Los niños a la escuela¡

Marisa y Paula en el aula

Desde hace unos días, vuestros nombres van a estar unidos, quizá para toda la vida, al menos en el corazón de Paula. Ella cumple sus tres años y, tras haber gozado en la guardería con sus cuidadoras y profes –especialmente Elena-, da un paso muy importante al escolarizarse en el que, si Dios quiere, va a ser su colegio durante muchos años.

En estos mismos días estoy comenzando yo, en la facultad, con las alumnas –algún varón también- de cuarto de educación infantil. Al comenzar mi materia de pedagogía y didáctica de la enseñanza religiosa escolar –esa asignatura tan traída y llevada, por ello maltratada, aunque la eligen una gran mayoría de familias- trato de reflexionar sobre la interioridad del ser humano, su dimensión transcendente, y les interpelo sobre su propia interioridad y consciencia. Lo hago con una sencilla pregunta: ¿por qué, para qué y para quién estudias?, y nos adentramos en la comprensión de lo que es el bien externo de las profesiones, aquello que se consigue con cualquier profesión, como el sueldo, el reconocimiento, la satisfacción personal…, y descubrimos lo que es el bien interno del quehacer profesional, aquello que justifica la profesión que es la necesidad que tiene el otro y que yo atiendo con mi trabajo y mi saber.

Pues sí, Marisa, tú vas a trabajar con Paula, porque ella te necesita para crecer integralmente, vas a colaborar con su familia en esta tarea. Para ello van a depositar en ti toda su confianza y Paula todo su corazón y su persona. La vas a moldear y vas a dejar en ella una huella imborrable. Ella ya sabe tu nombre y te quiere, sin haberte visto, sé que tú también la quieres a ella y miras su nombre con cariño en la lista junto a sus demás compañeros.

Los padres irán con muchas expectativas, yo que soy el tío abuelo, te pido –quizá cosa ya de viejo- que cuides especialmente el desarrollo de su interioridad, sus sentimientos buenos, su conciencia, la dimensión trascendente de su persona para que entienda su mundo, se conozca poco a poco a sí misma y se acepte, para que sepa amar a los demás y, si ella lo descubre y lo quiere, que Dios la habite en su interior y la fundamente, para que nunca le falte el verdadero amor. La vida me ha mostrado que todo lo demás viene por añadidura.

La vivencia de este inicio escolar de Paula me ayuda a volver a aquella escuela pública de Granja de Torrehermosa, en la que comencé a dar mis primeros pasos de estudio y búsqueda de mi persona, de mi saber hacer, saber estar y saber ser. Siempre rodeado de un equipo de maestros, conocidos en el pueblo, a los que su propia profesión les exigía una responsabilidad ejemplar incluso como ciudadanos. Yo me siento eternamente agradecido a aquella escuela y doy gracias a Dios por todo el proceso vivido en el pueblo. Os invito a recordar esos comienzos y a orar agradecidos por lo que la escuela ha sido en nuestras vidas.



José Moreno Losada

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