El arzobispo de Valencia percibe "un camino para un mayor protagonismo laical" Benavent: "Un Sínodo, por sí mismo, no cambia nuestras actitudes egoístas"
Le diría a los presbíteros "que intentan vivir en la Iglesia sinodalmente: escuchando, dialogando, reconociendo que todo bautizado es un sujeto activo de la Iglesia, fomentando la participación, reavivando la vida de los consejos que ya deberían estar en los organismos eclesiales; no sirviéndose de ellos como simples órganos ejecutores de decisiones tomadas... Ese es el espíritu del Sínodo"
"Creo que esta diócesis históricamente ha sido una diócesis en la que se han llevado a cabo muchos proyectos evangelizadores que todavía están muy vivos. Pensar que aquí sólo vivimos de teorías no es cierto. Si vamos a otros lugares, nos damos cuenta de la riqueza de vida que existe en esta diócesis"
(Cresol).- En esta nueva entrevista con el señor arzobispo Enrique Benavent se nos invita a vivir esperanzadamente en nuestra Iglesia local. Queremos profundizar en la realidad de la Iglesia local valentina desde su dinamismo sinodal. Agradecemos las palabras del señor arzobispo, que nos invitan a buscar la unidad y el mejor diálogo con una eclesiología de comunión. El señor arzobispo nos propone sus propias ideas con el sentido que da la fe. Buscamos juntos la voluntad del único Señor.
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¿Cómo definiría usted lo que se está viviendo en Roma estos dais con motivo de la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo?
Creo que se vive una experiencia de eclesialidad, en la que hay momentos de oración, de escuchar juntos la Palabra de Dios, de diálogo sobre cuáles son los retos de la Iglesia en el momento actual, de conocimiento mutuo entre iglesias que provienen de otros ámbitos culturales y que, por tanto, tienen retos que a menudo no son los nuestros.
En definitiva, un momento que puede ser importante para aconsejar al Papa sobre los caminos de la Iglesia de cara al futuro. De todas formas, no podemos olvidar que el sínodo no es escucharnos unos a otros, sino escuchar juntos la Palabra del Señor a la luz de la Tradición eclesial para descubrir cuáles son los caminos de la Iglesia en el momento actual. Si esto no se da, se convertirá en debate ideológico.
¿Un Sínodo de reconciliación entre diversas tendencias (teológicas, antropológicas, pastorales...) existentes en la Iglesia actual?
Por lo menos de conocimiento mutuo y de diálogo. Es un primer paso y muy importante. En cualquier caso, en el diálogo teológico para llegar a convergencias teológicas se debe partir de los principios comunes y no de las diferencias. Así es como se ha ido haciendo el diálogo ecuménico en temas importantes como, por ejemplo, la doctrina de la justificación. No se trata de ver quién gana.
¿Un Sínodo para una mayor solidaridad con los cristianos mártires en buena parte del mundo?
Ciertamente, las iglesias que no gozan de libertad para vivir la fe y anunciar el Evangelio son un llamamiento a nuestra conciencia. Nosotros, que tenemos esa libertad, hemos dejado de valorar la fe. Aquellos que cada día deben luchar por ella la valoran más que nosotros. Y Occidente, en su comodidad y bienestar acepta como algo normal que haya cristianos que sean perseguidos por su fe. Un llamamiento a nuestra conciencia y a la de aquellos que tanto hablan de libertades.
¿Un Sínodo para combatir las principales enfermedades doctrinales, existentes en la actualidad de la Iglesia?
No creo que sea ésta la finalidad de este sínodo, al menos en lo que resalta a primera vista.
El Vaticano II reconoce que el Espíritu suscita nuevas realidades que edifican a la Iglesia; que el ministerio y los sacramentos no son el único ámbito de su actuación. En esto debe ser un sínodo abierto, para saber identificar dónde están los frutos del Espíritu
¿Un Sínodo genial, revolucionario, con expertos en pastoral, para emprender las reformas pendientes en una Iglesia para el siglo XXI?
Ciertamente, participan expertos en pastoral y eclesiología. Pero a menudo los métodos pastorales que conectan con las nuevas generaciones no se programan ni en los despachos ni en las reuniones. El Vaticano II reconoce que el Espíritu suscita nuevas realidades que edifican a la Iglesia; que el ministerio y los sacramentos no son el único ámbito de su actuación. En esto debe ser un sínodo abierto, para saber identificar dónde están los frutos del Espíritu.
