Normalmente no tienen porqué existir cambios bruscos, si bien, sin excepción, pasamos por experiencias complicadas y difíciles. Son momentos que pueden durar un tiempo imprevisible que poco a poco somos capaces de superar; si bien el acontecimiento vivido marcará nuestro presente y futuro.
Esta experiencia también se puede trasladar a la sociedad en general; por esta razón es preciso que se busquen soluciones conjuntas que nos ayuden a plasmar un ambiente equilibrado y reflexivo sobre lo que nos esté tocando vivir.
A nivel individual la reflexión nos conducirá a sentir una gran sensación de equilibrio y éste nos adentrará en la vía de la razón. Si esto lo logramos habremos inaugurado un cambio de rumbo que favorecerá unas relaciones cargadas de positividad. Si somos capaces de descubrir los puntos positivos que existen entre las personas se podrá establecer un programa de trabajo que fomente una sociedad más humana.
El Papa Francisco recientemente se ha dirigido al tejido empresarial y les ha hablado de la economía social, desde luego un reto para transformar los viejos indicadores económicos por unos nuevos que puedan resultar más atractivos para fundamentar las relaciones económicas que nuestro tiempo necesita.
Lo que es cierto es que la Covid está influyendo el presente y seguirá marcando, en el futuro, los parámetros económicos.
Las relaciones económicas deben introducirnos en la economía social y ésta, a su vez, generar riqueza social.
Para que esto sea posible es imprescindible que el tejido empresarial, el tercer sector y los responsables políticos realicen alianzas y proyectos conjuntos, en donde el obtener una rentabilidad justa y necesaria para que las empresas puedan existir no sea antagónico a la generación del bien común.
Es necesario un cambio de mentalidad y que en las escuelas de negocios se introduzcan asignaturas que profundicen en el significado de generar riqueza social.
La riqueza social nunca puede estar alineada con quienes no quieren mover un ápice de sus formas de proceder y entender los negocios; tampoco lo estará con quienes solamente piensan en sí mismos y en su manera particular de obtener beneficios; es impensable que esté unida a todos aquellos que solamente alimentan un cambio revolucionario de la sociedad; por supuesto nada tiene que ver con la visión tradicionalista de la sociedad y que, desgraciadamente, se nutre de un afán de poder infinito, normalmente predican una cosa y hacen lo contrario.
La riqueza social es la evolución natural y profesional del trabajo conjunto entre el tejido empresarial, el tercer sector y los responsables políticos. Aquí, se tiene que dar, a mi modo de entender, el verdadero espacio para poder cambiar el rumbo de la economía.
Si queremos quebrar la brecha que se está ampliando entre ricos y pobres únicamente será posible si somos capaces de iniciar proyectos ideados de manera conjunta. Por esta razón no son entendibles las posturas cerradas e inmovilistas de quienes ejercen la responsabilidad en los sectores señalados.
Hay políticos que tan solo ven la sociedad desde el prisma de una gestión pública de casi todo; hay empresarios que ponen en el centro la exclusividad de obtener grandes rentabilidades, lo cual conlleva, de manera general a una explotación de todo lo que se pone en su camino, aunque esto suponga arruinar la vida de muchas personas; tenemos a un tercer sector que no termina de dar el paso para convertirse en agentes de gestión, huyen de la profesionalización y solamente se sienten cómodos con una política de subvenciones, falta la impronta innovadora que actualmente la sociedad les está reclamando.
Ganar dinero no está reñido con generar riqueza social. El tejido empresarial, al igual que los responsables políticos y el tercer sector está constituido por personas que buscan hacer el bien, y para ello entienden su trabajo como un servicio a la sociedad.
Los responsables políticos se dejan influir por las tendencias de opinión y si las mismas, generándose en circuitos determinados, nos dicen que la enseñanza solamente puede ser pública y gestionada por los responsables políticos, nos dejamos arrastrar por esta visión. Lo mismo ocurre para la sanidad, los servicios sociales y otras áreas que determinados partidos políticos desean controlar proponiendo establecer empresas públicas. Nos dejamos llevar por un rumbo, en donde las Administraciones Pública se pueden convertir en macroempresas monopolistas, negándonos a la sociedad la riqueza de construir proyectos conjuntamente.
reo, con profundo respeto a quienes no opinen igual, que este rumbo nos aproximará poco a poco a una sociedad en la cual se nos negará el poder pensar de manera independiente, arrollando el espíritu crítico que toda sociedad ha de conservar. Este camino nunca fomentará la riqueza social, al contrario anulará la implicación innovadora que las personas debemos de tener.
Siguiendo los discursos que hacen los políticos, los sindicatos y los empresarios después de las reuniones que están teniendo nos percatamos que ninguno, absolutamente ninguno, conlleva la propuesta de realizar proyectos conjuntos en sectores estratégicos para el presente y el futuro de nuestro país. El contenido de sus reuniones es, se puede decir que el clásico, el natural de unos entes que están totalmente limitados por los principios ideológicos que marcan su existencia.
