En #PLACER FEMENINO, el documental de Barbara Miller Doris Wagner: “Un sacerdote me violó tantas veces que casi me costó la vida”
Las religiones han considerado, durante miles de años, a las mujeres poseedoras de impureza y, por tanto, responsables de esconder sus cuerpos
En India, cuna del kamasutra y de, paradójicamente, el matrimonio pactado como costumbre, cada dos horas se viola a una mujer
La artista japonesa Rokudenashiko fue acusada de obscenidad por hacer el molde de su vagina
La artista japonesa Rokudenashiko fue acusada de obscenidad por hacer el molde de su vagina
| Lucía López Alonso
Una Eva con manzana da paso a la Venus de Botticelli. Que da paso, a su vez, al fotograma del famoso anuncio de Dolce&Gabbana que nunca ha sido prohibido, en el que un grupo de hombres tiene acorralada contra el suelo a una mujer, en una actitud agresiva e intimidatoria que se vende como erotismo. Este carrusel de imágenes, contrapeadas con las de multitud de hombres rezando según los ritos de judaísmo, cristianismo, islam e hinduismo, da comienzo a #PLACER FEMENINO, el documental de Barbara Miller que está estos días en algunas carteleras españolas. Las protagonistas son cinco mujeres, cada una procedente de una cultura diferente. Sin embargo, la historia de todas ellas es la misma: la del patriarcado como religión universal. La de las doctrinas y creencias que han considerado, durante miles de años, a las mujeres poseedoras de impureza y, por tanto, responsables de esconder sus cuerpos y de impedirse a ellas mismas el placer.
Mirando la plaza de San Pedro, una mujer laica reflexiona sobre la Iglesia Católica, a la que define como una “guarida de ladrones”. Se trata de Doris Wagner, la protagonista europea de este documental. Una superviviente de uno de los más terribles abusos de poder que existen en el Vaticano, el de los sacerdotes que explotan sexualmente a las religiosas que tienen cerca. Ella era joven y monja. En Roma estaba sola. Pasó cinco años en la comunidad de Das Werk, en la que sus hermanas y ella convivían con religiosos. “Un sacerdote me violó tantas veces que casi me costó la vida”, confiesa Wagner en el documental.
Cuando se decidió a contarle a la superiora que el padre Burkhart la forzaba, ella le dijo que “la perdonaba”. La superiora la perdonaba a ella. A la víctima. Porque dentro o fuera del clero la mujer es la que debe cuidarse de no tentar al hombre. Porque en el convento “la virginidad del corazón era lo que contaba”. Más que el cuerpo. Más que los sentimientos. Más que el consentimiento. “Pierdes la habilidad de pensar por ti misma”, concluye D. Wagner.
Otro testimonio visibilizado en el documental es el de Deborah Feldman, que nació en una comunidad jasídica, que practica el judaísmo ortodoxo. Se crió escuchando a su abuelo, que consideraba a las mujeres “incapaces de profesar una fe ciega” y a los 17 años ya estaba yendo a “clases de boda”. Porque en su comunidad los matrimonios no tardaban en concertarse. Para Feldman todo ocurrió prácticamente a la vez: casarse con su marido, perder la virginidad y quedarse embarazada. Tener que cumplir las reglas, como mujer y en seguida también como madre y esposa, de un canon escrito por hombres. Por “rabinos fundamentalistas que nos obligaban a bañarnos al terminar de menstruar, para dejar de estar impuras”, apunta Feldman.
Cuando reunió el coraje, Deborah huyó de su comunidad llevándose con ella a su bebé (“la palabra ternura no existe en yiddish”). “Me escribieron desde mi comunidad, pidiéndome que me suicidara, y me acusaron de ser culpable de otro holocausto”, cuenta desde Berlín en #PLACER FEMENINO. Al final, escribió su historia en un libro (Unorthodox) y pudo exorcizar el pasado.
Historias personales, problemas globales
Vithika Yadav es la fundadora de El amor importa, una plataforma web que trata de divulgar educación sexual sana y segura entre la población de India. Cuna del kamasutra y de, paradójicamente, el matrimonio pactado como costumbre (así como de diversidad de libros sagrados tan misóginos como los pertenecientes a la tradición occidental), India es un país en el que las mujeres son violadas cada dos horas. “También se mata por honor. De género, de casta, de religión, de familia…”, declara Yadav en la oficina de Love Matters. La activista afirma que el amor importa porque hay que hablar de sexo y de afectos con naturalidad para poder después hablar de abusos.
Según avanza el documental, se van intercalando unos testimonios con otros. Como el de Rokudenashiko, artista plástica acusada de obscenidad por hacer un molde de su vagina. Mientras se la ve dibujando tiras de manga, la japonesa reconoce que ninguna ilustradora ha podido reflejar sus genitales en su trabajo. Que la sociedad japonesa es pudorosa respecto a los órganos sexuales femeninos, pero no para permitir que el sintoísmo celebre la fertilidad paseando por las calles enormes representaciones de los masculinos.
“Pinté el tsunami de Fukushima sobre el molde de mi vagina. Luego amplié su escala y la convertí en una piragua… después me arrestaron”, relata Rokudenashiko, quien se convirtió en la primera artista del país acusada de obscenidad. ¿Habría ocurrido eso si el arte digital genital hubiera pertenecido/representado a un hombre? “Japón permite historietas en las que las niñas son violadas”, señala Rokudenashiko, que finalmente fue absuelta. En una escena del documental absolutamente acertada, se observa cómo se maquilla frente a un espejo (de nuevo libre, sonriente, ofreciéndose a sí misma el placer de sentirse bella) mientras su voz en off recuerda su paso por la cárcel.
La fundadora de 'TheGirlGeneration' recorre el mundo sensibilizando a las comunidades que practican la mutilación genital femenina, para erradicarla
Por último, la historia personal de Leyla Hussein se descubre al espectador como ejemplo de un problema global que afecta a 200 millones de mujeres en el mundo: la mutilación genital. Hussein explica que, cuando de niña la mutilaron, perdió la confianza en todos sus seres queridos. Su hermana pasó antes y Leyla la oyó gritar. Cuando llegó su turno, abrieron sus piernas, la sujetaron y lo sintió todo. “Ahora podemos jugar contigo”, le dijeron las compañeras en la escuela, cuando se enteraron de que ya había sido mutilada. “Por este pensamiento, muchas mujeres han creído que para ser buenas madres debían mutilar a sus hijas”, cuenta la activista somalí. “Soy africana y amo mi cultura. Pero abomino la ablación”. Fundadora de TheGirlGeneration, recorre el mundo sensibilizando a las comunidades que practican la mutilación genital femenina, para erradicarla. Su hija no ha sido mutilada, y eso es el mayor orgullo de L. Hussein. Aunque le hayan escupido por la calle por su activismo. Aunque el sexo y el parto para ella no hayan sido más que el déjà vu de su mutilación. Aunque cada día sienta la herida a través de la que las tradiciones patriarcales lograron negarle el placer sexual de por vida.
“Que así sea”. El sufrimiento y no el placer en el cuerpo de la mujer. “Todos los hombres de la Biblia fueron pecadores antes que santos. Pero María… Ella tiene una espada en el corazón y no se queja”, dice Doris Wagner casi al final del documental. Su caso se cerró y el sacerdote agresor “sigue en funciones, en un puesto importante”. Ella escribió una carta en busca de esperanza al Papa Francisco, que no respondió.