¿Se puede dialogar con el islam?
Cuando en 2014 Al Bagdadi se autoproclamó califa y anunció la creación de un Estado Islámico (EI) con unas fronteras sin definir, ese día, se declaró la guerra a los musulmanes pacíficos, a los europeos y al resto del mundo.
Cuando consultamos el Corán, y algunas de sus interpretaciones, resulta evidente que el islam experimentó diversas fases de violencia. Algunos de sus versículos ordenan luchar con las armas hasta que el islam triunfe.
Pero hay que contextualizarlos: en el año 622 el profeta tiene enemigos que no solo no creen en su mensaje, sino que intentan matarlo.
El reconocimiento del mensaje divino con frecuencia ha ido acompañado de tragedias. No hay más que ver la historia de las religiones. Pero aquello sucedía hace 15 siglos, en unas circunstancias y un contexto determinados.
No tiene sentido hacer una lectura estrecha, simplista y falsa, que es la que se impuso desde el siglo XVIII, cuando Mohamed Abdel Wahab, un teólogo saudí, aplicó el dogma de la sharía, que ha dado lugar a ese islam rígido e integrista.
Aunque minoritarios, algunos musulmanes son conscientes de la urgente necesidad de introducir reformas y revisar algunos textos que son inaplicables y se han quedado caducos para el siglo XXI. Son musulmanes que están a favor del laicismo, de la enseñanza de los principios de tolerancia y respeto, de los valores humanistas.
La visión del islam radical seduce a unos chicos de identidad poco consolidada que se imaginan que en ese combate hallarán su razón de ser y de vivir. Eso es posible porque en la mayoría de los países musulmanes el sistema democrático no está realmente establecido; porque la sociedad occidental al no dar una oportunidad a los jóvenes de origen inmigrante ha facilitado que se sientan atraídos por ese fanatismo donde creen haber encontrado la identidad que los reconforte y les dé seguridad.
¡Lo paradójico es que su razón de vivir los conduzca a morir como mártires con la promesa de un paraíso!
Algunos se van a Siria y a Irak por estos motivos. Otros lo hacen porque el EI es rico y paga a sus combatientes con mucho dinero.
Recuperar la tercera parte de Irak y la cuarta parte de Siria, ocupadas por el EI, con bombardeos es una mala solución. La solución ha de llegar de los propios países musulmanes. Tardará en dar sus frutos, pero se podría empezar por pequeños pasos, tales como revisar los manuales escolares, poner en práctica una pedagogía ambiciosa para luchar de manera profunda y objetiva contra la ignorancia, contra esas desviaciones que llevan al terrorismo y a ese miedo absurdo al islam y a los musulmanes.
Resumen de lo publicado por Tahar Ben Jelloun, escritor marroquí, ganador del premio Goncourt y autor del libro El islam que da miedo (Alianza).