Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Beber el cáliz: "De lo masculino a lo humano por el cuidado y la ternura"

Beber el cáliz: "De lo masculino a lo  humano  por el cuidado y la ternura"
Beber el cáliz: "De lo masculino a lo humano por el cuidado y la ternura" Jose Moreno Losada

Ser los primeros siendo los útimos: enigmas de hoy

Los cálices  que hemos de beber en la vida no son programados, a veces te llegan por donde menos los esperas, pero tú puedes beberlos o rechazarlos, ahí la tensión y el discernimiento. ¿Quién está dispuesto a perder?

Hace unos días una madre creyente y buena profesional,manifestaba que su hija pequeña se siente hombre y que están en proceso con ella para acompañarla y saber estar a su servicio de la mejor forma posible. Contaba que se le saltaban las lágrimas ante una fotografía de la hija cuando era pequeña y la retiraba, porque le dolía. La vivencia de un duelo, para poder acompañar la vida, cerrar lo que fue y entender lo que puede ser un nacimiento. Todo un caliz con tensión, amargura, dificultades... y aún así queriendo no perder la esperanza y el amor en el caminar y el acompañar de madre y familia, sin comprender bien lo que está ocurriendo. Más elegido es el cáliz de este amigo, traido como hecho de vida, que vive un proceso de realizar -convertirse evangelicamente-  su masculinidad de un modo nuevo, en la vertiende del cuidado y la ternura, sacándola de prejuicios e idelogías que tan marcados están en nuestro corazones y en nuestras mentes. ¿Éxito o servicio... poder o vida... amor o seguridades? ¿Quien está dispuesto a beber el caliz de una nueva masculinidad desde la ternura y los cuidados?

20 de octubre – Domingo, XXIX TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Marcos 10,35-45

En aquel tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Contestaron: «Lo somos». Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, está ya reservado».

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».

Al servicio de vosotros

La máxima podría servir teológicamente tanto para definir a Dios como a la Iglesia, “un Dios que no sirve, no sirve para nada”. Pero quien lo proclama no somos nosotros, sino que es el canto vivo del propio Señor en el encuentro y contacto que tiene con la humanidad a lo largo de toda la historia de la salvación.

La clave del éxodo, enraizada en la tesitura gratuita de la creación, es la constante en la que se autodefine Yahvé, cuando se llama a sí mismo que Él es el que es, el que se muestra en su propia hacer, porque ahí está su juicio. Nunca nos cansaremos de reconocerlo en sus sentimientos y decisiones más básicas para curar y liberar a su pueblo: «Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto, y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel…”

El sentido del descendimiento, del abajamiento es el referente para poder entender su presencia y su acción en medio de toda la realidad, especialmente en la debilidad.

“De lo masculino a lo humano, el cuidado y la ternura”

Libro Enrique
Libro Enrique Jose Moreno Losada

Me permito traer como hecho de vida la confesión y testimonio que una persona cercana ha escrito en un libro donde cuenta su proceso para comprender la masculinidad desde el cuidado y la ternura.Hombre de cuidados (Enrique)

En un libro testimonial y experiencial, “hombre de cuidados” de Enrique Delgado, pacense, con el que ha compartido proyectos y caminos, tenemos un ejemplo de andar por casa de que lo que es un cambio verdadero: los cuidados de siempre en un hombre nuevo. La humanización de la masculinidad para el encuentro de lo universal, de la armonía, de la equidad, de la riqueza mutua, del vivir y del sentir en otro orden de vida. Proceso que exige morir y entregarse para resucitar a un modo nuevo de entendernos y comprendernos.

El paro se convierte en lugar de reconstrucción, desde adentro, poniéndolo todo patas arriba como nos dirá el autor, tanto en la obra como en el blog donde ha ido compartiendo aventuras interiores y contemplativas de primer orden. Morir a una cultura, que no naturaleza, de la masculinidad que asegura según los cánones sociales impuestos, pero que limita y coarta las posibilidades reales de la grandeza de un interior que está llamado al encuentro y al amor más grande.

Para Enrique hay una base de fondo que es “dejarse hacer” y no imponerse a la realidad. Lo que supone una actitud de discipulado y humildad, eso que llamamos pedagógicamente aprender a aprender.  Él parte de una situación, en este caso provocada por el paro, se abre un juicio interior y compartido con la pareja, en libertad frente a lo establecido, se inicia un proyecto de acción y de transformación para vivir el momento y hacerse desde él, mejor persona y mejor compañero, entrando en la ciudadanía por el camino de lo verdadero y lo armónico, por la vía de una ecología que quiere ser integral, una apuesta radical por la vida.

La revolución del lebrillo: primero y último.

Pedro no lo entendía, ni Judas tampoco, así como Santiago, Juan y hasta la madre de ellos, según otro evangelista. Jesús presenta el Reino de Dios proféticamente, llevando las cosas fuera de lógica y orden puramente humano. En el esquema normal de la organización social y el orden, las cosas han de estar clasificadas y situadas en una dirección de menor a mayor. Las aspiraciones han de estar en la altura para poder lograr la satisfacción de lo propio, la mejor seguridad y el gozo del éxito.

La tentación de esta normalidad traspasa también las esperanzas mesiánicas y tergiversan las promesas divinas para el pueblo. Ellos esperan que Dios responda a los cánones de una retribución de tejas abajo. Creen que el mesías vendrá con poder y repartirá a sus más allegados cotas de su grandeza en orden creciente. No se quieren perder los primeros puestos de lo esperado. Incluso están dispuestos a lo que haga falta con tal de conseguirlo. No les falta ardor y pasión en el empeño de conseguir el éxito que les sitúe más arriba en la ponderación del mundo.

Jesús, en esta ocasión, no les reprocha como en otras esta falta de visión profética, pero pedagógicamente les pone ante la vivencia de su propia persona y su quehacer diario como hizo su Padre, en el pasado, con su pueblo. Les sitúa ante la dinámica del mundo y de los poderosos, las consecuencias que provoca esa aceleración de poder pervertido, y les invita a situarse en el seguimiento de su propia persona que no ha venido a ser servido sino a servir. Se trata del evangelio de la entrega, del que está dispuesto a perder su vida para ganarla de verdad. No ha venido a ser servido sino a servir.

Nos enlaza este texto con el lavatorio de los pies, que el evangelista, pondrá en el lugar de la institución de la eucaristía, como sacramento de la verdad de este mesías salvador. Ceñirse la toalla, arrodillarse, lavar los pies y secarlos, es lo que le define como hijo del Dios del éxodo que oye el grito, le duele y se baja para aliviar, curar, sanar, animar, consolar. La humanidad de Jesús es exaltada y recibe el nombre sobre todo nombre porque se ha abajado y ha encontrado el sentido  en el amor divino. Se ha dejado hacer por el dolor de la humanidad herida y perdida, sólo ahí está el poder del evangelio y la verdad del Reino de los cielos.

El seguimiento de Jesús y la incorporación a su gloria, pasa por el sacramento de la vinculación con su deseo de servir y de amar. No hay que llegar al poder para salvar, más bien hay que entrar en los sentimientos del salvador para que él nos pueda dar el poder de la libertad, el que nos posibilita hasta entregar toda la vida sabiendo que no se pierde, sino que se gana para siempre en aquel crucificado que ha resucitado y está siempre con nosotros. Y esto, incluso aunque aparentemente fracasemos en el mundo, terminando en cruz.

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