Spielberg presenta un puente-mediador entre los espías y la verdad


Uno de los grandes narradores y productores de historias del cine nos ofrece en esta ocasión un ejemplo sobre un “ser humano firme” que logro mantener su integridad en medio de las presiones de los sistemas militares y de espionaje a finales de los años cincuenta en plena Guerra Fría. Explorando más el drama humano que el contexto socio-político nos muestra como incluso en el tiempo de los enemigos restan las personas y en medio de la violencia siempre puede abrirse una brecha para la bondad.
Spielberg nos ofrece dentro de sus películas basadas en la vida real como “La lista de Schindler” (1993), “Amistad” (1997), “Múnich” (2005) o Lincoln (2012) este homenaje al abogado-negociador James B. Donovan. Se trata de la historia de su actuación durante la Guerra Fría (1957) cuando tuvo que defender a Rudolf Abel , un espía soviético, que era llevado a juicio bajo la amenaza de la pena capital. Acusado por esta defensa de comunista vio amenazada tanto su persona como a su familia pero su integridad le hizo mediador en un arriesgado intercambio de prisioneros entre EEUU, la URSS y RD Alemania.
El guion de los hermanos Coen y de Matt Charman lleva el sello de los primeros acercándose al estilo del cine negro y de los dilemas morales. La actualidad del tema tiene que ver con el riesgo de que las democracias pierdan, en la lucha contra la violencia, el valor de las personas y de sus derechos. Lo que hace ver una inclinación más crítica de la que habitualmente nos tiene acostumbrados el director.
Las actuaciones de Tom Hanks como el abogado Donovan y de Mark Rylance como el presunto espía soviético Abel hace creíble un guion que en algunos momentos hubiera necesitado un tipo de realización menos clásica. Ambos sostienen una extraña amistad que procede de la coherencia y autenticidad de sus decisiones y su voluntad por llevarlas adelante. Mientras la mayoría de secundarios tienen a actuar como miembros de un sistema donde cada uno tiene reservados sus papeles mientras la contención narrativa eclosiona en las secuencias finales.
Resulta especialmente significativa la búsqueda de los pequeños resquicios, de puentes de intercambio, que surgen entre los intereses de los sistemas enfrentados a través del muro de separación. La plataforma del puente o la brecha del muro supone recobrar el valor de las personas adentrándose en la lógica del equilibrio de fuerzas y las apariencias para así saciar los intereses.
Parece ser que en la vida real, este abogado amigo de San Francisco de Asís, tuvo otros éxitos en su servicio de negociador y que en el epitafio de su sepultura se puede leer “Señor, haz de mi un instrumento de tu paz”. Interesante, pues Spielberg, esta vez en alianza con los Coen y de la mano de Tom Hanks, un trío de ases que probablemente podría haber dado más de sí en el caso de haber salido un poco de lo convencional.
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