"Donald Trump representa, por así decirlo, el espíritu de los tiempos y lo hace muy bien" Sobre la estupidez y sus principios en los albores de la gestión presidencial de Donald Trump
"Ya he llegado a pensar que el 'estúpido' es la persona más peligrosa que existe en una era en la que, entre otras cosas, la inteligencia artificial logra avances increíbles… Otros logran avances increíbles en estupidez humana"
"Lo siento, pero al observar el comportamiento de la administración de Donald Trump durante los últimos días, por no decir, semanas, la única palabra que he encontrado en el diccionario para describirlo con precisión meridiana es: 'estúpido'"
"No digo que la gente de la administración de Donald Trump, con su cabeza en la presidencia, no sea inteligente. Por hipótesis hay personas con un alto coeficiente intelectual que se comportan de manera estúpida. En realidad, no hay personas estúpidas, hay comportamientos estúpidos"
"Donald Trump sólo tiene el mérito de ser un ejemplo sintético de la estupidez, un concentrado de sus principios. Pero no es ciertamente el único. Donald Trump representa, por así decirlo, el espíritu de los tiempos y lo hace muy bien"
"No digo que la gente de la administración de Donald Trump, con su cabeza en la presidencia, no sea inteligente. Por hipótesis hay personas con un alto coeficiente intelectual que se comportan de manera estúpida. En realidad, no hay personas estúpidas, hay comportamientos estúpidos"
"Donald Trump sólo tiene el mérito de ser un ejemplo sintético de la estupidez, un concentrado de sus principios. Pero no es ciertamente el único. Donald Trump representa, por así decirlo, el espíritu de los tiempos y lo hace muy bien"
Ya he llegado a pensar que el “estúpido” es la persona más peligrosa que existe en una era en la que, entre otras cosas, la inteligencia artificial logra avances increíbles… Otros logran avances increíbles en estupidez humana. Lo siento, pero al observar el comportamiento de la administración de Donald Trump durante los últimos días, por no decir, semanas, la única palabra que he encontrado en el diccionario para describirlo con precisión meridiana es: “estúpido”.
Que todo el mundo lo entienda. No sé si es una palabra fuerte. No digo que la gente de la administración de Donald Trump, con su cabeza en la presidencia, no sea inteligente. Por hipótesis hay personas con un alto coeficiente intelectual que se comportan de manera estúpida. En realidad, no hay personas estúpidas, hay comportamientos estúpidos.
Según algún autor analista de la estupidez humana como, por ejemplo, Carlo Cipolla, “la probabilidad de que una determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona”.
La verdad es que no he encontrado exactamente esta cita. Aunque encontré dos citas incluso hasta más devastadores: “La gente no estúpida siempre subestima el potencial dañino de la gente estúpida… asociarse con individuos estúpidos resulta infaliblemente un error muy costoso” y “La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe”.
Los últimos días de la política internacional en lo que manda el omnipresente presidente de los Estados Unidos de América están repletos de estallidos de estupidez o, como alguien ha escrito, “montañas de estupidez”. Y esto en unos pocos días de unas pocas semanas… Sólo cuando algunas “ramificaciones” de la estupidez se han hecho demasiado obvias, Donald Trump ha cambiado de postura. Y la predicción es que esto continuará así: un flujo de políticas estúpidas y cuando aparezcan las consecuencias catastróficas -que también afectarán el índice de aprobación del presidente Donald Trump y su política- realizará un cambio… Porque al estúpido le gusta la notoria popularidad más que cualquier idea.
Quizá hasta lo más interesante es tener en cuenta que habrá estupidez durante cuatro años y tendremos que aprender algo de los axiomas de la estupidez. Los expertos en la materia formulan incluso algunos principios:
-La ideología produce desacuerdo, pero la estupidez produce confusión porque las palabras se desvinculan de su relación con la realidad.
-La estupidez a menudo reside en las instituciones y organizaciones, no en los individuos. Eso sí, cuando un hombre tiene todo el poder, y todos los demás deben inclinarse ante ocurrencias, entonces aparece la estupidez. A decir verdad, ya lo decía, con pleno conocimiento de causa, el cristiano y teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer: "es una ley socio-psicológica: el poder de uno requiere la estupidez del otro".
-Las personas que se comportan estúpidamente son más peligrosas que las personas que se comportan mal porque la estupidez se atreve mucho y ya tiene todas las respuestas.
-Las personas que se comportan estúpidamente no son conscientes de la estupidez de sus acciones. Por ejemplo, el estúpido contrata "leales" en lugar de personas competentes.
-La estupidez es difícil de contrarrestar. El mencionado Dietrich Bonhoefer dijo que “contra la estupidez estamos indefensos”, también porque el estúpido está siempre completamente satisfecho de sí mismo y, si se irrita, se vuelve peligroso atacando. Ni que decir tiene que el propio Dietrich fue ajusticiado por aquella estupidez nazi.
-Lo opuesto a la estupidez no es la inteligencia, sino la racionalidad. Los populistas están dispuestos a creer cualquier cosa porque no viven dentro de un cuerpo estructurado de pensamiento, sino dentro de un caos de prejuicios.
Donald Trump sólo tiene el mérito de ser un ejemplo sintético de la estupidez, un concentrado de sus principios. Pero no es ciertamente el único. Donald Trump representa, por así decirlo, el espíritu de los tiempos y lo hace muy bien. Hasta tal punto que quizá, si no existiera, habría que inventarlo. Porque a veces, incluso las sociedades, como les sucede a las personas, necesitan una sonora bofetada –ideal, moral, axiológica, y también, como en este caso, culturas, económica, política, social…– para reencontrar el sentido de la realidad, para darnos cuenta de que no somos los únicos en el centro del mundo, que a fuerza de contemplar sólo nuestro propio ombligo perdemos vínculos sociales, que el egoísmo no salva ni a los individuos (ni a los Estados: pronto lo veremos también en Estados Unidos). Y mucho menos a las sociedades porque nuestro cierre produce el cierre de los demás.
Que las estupideces presidenciales, en definitiva, sean de un tema, de otro temas, o de todos los temas, en forma de alambres de púas o de aranceles o de deportaciones o de…, o incluso simplemente de opiniones, excluyen –o se engañan creyendo que lo hacen– nuestros miedos, pero acaban encerrándonos, luchando contra nuestros propios fantasmas, con cada vez menos capacidades y recursos, porque sólo tenemos los nuestros… nuestros miedos.
Ya ha ocurrido en la historia, y puede volver a ocurrir, porque la vacuna contra la estupidez humana aún no se ha inventado, y nunca se inventará, y en cualquier caso siempre habrá antivacunas que se nieguen a tomarla. De hecho, nuestras defensas (¿inmunes?) se han debilitado en los últimos años ante la estupidez. Así que, o nos despertamos, nos miramos al espejo, nos damos cuenta de lo feos que nos hemos vuelto y sacamos las consecuencias, adoptando contramedidas ante la imbecilidad, o pagaremos el precio.
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