¿Percibe usted cierto cansancio episcopal provocado por un montón de documentos preparatorios y por la cantidad de reuniones a veces vacías?
Ciertamente, desde que se inició este proceso sinodal se han publicado muchos documentos, y esto puede cansar porque todavía no se ha llegado a muchas concreciones; pero creo que cada documento aporta siempre alguna perspectiva interesante, y esto es lo que debemos ver, porque es lo que nos puede inspirar de cara al futuro. Lo que no debe hacerse es pensar que todo esto no sirve para nada.
¿Qué diría a los presbíteros que califican el acto del Sínodo de burocrático, de esterilizante, de falta de creatividad?
Que intentan vivir en la Iglesia sinodalmente: escuchando, dialogando, reconociendo que todo bautizado es un sujeto activo de la Iglesia, fomentando la participación, reavivando la vida de los consejos que ya deberían estar en los organismos eclesiales; no sirviéndose de ellos como simples órganos ejecutores de decisiones tomadas... Ese es el espíritu del Sínodo.
¿Un acontecimiento que anuncia el papa Francisco como algo mucho mayor o importante de lo que realmente acabará siendo?
Los frutos de los procesos eclesiales se ven a largo plazo. Todavía hemos de ver muchos frutos del Vaticano II. Estoy convencido de que este sínodo nos ayudará a que en la Iglesia estamos llamados a vivir en comunión, a compartir la misión ya participar de la vida eclesial. No me atrevería a hacer de profeta sobre los frutos de ninguna iniciativa eclesial.
¿Una cierta decepción en muchos seglares causada por la imposibilidad de aceptar algunas propuestas innovadoras, para el protagonismo laical?
Supongo que algunos pueden estar decepcionados porque sus propuestas no acaban de entrar. Ahora bien, un sínodo no es un parlamento en el que se vota. Es una asamblea consultiva. Al final entrará lo que el Papa quiera. Es pronto para ver cuáles serán las propuestas concretas aceptadas. Lo que veo es una línea de subrayar el fundamento y la dignidad común de todos los bautizados. Y esto es un camino para un mayor protagonismo laical. Pero los procesos en la Iglesia piden su tiempo.
Frente a los deseos de determinadas iglesias en temas como el celibato, la pastoral LGTBIQ+, las mujeres diaconisas... ¿Conviene dejar fuera las cuestiones controvertidas?
En relación con el celibato o el diaconado de las mujeres, no sé si esos temas son expresión de deseos de determinadas iglesias o de algunos grupos muy concretos. Son cuestiones en las que no todas las iglesias cristianas están de acuerdo. Incluso, diría yo, tampoco son temas que los veo muy presentes en nuestras parroquias. Respecto a la pastoral LGTBIQ+, evidentemente, las actitudes hacia las personas que viven algunas de estas situaciones han cambiado y el acercamiento pastoral no puede ser el de épocas pasadas (el Papa con sus gestos nos lo recuerda). Hoy somos conscientes de que debe tenerse hacia todos actitudes de respeto; invitando a recorrer el camino de la santidad y de la vida cristiana.
Asumiendo que algunas demandas mundiales sobre el cambio climático son justas, ¿qué es lo que específicamente le corresponde decir a un Sínodo?
Un sínodo no puede tratar todos los temas. No sé si este tema entra dentro de las cuestiones que se van a tratar o aparecerán en el documento final. Lo que está claro es que estamos ante una cuestión que forma parte de la doctrina social de la Iglesia y tiene relación con la justicia y el deber de dejar un mundo más habitable para las generaciones futuras. El Papa ha insistido en su magisterio sobre este tema y debemos escucharlo.
Continuamos con la necesidad de afianzar políticas sociales frente al capitalismo y el comunismo. Para superar visiones unilaterales, ¿qué es lo que no le corresponde decir al Sínodo?
