En la Fiesta de la Visitación María, visítanos con la esperanza

Fiesta de la Visitación
Fiesta de la Visitación

En la Fiesta de la Visitación… me detengo en este hermoso texto de Lucas 1:46-59… el Magnificat de la esperanza. En la escena se ve a dos mujeres esperando ser madres: dos mujeres de esperanza

El encuentro tiene lugar en una casa sobre la que cayeron al mismo tiempo el milagro y el castigo. Isabel embarazada... ¡Zacarías en silencio! Son dos personas mayores, capturadas por sorpresa, prisioneros de una vergüenza que lentamente se transfigura en asombro. María es otra mujer imposiblemente embarazada

En la Fiesta de la Visitación… me detengo en este hermoso texto de Lucas 1:46-59… el Magnificat de la esperanza. En la escena se ve a dos mujeres esperando ser madres: dos mujeres de esperanza. El encuentro tiene lugar en una casa sobre la que cayeron al mismo tiempo el milagro y el castigo. Isabel embarazada... ¡Zacarías en silencio! Son dos personas mayores, capturadas por sorpresa, prisioneros de una vergüenza que lentamente se transfigura en asombro. María es otra mujer imposiblemente embarazada.

El viaje de tus sueños, con RD

¡El ambiente que reina en este encuentro es de júbilo! "Mi alma se engrandece… mi espíritu se alegra…". El júbilo no es euforia ni siquiera frenesí. ¡Es un entusiasmo interno que surge cuando te sientes fascinado por alguien que conoces con certeza y en quien puedes confiar!

La exaltación viene de aquí: de haber visto descender y encarnarse lo imposible: "nada es imposible para Dios", había dicho el ángel a la Virgen. Él ha nacido de lo imposible, hecho acontecimiento. En el caso del Magnificat: el que presidió la explosión de las estrellas, de los soles infinitos, aquel para quien David bailó, para quien Salomón construyó una casa de oro, él, el Señor que no deja de sorprender, comenzó su historia como criatura humana. Desde entonces, las primeras palabras que se pueden decir son palabras de canto y de grito. 

¿De dónde viene el canto de la esperanza?

Nace del asombro: "ha hecho cosas maravillosas en mí". Él ha hecho de mis días un tiempo de asombro; de mi vida un lugar de prodigio. El canto de María nació de una experiencia feliz: ¡comprendió a Dios! ¿En qué sentido? Entendió el enamoramiento de Dios, de este Dios que pone sus manos en lo más profundo de la vida, en las heridas de la historia. Es el anuncio del enamoramiento de un Dios apasionado, que considera el objeto de su amor más importante que su propia vida. La feliz noticia es que Dios ha cruzado los cielos, cuenta los cabellos de la cabeza, nos invita a respirar con su aliento, a soñar sus sueños, a vivir su vida.

Anunciación del Ángel a María
Anunciación del Ángel a María

¡Nace, por tanto, de una nueva mirada a Dios! Él no es un Dios impasible, que desde lo alto de su cielo disfruta viendo a sus hijos luchar con sus esfuerzos por escapar de su desesperación. Es un Dios inclinado sobre su criatura. María conoce y vuelve a reconocer a este Dios:

- como el Señor: es Él que está, que está cerca, está con y desciende a ver; es la Trascendencia la que se convierte en presencia;

- como el Salvador: él es Quien transforma los acontecimientos humanos en historia de la salvación; María dice: "mi Salvador": la salvación se alcanza no sólo en la condición humana común a todos, sino en el espacio de la experiencia original e irrepetible de cada uno, con su bagaje de sufrimiento y esperanzas, de lucha y de misterio;

- como el Omnipotente: tiene el poder de pasar del no ser al ser en la creación y del no ser de muerte al ser de resurrección; es el poder del amor, de quien todo lo puede en amor; es también la impotencia del amor de la que se libera la vida, más fuerte que cualquier muerte; es la omnipotencia que, por amor, es capaz de revestir la impotencia, es decir, el límite de una criatura que vive como un ser humano, que sufre y muere como una criatura humana;

- como el Santo: es irreductible a cualquier esquema o idea; es lo impredecible, lo inefable, lo esquivo pero que, por amor, se deja encerrar en el seno de la Virgen;

- como el Misericordioso: él es Quien tiene entrañas paternas pero también maternas y da el don de su benevolencia; es misericordia hacia la miseria del hombre.

La Anunciación. Fra Angelico
La Anunciación. Fra Angelico

Surge de una nueva mirada sobre el ser humano: no es un autómata sino libertad capaz de decir su "sí", capaz de acoger el don y vivir en la forma del don. El ser humano está llamado a una grandeza inconcebible, en la medida en que se muestra honesto consigo mismo y con Dios, en signo de humildad y de verdad de su condición.

Surge de una nueva mirada a la historia: ya no está sujeta al dominio del azar y del destino; ya no está desierta sino habitada por una presencia del amor que puede y sabe transformar las relaciones dentro del acontecer humano; Dios nos hace pasar de la muerte a la vida y esto se revela en Jesús resucitado.

Ella es la que se levanta, símbolo del resucitado, de la criatura "doblada" que se enfrenta a asumir la tarea que le corresponde, con humildad y verdad, y lo hace incorporada, erguida… en movimiento… en salida

Creo que de todo esto nace el canto de esperanza que canta María, ¡porque todo esto fundamenta la esperanza! El pasaje de la visitación se abre con la nota de María que "se puso de pie... se puso en camino": Ella es la que se levanta, símbolo del resucitado, de la criatura "doblada" que se enfrenta a asumir la tarea que le corresponde, con humildad y verdad, y lo hace incorporada, erguida… en movimiento… en salida... También el ser humano está llamado a hacer grandes cosas, puede realizar en la historia el paso de la libertad, la justicia y la fraternidad. 

