Por qué preocupa al Papa la naturaleza?

La crisis económica que padecemos además de desenmascarar la avaricia y la doble moral imperantes ha puesto de manifiesto un comportamiento irresponsable ante la naturaleza. Y ha generado una crisis medioambiental, derivada del hecho de que estamos consumiendo los recursos del planeta de forma mucho más rápida que su renovación. ¿Acaso no deberíamos cuestionarnos cómo contribuir como cristianos a hacer de este mundo un lugar más sostenible?

Estamos viviendo del capital de la tierra, no de sus intereses. Muchos de los objetos que tiramos tardan años en degradarse. Y eso produce un daño medioambiental difícil de solventar.

Una lata de refresco puede necesitar 10 años de lluvia y humedad para que el óxido la cubra totalmente. El aluminio de un envase de tetra-brik tarda 20 años en degradarse. Las bolsas y botellas de plástico pueden tardar 100 años. Otros productos pueden tener zinc, cromo, arsénico, plomo o cadmio, que son componentes altamente contaminantes y que permanecen durante muchos años como agentes nocivos.

Hay datos fehacientes de que la temperatura del planeta está aumentando. Muchos estudios sostienen que no es un proceso natural, sino una consecuencia de la acción del hombre. Y pronostican un cambio climático importante e impactante.

La opinión pública se mueve entre la incredulidad, la apatía, el pesimismo y el catastrofismo. Y ninguna de esas opciones es buena, pues no ayuda a solventar el problema.

Las soluciones técnicas y políticas no solo son necesarias sino imprescindibles. Pero hace falta, también, un cambio cultural que vaya a la raíz del problema ecológico, cuestionando el consumismo y fomentando otros valores.

En la línea anterior Benedicto XVI dijo que la crisis debe obligarnos a "revisar el camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso". El Papa Francisco se va a pronunciar muy próximamente sobre estos asuntos.

Actuar responsablemente pasa por preocuparse y ocuparse por el futuro. Requiere tomar conciencia de que nuestra vida depende, en gran medida, de la de los demás; que el bien individual y el bien colectivo son inseparables; que el problema ecológico es un problema de justicia interplanetaria. Y si eso es así la religión puede y debe decir algo ante el problema ecológico.
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