El coronavirus ha bloqueado los trabajos con que se sostenían Religiosas de Iesu Communio de Godella lanzan un SOS urgente de imperiosa necesidad
Al cesar en su actividad habitual, el tiempo dedicado al trabajo lo emplean en confeccionar batas y mascarillas para hospitales de manera altruista
Hacen repostería, arreglos florales, pintan, venden en tienda y online sus productos, pero al no poder recibir personas tienen la actividad paralizada
| Baltasar Bueno corresponsal en Valencia
El centenar de jóvenes religiosas que ocupan el Convento que tienen en Godella (Valencia) han lanzado un SOS urgente de necesidad imperiosa. A causa del coronavirus no pueden recibir grupos de personas que acuden al cenobio a compartir su vida y oración, ni a comprarle los dulces que hacen. Ellas viven de la repostería que producen en su obrador, en lo que llaman la “Confitería Divina”. De esta manera, desde que comenzó el confinamiento sus ingresos son cero. En otros muchos conventos y monasterios está ocurriendo lo mismo. Para nada su vida es tranquila o placentera como alguien ha atrevido a decir, se sufre la misma inquietud material, la misma ansiedad y angustia, que el resto de los mortales.
Ellas hace dulces para bodas, bautizos, comuniones, arreglos florales, encargos diversos que tienen éxito, pero son un centenar de bocas que alimentar, y viven al día dependiendo de la suerte que les llega, o de la Providencia que dicen ellas. Providencia que llega siempre a través de personas que les apoyan y admiran.
Al cesar en su actividad habitual, el tiempo dedicado al trabajo lo emplean en confeccionar batas y mascarillas para hospitales de manera altruista, como una forma de sumarse a la solidaridad con quienes están en primera línea de combate. El círculo más próximo de amistades que tienen ha iniciado una campaña de ayuda. Aportarles microayudas económicas para que puedan superar el trance del coronavirus y hasta que recuperen de nuevo su actividad laboral y de venta de dulces. Lo explican en https://www.pequeñareposteria-bub.es/p809422-donativos.html
Las religiosas que habitan esta casa llegaron hace pocos meses desde el monasterio de La Aguilera, en Burgos, a repoblar (y fundar de alguna manera) este lugar. Construido después de la Guerra Civil española y rehabilitado hace poco para la ocasión, el convento alberga, además de la cocina y los lugares privados de las hermanas, una pequeña tienda (que también tiene su parte online) abierta al público para vender los dulces. Sus dulces. Los que hacen cada mañana de manera artesanal.
Todo arrancó hace décadas en Lerma, otro enclave burgalés, donde la hermana Blanca, la pionera, empezó a hacer dulces. Ella se lo pasó a otras y estas, a otras tantas… Así, pasándose las recetas y la maestría para hacerlas de generación a generación nació esta repostería artesanal que, damos fe después de probarla, es una bendición…
Tartas, tartaletas, hojaldres, unas pastas de té que son gloria pura, pastas de mantequilla que nada tienen que ver con lo que habíamos probado hasta la fecha (se deshacen, literalmente, en la boca), chocolates, bombones, brownies, membrillos… Todo tiene un sentido y un orden en esas cocinas blancas, donde todo se hace a mano y todos los ingredientes son de primera. Nada de máquinas lanzando las bolitas de chocolate, ni la crema de los hojaldres; solo la pericia de las hermanas, el trabajo en equipo y esa sabiduría que ha pasado de boca a boca, de mano a mano.
Todo eso y la visión de futuro, claro, hace posible que cada día lleguen a la tienda física de los conventos de Valencia y de La Aguilera, más y más cajas con dulces. Y que los pedidos en la primorosa web que han creado no dejen de crecer. "Nuestras recetas llevan ingredientes de primera calidad, sin conservantes ni sucedáneos".
"Contemplativas, pero no de clausura"
Todas menos una están por debajo de los 50 años. Y entre las 210 que forman el conjunto total de la congregación (incluida la casa de Burgos) hay médicas, ingenieras, pianistas, arquitectas, abogadas… Trabajan juntas, comen juntas, tienen recreo juntas. Somos contemplativas, pero no de clausura. Esto es una casa abierta. Las mañanas las dedicamos al trabajo, claro. Y las tardes son variadas. Rezamos, recibimos en la sala común a los grupos que quieren compartir con nosotras experiencias, oración, la fe, tenemos la formación de las que acaban de llegar....".
Lo de que es una casa abierta queda claro en la tienda impecable donde están expuestos los dulces, algunos de los centros florales que también confeccionan y venden y una muestra de las acuarelas que pinta una de las hermanas. La tienda, en el mismo convento, está en marcha de 8.30 de la mañana a 21.00 ininterrumpidamente, y la atienden dos de las hermanas.
Los dulces están empaquetados con cuidado, en cajas especiales, bonitas. Han elegido incluso a un diseñador para ilustrar las cajas. Y desde hoy mismo, en la web, existe la opción de envío refrigerado a domicilio, en Valencia: llega a casa en el mismo día. De esta repostería hay otro aspecto destacable: su sencillez. No hay nombres rimbombantes ni alambicados. Las tartas de bizcocho con yema se llaman así. Si llevan almendra laminada o crema de limón, también se especifica con esas palabras. Las pastas de té son pastas de té. Y las de mantequilla (sin aceite de palma, por cierto) se llaman así y punto. En la web, en la tienda y en la vida de las cientos de personas que las compran. Toda esta realidad ahora está paralizada, el coronavirus lo ha paralizado todo. Esperan las hermanas que la Providencia encuentre aquí en la tierra gentes que quieran ser sus brazos.