Leyendo atentamente el canto, vemos que comienza con el tema "yo": "mi alma... mi espíritu". Al principio es la misma María la que está en el centro: su experiencia, su alegría. Pero poco después el tema cambia. María repite diez veces: "es Él quien... es Él quien...".

Maria, Madre!
Maria, Madre! Alfonso Olaz

El canto parte de la experiencia personal. María grita lo que hay dentro de ella, para inmediatamente descentrarse y discernir lo que Dios está haciendo. ¡Todo es contemplación de sí misma pero dentro del plan de Dios, en el gran Misterio del Amor! ¡Sabe redescubrir la primacía de la iniciativa de Diosy leer, a través de la escucha creyente de la Palabra, la acción del Señor en su pequeña historia y en la historia más grande! De ahí recibe el don de la gracia de contemplar de manera unificada las constantes de la acción divina: sintiendo que cada pequeña piedra del mosaico ilumina las cercanas y se compone con las más lejanas en un diseño convincente y deslumbrante. Tal apertura del corazón y de los ojos genera un profundo sentimiento de satisfacción y paz, lleva a confiar plenamente en el plan de Dios, superando la impaciencia y la desilusión.

María conjuga los verbos referentes a la acción de Dios en tiempo pasado: "dispersó, derribó, enalteció,… ". Es como si María expresara en el pasado sus certezas para el futuro. En el Magnificat la vemos combinar el pasado de las maravillas del Señor con el futuro que sólo Él puede inspirar. Conjugar los verbos en pasado como una certeza en el corazón de que el Espíritu está obrando. María, en el Magnificat, es una maestra en la exploración de las semillas del futuro que ya operan en el presente. Ella recuerda para esperar, revisita el pasado para abrirse al futuro, con la certeza de que Dios es fiel a sus promesas.

Desde esta perspectiva, la letra del canto me parece esclarecedora: "como había prometido a Abraham y a su descendencia por siempre". La promesa es una realidad precisamente pro-messa = puesta al frente. Siempre está frente a ti y nunca la posees como celosa propiedad. En la promesa Dios se compromete a su fidelidad y a su amor. Sobre todo, en el centro está la promesa de Dios.

La persona de fe se proyecta más allá de sí misma, esperando algo cada vez mayor, no porque pueda venir de él, sino porque todo proviene de la Palabra de Dios, que se compromete a realizar su plan de salvación

La esperanza de María se expresa, por tanto, como disponibilidad para la obra de Dios, ¡que se compromete con la criatura humana! ¡Sin promesa no hay esperanza! La persona de fe se proyecta más allá de sí misma, esperando algo cada vez mayor, no porque pueda venir de él, sino porque todo proviene de la Palabra de Dios, que se compromete a realizar su plan de salvación. El Magnificat relata el ejemplo de Abraham, cuya vida se "desarrolló" en torno a las "promesas" siempre renovadas del Señor.

María celebra la noticia inesperada: Dios se ha acercado, solidario con su pueblo. Él es el Dios fiel: el que hace alianza con los hombres y permanece fiel a su pacto. María vive de esta certeza. Reconoce a Dios presente en la historia y lo confiesa presente en su vida. Por eso también puede vivir su pobreza con alegría, porque Dios llena toda su vida.

La imagen de la Virgen María en la Catedral de Ulán Bator
La imagen de la Virgen María en la Catedral de Ulán Bator

Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas. Todo ello hace a María capaz de esperanza. Entra en la promesa de Dios con total confianza. Entonces todo se vuelve posible. La esperanza es precisamente esto: ¡entrar en la promesa de Dios! Entonces se genera una confianza absoluta que nunca se desarma ante ninguna dificultad. Dios nunca decepciona. No sólo nada es imposible para Dios, sino que Dios cumple lo que prometió. De aquí surge una esperanza absoluta, que no se mezcla con ningún interés humano. Una esperanza que permanece incluso cuando todas las razones humanas para la esperanza fallan. De hecho, es precisamente entonces cuando comienza la verdadera esperanza. Cuando ya no hay nada que esperar de los seres humanos, cuando, en un momento determinado, todos los apoyos humanos parecen desvanecerse, Dios se convierte en el único apoyo sobre el que apoyamos nuestra vida.

Cuando tienes veinte años y sientes la energía en el ser, dices que confías en Dios, pero en realidad, quizás, tienes mucha confianza en ti mismo; sí, uno se compromete generosamente, pero depende mucho de sí mismo. Luego viene la vida dura y ruda, con sus experiencias de debilidad, inconstancia, fracasos.

Entonces aparece la tentación del desaliento, la tentación de considerar los proyectos de la juventud como ensoñaciones. En ese momento la esperanza podría morir. Se produciría entonces una transición de la presunción a la desesperación. Entonces podríamos hacer como los dos discípulos de Emaús y conjugar el verbo esperar en tiempo pasado: "Esperábamos que...". Los que 'esperaban' no tienen esperanza. Y en cambio el bien vendrá, pero por la acción soberana de Dios. Quienes esperan todo lo esperan de Él, y sólo de Él. La esperanza es precisamente esto: ¡orientar decisivamente el índice de confianza hacia Dios!

Esto significó para María aprender a mirar hacia adelante, sin seguir mirando con nostalgia punzante lo que dejó en su pasado, pero también sin apegarse demasiado a los ídolos de su presente. Aprender a hacer "desapegos" con esta mirada puesta en el futuro es ciertamente la posibilidad de caminar por los caminos de la esperanza. El Dios de la promesa se convierte también en el Dios de los desapegos... ¡Pero esto es esencial para no reducir toda nuestra esperanza al estrecho horizonte de nuestros deseos!

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