Un relato sobre lo mejor y lo peor de la naturaleza humana
La frase anterior se dice en la película “Suite Francesa”, que gira en torno a la vida en un pequeño pueblo francés, ocupado por los nazis durante la II Guerra Mundial.
El guión procede de una novela de Irene Nemirovsky, hija de un judío ucraniano que llego a Francia en su adolescencia huyendo de la Revolución Rusa. Aunque se había convertido al catolicismo en la II guerra mundial tuvo que huir de nuevo y murió en Auschwitz. El manuscrito quedó en una maleta y reapareció en 2004. Desde entonces, ha tenido un gran éxito de crítica.
En momentos de barbarie como la ocupación nazi de Francia todo resultó alterado. Las clases socialmente menos favorecidas trataban de tomarse la justicia por su mano; la certidumbre del mundo anterior se desmoronaba; la libertad quedaba anulada; la justicia brillaba por su ausencia; y la situación bélica se aprovechaba para delatarse unos a otros y para mantener los privilegios del Antiguo Régimen.
La película transcurre entre la exquisitez del relato y la crueldad de los hechos. Y en medio del caos, el terror y la brutalidad, surge el amor entre una campesina francesa, cuyo marido es prisionero de guerra en Alemania, y un oficial invasor, que antes de la guerra era compositor y está creando una “Suite francesa”.
En el contexto de aquel caos y destrucción, la película presenta el lado oscuro del ser humano, su naturaleza cobarde y su lucha por sobrevivir. Pero presenta, también, las batallas interiores que se libran inmersas en grandes acontecimientos de la humanidad; el cambio que se puede producir en las personas; la actitud moral, la valentía, y la solidaridad que surgen en determinados personajes en momentos de crueldad y muerte.