COP16 de biodiversidad Semillas violetas: Grandes mujeres y una académica perdida
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad ha sido la conferencia internacional celebrada del 21 de octubre al 1 de noviembre de 2024 en la ciudad de Cali.
| María del Carmen Molina Cobos
Es 31 de octubre, estoy en UniCatólica-Cali, una de las sedes de la COP16 de biodiversidad, eventos paralelos. Llego apuradísima, tarde a la conferencia que empieza en diez minutos. La conferencia es mía, muy importante, sobre la encíclica Laudato si´, la crisis de la biodiversidad y la inequidad en la distribución de la riqueza. Todo super académico. High level, pero solo hay una persona en la sala. No puede ser. Fuera suena la salsa de Joe Arroyo tocando “no le pegue a la negra”, a todo lo que da- “tendría que estar abajo”-me digo- “bailando”…
No llega nadie. Me desespero. En las salas colindantes hay un montón de talleres y expositores coloridos. No tengo tiempo para eso ahora. Entonces, aparece un ser de luz, una mujer tan dulce, tan servicial, parece incluso triste por mis apuros de académica histérica. “No se preocupe señora, yo le mando gente para su conferencia, pero, miré usted aquí, el trabajo de estas mujeres”. Le digo que sí, incluso me acerco a una. La mujer me empieza a mostrar sus trípticos con mariposas y pájaros de Cali. “Es nuestra biodiversidad”, trata de explicarme, pero la dejo con la palabra en la boca. No tengo tiempo. Tengo que ocuparme de la sala.
Mientras voy corriendo de un lado a otro en busca del técnico, la primera de las mujeres me va llenando la sala. En mitad de mi charla entro como en trance. Estoy hablando, contando la matraca, pero ya no me escucho y algo por dentro me dice: “se te quedo una cosa pendiente”. Intento concentrarme, pero ya sé que a Cali no fui a enseñar nada. Lo tengo claro. Me relajo. Después de la charla, algunos de los que amablemente dejaron sus quehaceres para escucharme me cuentan su experiencia de creyentes comprometidos con el Reino de Dios. ¡Buaaaa! De repente ya no quiero estar en la sala, ni escuchar más disparates. “Llévenme, llévenme a sus expositores y me cuentan por favor”. Les saco corriendo, siempre corriendo, porque cierran el recinto y se me acaba el tiempo de misionar porque, ahora lo veo, yo fui a Cali para esto y no para dar charlas a gente que sabe mucho más que yo. Cojo la grabadora y la conecto.
Santiago Aristizabal, es uno de los lideres de la comunidad católica que expone aquí lo que hacen desde la asociación “Cirineos de Santiago de Cali”. Los recicladores de oficio son hombres y mujeres que separan los materiales aprovechables de las basuras. Madrugan mucho y trabajan rápido antes de que el camión de la basura se lo lleve todo. Después venden los materiales y de eso viven. El trabajo es peligroso pues trabajar de noche en las calles de Cali no es seguro, especialmente para las mujeres. Además, el riesgo sanitario y la inestabilidad económica es evidente. Santiago me cuenta con ritmo caleño: “Los Cirineos de Cali, en una Iglesia muy sensibilizada a la luz de la encíclica Laudato si´, con el apoyo de monseñor Dario Monsalbe y el actual Obispo de la Archidiocesis, monseñor Luis Fernández Rodríguez, han desarrollado un proyecto de concienciación y emprendimiento con los recicladores y las recicladoras de oficio”. El proyecto también es educativo, pues va a los colegios, las parroquias y los centros dependientes de la diócesis donde animan a los todos a separar en origen de forma que los recicladores hacen acopio de los materiales sin peligro, en los centros, en un trabajo digno y seguro, lejos de la calle y las basuras. Después el material no se mal vende, sino que han desarrollado pequeñas cooperativas donde se transforman en materiales de construcción. En la actualidad, han establecido una red que moviliza unas 9.000 personas. Economía circular Laudato si´ en estado puro. ¡Y yo, tratando de explicar la redistribución de los materiales en mi charla! ¡Qué vergüenza me da!
