B. Bossuet: Sermón de septuagésima 1659. O.c. Bar-Le-Duc 1862. T. II, 155-162).
¡Qué bien lo viven los campeones de la ortopraxis!
“En ese mundo sin rostro humano,
sacramento actual del siervo sufriente de Yahvé,
ha procurado encarnarse la Iglesia de mi Arquidiócesis...
Hemos hecho el esfuerzo de no pasar de largo,
de no dar un rodeo ante el herido en el camino,
sino de acercarnos a él como el buen samaritano...
Este encuentro con los pobres nos ha hecho
recobrar la verdad central del Evangelio...
Se ha perseguido a aquella parte de la Iglesia que se ha puesto
del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa...
La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre,
que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia...
Cuando la Iglesia se ha organizado y unificado
recogiendo las esperanzas y las angustias de los pobres,
ha corrido la misma suerte de Jesús y de los pobres: la persecución...”
(Oscar A. Romero, arzobispo San Salvador: Discurso en Lovaina -02.02.1980).
Preces de los Fieles (D. 23º TO C 04.09.2022)
“El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío” nos dice Jesús. No acabamos de entender su evangelio. Por eso se burlan de nosotros diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar” siendo “discípulo de Jesús”. Pidamos realizarnos como cristianos diciendo: “Jesús, danos un corazón como el tuyo”.
Por la Iglesia:
- que “evite todo cuanto pueda alejar de alguna forma a los pobres” (PO 17);
- que brille en sencillez, en humildad, en ayuda del necesitado.
Roguemos al Señor: “Jesús, danos un corazón como el tuyo”.
Por las intenciones del Papa (septiembre 2022):
- que “la inviolabilidad y dignidad de la persona” sea respetada;
- que, por tanto, “la pena de muerte sea abolida en las leyes de todos los países”.
Roguemos al Señor: “Jesús, danos un corazón como el tuyo”.
Por la paz en todos los países:
- que se descarte la guerra como solución de conflictos;
- que el Amor fecunde las conciencias y las pacifique.
Roguemos al Señor: “Jesús, danos un corazón como el tuyo”.
Por la distribución de los bienes:
- que a nadie le falte el “pan de cada día”;
- que procuremos trabajo digno para todos.
Roguemos al Señor: “Jesús, danos un corazón como el tuyo”.
Por los políticos:
- que sean honrados en el bien común y cuiden de los más débiles;
- que eviten toda corrupción, favoritismo, privilegios...
Roguemos al Señor: “Jesús, danos un corazón como el tuyo”.
Por esta celebración:
- que nos ayude a no tener nada propio, a compartir como Jesús;
- que el Espíritu nos mueva a ser agradecidos, sencillos, estar disponibles...
Roguemos al Señor: “Jesús, danos un corazón como el tuyo”.
Queremos, Jesús hermano, “hacer el esfuerzo de no pasar de largo, de no dar un rodeo ante el herido en el camino, sino de acercarnos a él como el buen samaritano... Así recobramos la verdad central del Evangelio...” por los siglos de los siglos.
Amén.