Mi nombre es... y durante años fui maltratado por un sacerdote al que debí llamar "hermano mayor" mientras que yo era su "hermano pequeño".

Y escribo porque me gustaría que se esclareciera y triunfara la verdad. Y escribo aquí también en nombre de las otras víctimas... de los niños que fueron profundamente heridos, a quienes les robaron su infancia, su inocente pureza y su respeto ingenuo... que fueron traicionados y se aprovecharon de su confianza ilimitada... de los niños cuyos corazones palpitan y respiran, viven… pero los mataron una vez (dos, tres,… más veces… incontables veces… infinitas veces…)… sus almas están desgarradas en pequeños pedazos sangrientos.

Estoy aquí porque la Iglesia es mi Madre y me duele mucho cuando está herida, cuando está sucia, cuando es una deforme caricatura.

Los adultos que experimentaron esta hipocresía cuando eran niños nunca podrán borrarla de sus vidas. Puede que lo olviden por un tiempo, que intenten perdonar, que intenten vivir una vida plena, pero las cicatrices permanecerán en sus almas, no desaparecerán.

Intento sobrevivir, sentir alegría, pero en realidad es una lucha increíblemente difícil… Tengo trastorno disociativo de identidad, trastorno postraumático complejo severo, depresión, ansiedades, miedo a las personas, errores,… No duermo y si logro conciliar el sueño, siempre tengo pesadillas. A veces tengo estados en los que cuando estoy "afuera" no percibo el "aquí" y el "ahora". Mi cuerpo recuerda cada mirada, aproximación, toque, caricia, beso, penetración...

 Tengo miedo de los sacerdotes, de estar cerca de ellos.

Últimamente no he podido ir a la Santa Misa. Me duele mucho... la Iglesia, ese espacio sagrado, era mi segundo hogar... y él me lo quitó. Tengo un gran deseo de sentirme seguro en la Iglesia, de poder no tener miedo, pero mi cuerpo y mis emociones reaccionan de una manera completamente diferente...

 ¡Me gustaría pediros que protejáis a la Iglesia a la que llamáis Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo!

 Ella que todo está llena de heridas y cicatrices. ¡Por favor NO permitáis que esas heridas se profundicen ni que ocurran otras nuevas!

 Sois hombres jóvenes y fuertes. ¡LLAMADOS! Hombres llamados por Dios, para servir a Dios, y por medio de Él a los seres humanos... Dios os ha llamado a ser su instrumento entre los demás. ¡Tenéis una GRAN RESPONSABILIDAD! ¡Una responsabilidad que no es una carga, sino un REGALO! Por favor tratad a la Iglesia y tratadnos a nosotros según el ejemplo de Jesús… ¡con HUMILDAD y AMOR!

 Por favor, no escondáis cosas debajo de la alfombra, porque entonces empezarán a oler mal, a pudrirse y la propia alfombra se descompondrá... Tomemos conciencia de que, si ocultamos estos hechos, cuando guardamos silencio sobre ellos, ocultamos la suciedad y nos convertimos así en COOPERADORES.

 Si queremos vivir la verdad, ¡no podemos cerrar los ojos!

 Vivir en la verdad es vivir según Jesús de Nazaret, ver las cosas con sus ojos, sentir las cosas con su corazón. Y él no cerró los ojos al pecado en general, al pecado y al pecador en concreto, sino que vivió la VERDAD con AMOR... Con la verdad amable señaló al pecado y al pecador. La verdad es la que nos hace libres.

Tened en cuenta que habéis recibido un gran regalo. El don de ser un "alter Christus", de ser la encarnación de Cristo aquí en el mundo. Las personas, y especialmente los niños, no ven en vosotros una persona, sino Cristo, Jesús, en quien confían sin límites.

Es algo GRANDE y BELLO, pero también muy DELICADO y FRÁGIL.

¡POR FAVOR SÉ UN BUEN SACERDOTE!