Consecuencias de actuar como hospital de campaña

La población mundial supera los 7000 millones de habitantes. Sobre el papel todos iguales en dignidad. Pero, en la práctica, sólo el 20% vivimos en la “sociedad del bienestar”. El 80% restante sobrevive en situaciones de precariedad.

Desde el año 1969 la humanidad se ha duplicado. ¿Hay recursos para todos? ¿Es posible que todos tengan acceso al agua, alimentos, servicios de salud, educación?.

La solución será muy dificil mientras persistan las asimetrías actuales que dan lugar a que unos cuantos “los bienestantes” tengamos de todo mientras la mayoría vive en condiciones inhumanas.

Sí es posible que haya recursos para todos. Pero se precisa para ello un cambio radical. Ese del que habla la encíclica Laudato Si.

El papa Francisco está haciendo referencia, casi permanente, al problema del hambre, la salud y el dolor de los más desgraciados de la tierra.

Son signos de esperanza. Y debemos no solo aferrarnos a ellos sino comprometernos a impulsarlos.

Con los pies en la tierra debemos ser conscientes de que, esas declaraciones de nuestro Papa, van a contracorriente de lo que hasta ahora ha sido lo política y eclesiásticamente correcto. No debemos sorprendernos, por ello, si surgen voces críticas y campañas de desprestigio.

Tenemos a nuestro favor la convicción de que el acercamiento y apoyo de la Iglesia a los más necesitados deriva de la radicalidad que emana del Evangelio.

Un tiempo de crisis y de vacío existencial como el actual es propicio para que surjan nuevos liderazgos. El del Papa Francisco muestra sencillez y austeridad; inspira confianza; y trasmite coherencia. No es de extrañar, pues, que mucha gente lo reconozcamos como nuestro pastor.

Lo deseable es que esa gente demos un paso adelante para hacer que la Iglesia sea un auténtico “hospital de campaña”, especialmente para los más necesitados.
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