Diría lo mismo que en la pregunta anterior. La Iglesia tiene una doctrina social, a menudo muy desconocida, y ésta es su aportación como tal Iglesia a la construcción de una sociedad más justa. Se trata de una reflexión de carácter ético y moral, no un programa político. La traducción de estos principios en programa de actuación política corresponde a cada uno con su responsabilidad. En cualquier caso, el carácter cristiano de los programas políticos no sólo se manifiesta en el contenido de los programas, también en el modo de llevarlos a cabo. Buenas ideas aplicadas sin espíritu cristiano y sin caridad, por sí mismas no edifican la Iglesia ni hacen bien en nuestra sociedad.
Vivimos en una sociedad global de grandes egoísmos individualistas. «Cada uno en su bola», decimos a menudo. Este Sínodo ¿podría aportarnos a los valencianos una forma más evangélica de andar juntos?
Todas las actividades eclesiales deberían llevarnos a superar los egoísmos individualistas. Es el espíritu del Evangelio, no sólo del sínodo. Un sínodo, por sí mismo, no cambia nuestras actitudes egoístas. Debemos vivir procesos de conversión interiores. No debemos pedir a las cosas más de lo que pueden dar. Pensar que el Sínodo lo solucionará todo es pedirle demasiado.
La comunión es algo más que la unidad: es la unidad que nace del encuentro, del diálogo, del amor entre las personas. La unidad puede ser impuesta y por sí misma no es comunión. Tal vez debemos insistir en la necesidad de crecer en esta actitud
Se está tratando el tema "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión". Los valencianos somos perseverantes en las propias ideas y muy defensores culturalmente de lo más nuestro. ¿Nos comenta los beneficios de esta visión?
La comunión es algo más que la unidad: es la unidad que nace del encuentro, del diálogo, del amor entre las personas. La unidad puede ser impuesta y por sí misma no es comunión. Tal vez debemos insistir en la necesidad de crecer en esta actitud. La participación en la vida eclesial nace de un compromiso por el Evangelio, no de un programa ideológico; de un aprecio a la comunidad, no de querer llegar a tener poder. La misión nos afecta a todos, pero debe vivirse en nuestro mundo, no únicamente dentro de la Iglesia. Tal vez necesitamos entender bien el significado de estas palabras y pensar que, para vivirlas correctamente, no debemos olvidar que el horizonte de la Iglesia no es ella misma, sino el mundo.
¿Qué pequeños pasos debemos dar en nuestra diócesis para avanzar juntos —ahora y aquí— en la verdadera comprensión del Dios de Jesús?
Todo camino comienza por pequeños pasos: no juzgarnos; no subordinar mi participación en la vida eclesial a que se aceptan las propias ideas; valorar los instrumentos de participación existentes; crear vínculos de comunión entre parroquias y movimientos; participar en los ámbitos de diálogo de los arciprestados; escuchar a quienes participan en la vida eclesial; alegrarnos por los frutos de vida cristiana que existen en nuestras realidades eclesiales; no ceder al pesimismo que únicamente nos hace ver lo que no funciona... Únicamente desde estos ambientes se puede avanzar en la vida eclesial.
Los valencianos destacamos por nuestro carácter mediterráneo, abierto y desinhibido. ¿Necesitamos más concreciones y menos abstracciones?
Creo que somos creativos. Las concreciones deben hacerlas cada uno desde la realidad eclesial en la que vive y trabaja. Estamos abiertos y acogemos muchas experiencias eclesiales que vienen de fuera si vemos que nos aportan algo positivo.
Estamos contentos de pertenecer a la Iglesia de Valencia, pero ¿acaso nos hacen falta más proyectos y menos teorías?
Creo que esta diócesis históricamente ha sido una diócesis en la que se han llevado a cabo muchos proyectos evangelizadores que todavía están muy vivos. Pensar que aquí sólo vivimos de teorías no es cierto. Si vamos a otros lugares, nos damos cuenta de la riqueza de vida que existe en esta diócesis.
Somos «fartones», buenos comedores, y nos encanta reunirnos con amigos en torno a la mesa con cualquier excusa. «Paella para todos», decimos en el patio de la parroquia. ¿Buena propuesta intercultural e interreligiosa para nuestra diócesis?
Todo lo que sea favorecer el encuentro con cualquier persona ayuda a vivir en un mundo de hermanos. Debemos ser conscientes de las dificultades y no caer en los prejuicios que nos paralizan. El encuentro entre las personas siempre es más fácil que el diálogo institucional, para el que a menudo nos cuesta encontrar caminos. Pero no nos desanimamos.