Un ángel en mi camino

Los ángeles no son el centro de la fe, pero transmiten la imagen de un Dios amante del ser humano y que envía a sus ángeles para que nos acompañen.

Lo dice Anselm Grün en su libro “Un largo y gozoso camino”. El ser humano, dice, desea algo que dé sentido a su vida y para conseguirlo no necesita luchar encarnizadamente, en solitario, pues un ángel del amor le acompaña y le lleva al amor.

En el deseo de transcendencia saltamos por encima de este mundo. “El deseo hace que las cosas florezcan”, decía Marcel Proust. Y, efectivamente, al contemplar la vida con el deseo de plenitud ésta empieza a florecer. Por eso ese deseo nos proporciona sosiego y paz interior.

Si tuviera que ser un ángel, dice Grün, “me gustaría transmitir a los seres humanos la idea de que Dios los ama a todos sin limitaciones; que les proporciona la verdadera libertad y cura todas y cada una de sus heridas. Desearía animarlos asimismo a abrir sus corazones y dejar que entrara en ellos Dios con su amor. Desearía decirles también que no deben juzgarse a sí mismos, porque Dios los acepta tal como son y les ofrece el camino del arrepentimiento y la renovación. Y que si siguen ese camino su vida será una vida plenamente lograda”.

Para mí ha sido una lectura gozosa. He sentido, por momentos, que un ángel me acompañaba y me ponía en contacto con mis posibilidades interiores. Y he querido, por ello, dedicarla a mi hija Lucía en su cumpleaños.
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