"El retorno de una espiritualidad doméstica, de la calle y que acoge la vida" "No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas": frente a cierto misticismo, tan enfermizo como insano

Espiritualidad
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"Ciertamente nos encontramos hoy en un clima nuevamente disponible y abierto al fenómeno religioso, mientras se multiplican experiencias espirituales, incluso místicas, de diversa índole"

"Podría parecer que el camino de la espiritualidad está dictado muchas veces por la necesidad psicosomática de aligerar el peso de la vida y, en este sentido, sería sólo un síntoma de la inquietud del hombre contemporáneo"

"En la actual propuesta vocacional múltiple sobre el sentido de la vida encontramos mezclados diferentes elementos psíquicos, emocionales, filosóficos y espirituales, junto con técnicas psicosomáticas y elementos culturales provenientes del Lejano Oriente"

"La espiritualidad cristiana devuelve al creyente a su propia vida cotidiana… Una espiritualidad de la vida cotidiana es una espiritualidad encarnada en la vida real y cotidiana; no un misticismo separado del polvo de la historia"

El retorno a la religión, al menos como hecho sociológico, niega el paradigma de la secularización y atestigua la complejidad del fenómeno religioso, pero también de los cambios que se están produciendo en nuestra época.

Las predicciones sobre la irrelevancia de las creencias religiosas en la esfera pública y política, que habrían relegado el fenómeno sólo a la esfera privada, han sido ampliamente desmentidas. De hecho, en las últimas décadas las religiones han vuelto inesperadamente a primer plano, también gracias a múltiples factores como las revueltas islámicas en algunos países árabes, el papel del catolicismo en algunos países,…. Así como el despertar de la "religión civil" y de un cierto fundamentalismo que opera en Estados Unidos, especialmente en el contexto protestante.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

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Incluso en el ámbito personal, por las muchas razones subyacentes ya mencionadas, la necesidad de espiritualidad ha producido de alguna manera un retorno del sentido religioso. Ciertamente nos encontramos hoy en un clima nuevamente disponible y abierto al fenómeno religioso, mientras se multiplican experiencias espirituales, incluso místicas, de diversa índole y se va componiendo un verdadero mosaico de fes y religiones con el relativo despertar espiritual contra la irrelevancia y la grisura de la existencia.

Con un cuidadoso discernimiento, que tenga en cuenta la profunda crisis que atraviesa el cristianismo en Occidente y, al mismo tiempo, los estudios teológicos y las reflexiones sobre el tema, no se puede proceder con una lectura ingenua de un sagrado hecho a medida, que ofrece una espiritualidad más flexible, etérea, libre de toda referencia a principios y normas.

En definitiva, el retorno de lo sagrado no significa sólo la posibilidad de una fe personal que se convierta en mapa de orientación de las elecciones, principios, valores y actividades cotidianas de la persona; tampoco significa un retorno a la dimensión comunitaria, a compartir el camino con los demás y a los aspectos sociales y políticos a través de prácticas de justicia y solidaridad. De hecho, es algo más lo que hace vocacional el acto de vivir.

El retorno de la dimensión espiritual del hombre moderno se materializa de forma un tanto ambivalente. De hecho, parece derivar de la desorientación actual, de las crecientes inseguridades en nuestras sociedades consumistas, globalizadas y nada a salvo de fenómenos de violencia, del malestar emergente en el clima posmoderno en el que vivimos, que ha entregado a la conciencia de cada uno y a su historia cotidiana la agotadora tarea de tener que buscar significados y orientarse entre múltiples propuestas de significado, opciones y valores.

Podría parecer que el camino de la espiritualidad está dictado muchas veces por la necesidad psicosomática de aligerar el peso de la vida y, en este sentido, seríasólo un síntoma de la inquietud del hombre contemporáneo. Es por esto que en la actual propuesta vocacional múltiple sobre el sentido de la vida encontramos mezclados diferentes elementos psíquicos, emocionales, filosóficos y espirituales, junto con técnicas psicosomáticas y elementos culturales provenientes del Lejano Oriente.

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La experiencia religiosa de las últimas décadas parece haberse caracterizado por una necesidad de tranquilidad psicosocial; es una experiencia en la que el hombre, pero me atrevo a decir toda la sociedad occidental, quiere evitar que la rutina y el estrés de la existencia puedan de alguna manera interrumpir el sabor de la vida. Este es un aspecto que debemos abordar con cierta atención y también con positividad, si se lee como una necesidad antropológica.

En nuestras complejas sociedades contemporáneas subsiste una cierta religiosidad externa y una necesidad de espiritualidad en la interpretación de la vida, en el modo de ser y de vivir las relaciones interpersonales y en las elecciones cotidianas.

La espiritualidad cristiana, por tanto, lejos de ser un conjunto de prácticas ascéticas como un fin en sí misma, pretende transformarnos y confiarnos la misión de transformar el mundo que nos rodea. Una espiritualidad viva, encarnada, verdaderamente visible en la medida en que, superando el egoísmo personal, asumimos como criterio rector de nuestra vida la relación y el cuidado de los demás en la realidad que nos rodea.

La espiritualidad cristiana no sólo no alienta ni genera ninguna evasión de la realidad y de la historia, sino que devuelve al creyente a su propia vida cotidiana, invitándolo a asumir los desafíos y las dificultades y llamándolo a sentirse implicado activamente en la vida, en el destino de la realidad en la que vive.

Entre la fe cristiana y la vida cotidiana existe una íntima conexión en un doble sentido:por un lado, la vida cotidiana, a pesar de su monotonía o su aparente ausencia de elementos trascendentes, es un espacio verdaderamente sagrado, por otro lado, la vida cotidiana, con las actividades que realizamos cada día, las preguntas, las batallas, los esfuerzos, los sueños, es el espacio en el que el espíritu toma forma y se hace realidad.

Ciertamente, el actual retorno de lo sagrado y la espiritualidad representa un espacio interesante que reabre la cuestión de la relación con lo que nos trasciende, indicando una sed de respuestas que van más allá de lo inmediato y lo finito. Es una espiritualidad que se puede expresar en al menos tres aspectos principales:

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1.- Una espiritualidad que acoge la vida. La espiritualidad cristiana que vive en el mundo de hoy debe abarcar todos los aspectos de la vida: la capacidad de vivir bien el tiempo, de vivir con calidad el espacio del hogar, de saborear las pequeñas alegrías del día, de dejar espacio para un rato de silencio, de vivir las relaciones humanas,…

2.- Una espiritualidad doméstica. Se trata de redescubrir y valorizar la propia historia y la propia casa, es decir, en el espacio habitual de la semana, donde se viven las fatigas y las dificultades de los días. Esta dimensión debería insertarse más estructuralmente en los lugares de vida, en los hogares, en los lugares de la vida cotidiana.

3.- Una espiritualidad de la calle. Cada camino, cada lugar de la vida, cada encuentro se convierte en camino bajo la forma de aquellos que están cerca de nosotros y necesitan escucha, atención, una palabra, o presentarse ante nosotros bajo la forma del extraño, del desconocido, del pobre.

Por tanto, una espiritualidad de la vida cotidiana es una espiritualidad encarnada en la vida real y cotidiana; no un misticismo separado del polvo de la historia por haber seguido algún atractivo filosófico, psíquico o emocional lejano, sino una espiritualidad que nos permite escribir nuestra historia en los días que vivimos, en las actividades que realizamos, en las relaciones que mantenemos, en los rostros que encontramos.

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