Santiago me dice: si esto te emociona, entrevístala a ella, ¡ya verás! Ella es la primera mujer que encontré, el ángel de luz que tanto se preocupo por llenar mi sala. Se llama Luz, porque a veces Dios tiene que hablarme así de claro, si no, no me entero. Es comunicadora social y asistente para la vicaria del desarrollo humano integral de la Archidiócesis de Cali. Además de eso, tiene la voz mas dulce y melodiosa que haya escuchado en toda mi vida. Luz asesora, entre otros muchos proyectos relacionados con el cuidado de la Casa Común, uno que me pareció muy especial: “la corporación las violetas”. A la cabeza de esta corporación esta una gestora de convivencia y paz, una mujer que ha sufrido agresiones físicas y sexuales de género y también por los conflictos armados. Luz no me ha dado su nombre y yo tampoco le pregunté. Me cuanta Luz que el arzobispo al conocerla y también su proyecto, la acogió en Cali. Con el apoyo arrendo una casa que ha convertido en un espacio seguro para las mujeres. Cuando llegan, muchas de ellas terriblemente violentadas, tanto que ni hablan, ni levantan la mirada, se las acoge con cariño y comienza el “proceso de la escalera”. Empiezan por poner en tierra una semilla de una planta medicinal y se les explica que ellas son esa semilla y que ellas van a renacer. La matica se pone en el rellano de la escalera. Acogida en la casa cada mujer va cuidando su semilla y según va germinando y desarrollando, ellas van recibiendo ayuda física, emocional, psicosocial y espiritual, lentamente, subiendo escaleras, ellas con sus maticas. Hay que ayudarlas en el proceso de denuncia, en su salud mental, perdón y reconciliación, luego la espiritualidad y al final, se las empodera en la economía social y circular. El proceso puede durar meses o años. Al final cuando las mujeres tienen su economía de base y la matica ya creció totalmente, entonces, desde el último escalón de la escalera, se sube a la azotea y se festeja con alegría. Esa casa se considera un espacio bioseguro. Las violetas, que así se denominan, a diferencia de otros grupos, trabajan también la masculinidad positiva, con maridos, parejas, padres, hermanos que se reconocen violentos. Hombres y mujeres no se viven como amenaza si no que se reconocen dependientes, donde ellos, tienen que desaprender sus violencias y ellas aprender a convivir con hombres sanos ¡No es hermoso! Las plantas como terapia para hombres y mujeres castigados por una vida de violencia, a veces, extrema, ¡y yo toda mi vida dando clase de fisiología vegetal, sin enterarme de nada!
No hay que ser muy listo para entender que el trabajo que desarrolla Luz y las otras violentas es muy peligroso, en barrios infestados de violencia. Cuando le pregunto si tiene miedo, me dice que si, ya han sufrido riesgos y amenazas, pero en vez de retroceder, adelantan, utilizando otra estrategia y así, engañando al destino, vuelven a casa.
Luego, supe, por Luz, que la segunda mujer a la que deje con la palabra en la boca, ¿se acuerdan? en medio de mi locura académica, no tenía ni para pagar el pasaje que la llevo esa mañana hasta Unicatólica a presentar una maravilla de laminas de mariposas que ella misma había dibujado. “La maravilla de biodiversidad de acá, de Cali, mi señora, ¿la conoce usted?” No le compre nada, apenas si la escuchaba, me fui corriendo a mi sala, a mi conferencia. Cuando me di cuenta de a lo que, en realidad, yo había ido a Cali, quise volver para decirle muchas cosas, pero ya se había ido. Si algun día la vuelvo a ver, y yo sé que eso va a ocurrir, me gustaría decirle: No, mi señora, discúlpeme, pero no sé lo que es eso de la biodiversidad, ni por qué es tan importante ¿tendría usted un ratito para explicármelo?