La corrupción es una lacra social que nos interpela a todos

Las encuestas del CIS siguen poniendo de manifiesto la preocupación de los españoles por la corrupción. Lo malo de esos datos es que sirven para constatar que la corrupción existe. Lo bueno es que reconocer que la solución es un problema importante supone un primer paso para su resolución.

Lo deseable sería que no solo nos preocupara sino que también nos ocupara. ¿Qué hacer para que eso ocurra?

Lo primero es reconocer que los culpables no son, únicamente, los políticos. Porque a los políticos los elegimos los ciudadanos. Y mientras la tolerancia social ante la corrupción sea grande, y la picaresca no esté mal vista, las leyes de los políticos tendrán una eficacia reducida.

Si queremos no solo preocuparnos ante la corrupción sino también ocuparnos necesitamos no ser colaboracionistas; no pasar página a los escándalos que nos rodean; no comulgar con ruedas de molino.

Necesitamos estimular los valores cívicos; fortalecer nuestro sentido crítico; exigir que se premie al que obra bien y castigar al que obra mal.

Necesitamos estimular una cultura de integridad y de respeto a la legalidad. Caracterizada porque el que la hace la paga; porque diferencia entre comportamientos irresponsables y responsables; porque no todo vale.
Necesitamos arrimar el hombro para dar fuerza, solidez y consistencia a una sociedad civil que debemos hacer despertar.

Se precisa, para ello, un gran esfuerzo educativo. Desde el convencimiento de que la regeneración ética es necesaria, posible y deseable.
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