La riqueza social es abordar el futuro de gestión, por ejemplo, de la sanidad, y de este abordaje comenzar a establecer el modelo que tendremos que tener en funcionamiento dentro de diez o quince años, nos falta interaccionar los servicios de lo que llamamos sanidad pública con la presencia de la sanidad privada.
Riqueza social es establecer el modelo educativo que sume entre la gestión entendida como pública con la enseñanza concertada y la estrictamente privada; no se puede seguir confrontando a la enseñanza hablando de modelo público, de modelo concertado y de modelo privado; esto es del todo una falacia ya que en nuestro país debería existir, supuestamente, un modelo único, ya que el itinerario curricular de contenidos se supone que prácticamente es igual en todo el territorio; esto ayudaría a tener un modelo de excelencia; sin embargo perdemos el tiempo en otros menesteres. Menesteres altamente ideológicos que poco aportan al conocimiento necesario para que nuestros niños, adolescentes y jóvenes puedan ser altamente creativos. El cambio de rumbo supone diseñar un modelo que interactúe entre todas las presencias educativas y en todos los niveles.
Riqueza social es articular proyectos factibles que ayuden a que la España vacía puede verse poblada por personas que aporten valor añadido al territorio; para esto hay que apoyar al sector primario y generar proyectos que fomenten que los jóvenes y no tan jóvenes puedan encontrar un medio de vida en el vacio poblacional existente. Al reforzamiento de este sector podría contribuir el teletrabajo de personas cualificadas técnicamente, por ejemplo , los ingenieros, los economistas y los técnicos varios; los profesionales de la salud y de los servicios sociales; los profesores, los farmacéuticos, etc.
Apostar por todo lo anterior conlleva empezar a cambiar el rumbo de cómo está diseñada nuestra sociedad. Habría que establecer, para generar riqueza social, la necesidad de construir modelos de gestión amparados en los consorcios ya que esta figura posibilita de manera clara la realización de proyectos conjuntos. Se trata, por tanto, de aplicar el sentido común ante los nuevos tiempos.
Escuchando a nuestros responsables políticos nos podemos percatar que existe falta de creatividad. En la actualidad, más que evolucionar hacia la realización de proyectos conjuntos pareciera que tan solo estamos guiados por los intereses particulares que tienen para construir una sociedad según su manera particular de funcionar. Este rumbo es equivocado, no tengamos ninguna duda. Entristece, mirando al interior de nuestro país, que todo esté quedando reducido al lenguaje dual entre el Estado y las Comunidades Autónomas. Un lenguaje tenso y con un contenido beligerante, en donde la concordia y el dialogo están teniendo, verdaderamente, muy poco sentido; por no escribir que ninguno.
La concordia y el dialogo deberían ayudar a generar riqueza social, para sumar juntos y para lograr que quienes formamos parte de este país nos sintamos orgullosos de una sociedad que tiene como objetivo desarrollar proyectos conjuntos con una gran carga de riqueza social. Sin embargo, miren, miremos, a nuestro alrededor y nos percataremos que nos estamos alejando unos de otros porque, en el fondo, el discurso que impera es el que reduce a la sociedad a territorios cada vez más pequeños, en donde el sentido de país, como país conjunto, está siendo altamente manipulado.
Hace unos meses en uno de mis artículos cité a Paul Collier y a su libro: El futuro del capitalismo, cómo afrontar las nuevas ansiedades.
Traigo para concluir mi artículo un párrafo de este libro de la página 191, por entender que resume con claridad lo necesario que se hace el cambiar el rumbo. “La identidad compartida se convierte en el fundamento de una reciprocidad a largo plazo. Las sociedades que logran construir estos sistemas de creencia funcionan mejor que las basadas en el individualismo o en cualquiera de las ideologías predicadoras. Las sociedades individualistas renuncian al vasto potencial de los bienes públicos. Todas las ideologías predicadoras se basan en el odio hacia la otra parte de la sociedad, y son callejones sin salida directos al odio. En una sociedad sana, quienes tienen éxito han sido criados en la aceptación de esa red de obligaciones recíprocas. Al ser afortunados, proporcionan apoyo a aquellos cuya vida ha resultado ser menos afortunada.”
Cambiar el rumbo es nuestra fuerza, trabajemos para ello. Por esta razón es imprescindible implicarnos en la realización de proyectos nuevos e innovadores. Un día escribiré el porqué dos proyectos generadores de riqueza social fueron destruidos por el individualismo y el populismo conservador y cómo se rompió el futuro de servicio para quienes deberían de ser los verdaderos beneficiarios de los mismos.
Estoy seguro que con el tiempo se hallará el punto positivo que hará posible que estos proyectos puedan realizarse.
Conclusión: Hay que cambiar el rumbo.