Las desventajas persisten durante toda la existencia y se transmiten: mecanismo atroz que enjaula de por vida en la pobreza La desigualdad tiende a perpetuarse hasta la muerte
“La desigualdad tiende a perpetuarse hasta la muerte. Un elemento de ello es la brecha de desnutrición que refuerza las brechas en los logros y aprendizajes y éstas marcan la inserción laboral desigual; lo que, a su vez, determina las brechas en el acceso al bienestar durante la vida activa, y marca un acceso desigual a la jubilación. Se afecta todo el ciclo de vida.” (Pilar Arroyo)
Esta frase saltó desde un artículo de Coyuntura de Pilar Arroyo y me golpeó en la cara, dejándome noqueado, lo que no impidió que me vinieran inmediatamente rostros concretos que personifican ese mecanismo atroz que enjaula de por vida en la pobreza. Se puede descargar el texto completo gratuitamente acá.
“La desigualdad tiende a perpetuarse hasta la muerte. Un elemento de ello es la brecha de desnutrición que refuerza las brechas en los logros y aprendizajes y éstas marcan la inserción laboral desigual; lo que, a su vez, determina las brechas en el acceso al bienestar durante la vida activa, y marca un acceso desigual a la jubilación. Se afecta todo el ciclo de vida.”
Un niño o niña nace en una comunidad del río. Sus padres, campesinos, se dedican a la chacra cultivando lo básico para la propia subsistencia familiar: plátanos, yucas, tal vez arroz… Y también salen a pescar y, a veces, si tienen escopeta y cartuchos, a mitayar (cazar); y así traen a la casa boquichico, doncella, zúngaro, palometa… y también carne de majás, sajino o huangana, animales del monte.
Naciones Unidas afirma que hay en el mundo 811 millones de hambrientos, además de 2.300 millones (el 30% de la población) que no tienen acceso a una alimentación adecuada. En el Perú el 51% de la población vive en situación de inseguridad alimentaria y el 20% de ese grupo sufre inseguridad alimentaria aguda, según la FAO (2021). En 2023 la desnutrición crónica en la población menor de cinco años de edad fue del 14,4%; el 43.6% de los menores entre 6 y 35 meses presentó prevalencia de anemia, cifra que aumentó en 1.2 puntos porcentuales respecto al año anterior.
Por ahí empieza todo. No es que la gente no coma, es que no se alimenta debidamente, con una dieta balanceada. El Estado envía insumos para desayuno y almuerzo escolar, el programa Qali Warma, del que ya contamos sus horrores: los alumnos comen arroz, alverjas, conservas de atún y de pavo, fideos, avena, frejol… todo alimentos secos y envasados Nada de productos frescos: huevos, pollo, verduras, carne de res, pescado, fruta… Muchos hidratos y pocas proteínas.
Niños malnutridos no logran aprender a leer y escribir correctamente, también por la baja calidad de la enseñanza en escuelas y colegios de lugares remotos, donde con frecuencia los maestros no son maestros. Increíblemente, la mayoría llegan a secundaria, sin siquiera comprender textos, y así es imposible estudiar. Aunque saquen 19, esas notas son ficticias, porque con su nivel académico real no pueden soñar con acceder a estudios superiores.
Los niños desnutridos son ahora jóvenes casi analfabetos. En esas condiciones, sin ninguna cualificación profesional, hay quienes se quedan en su pueblo y reinician el ciclo teniendo hijos rápidamente (en las chicas el alto índice de embarazos precoces trunca todavía más cualquier posibilidad de promoción), y quienes emigran a la ciudad en busca de un hueco en el mercado laboral. Estos se ven obligados a aceptar trabajos precarios, en situaciones fronterizas con la esclavitud, que ya hemos narrado.
La brecha de desnutrición se reproduce así en la brecha en el aprendizaje y la formación, y ésta condiciona la inserción laboral. Los ingresos de los jóvenes son muy bajos, las parejas luchan día a día por lograr el pan de hoy para sus hijos; llega el mes de marzo y con él, el drama para afrontar los gastos de uniformes y útiles escolares; las economías son tan raquíticas que cualquier situación extraordinaria, como una enfermedad, colapsa a la familia, no hay plata para nada.
Las condiciones de vida en nuestra zona están a años luz de lo que se llama “el bienestar”, fundamentalmente por la ausencia del Estado. Durante toda la existencia se sufren las carencias en servicios básicos como salud, educación, agua potable, saneamientos, electricidad, internet… Pilar habla de la jubilación y me hace sonreír: no creo que nadie en la selva sepa lo que es eso.
Las desventajas se transmiten desde el nacimiento hasta la muerte -que a menudo es prematura- como una maldición o un gen mutado. La injusticia persiste obstinada y pérfidamente, para enriquecimiento de unas élites sin escrúpulos. Naces en la Amazonía y estás condenado, tu historia está escrita. ¡Tenemos que acabar con este círculo vicioso perverso!