En la Misa de la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y Jornada Mundial de la Paz, el arzobispo de Madrid ha incidido en que «sería bueno» que «todos nos hiciésemos esta pregunta: ¿qué es lo que realmente deseo?, ¿será un año más?, ¿será un año vacío y sin sentido o un año para crecer y para ponernos de nuevo en camino, como los pastores?».
Al hilo del Evangelio proclamado, ha subrayado que «el Señor nos invita a hacer la misma peregrinación que hicieron los pastores», quienes «fueron corriendo» a Belén y «encontraron a la Sagrada Familia» y, después, se volvieron para contar «lo que habían visto oído».
«Dios está entre los hombres. Dios se convierte para los pastores en una prioridad. Hoy, queridos hermanos, para nosotros en este mundo el que vivimos quizá no esté en la lista de las prioridades. Este año que hemos comenzado hoy hagamos un camino interior a ese Dios que se ha manifestado en Jesús y que llena de sentido la vida de los hombres», ha aseverado en la Eucaristía concelebrada por los obispos auxiliares monseñor José Cobo, monseñor Santos Montoya y monseñor Jesús Vidal.
La 'interioridad' de María
En el Evangelio se recoge, además, que María «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón». La Virgen, en palabras del purpurado, «está callada ante el misterio» y hay que aprender de Ella «la interioridad». «¿Quién pone como central en estos días el misterio que estamos celebrando —ha planteado—? Si Dios desaparece de nuestro horizonte, por muy ilustrada que sea nuestra vida y tengamos unas ideas excepcionales, se nos derrumba lo esencial y nuestro mundo no puede cambiar».
En este sentido, el cardenal Osoro ha lamentado que «la cultura moderna ha querido desplazar a Dios del centro de la vida, quiere ponerlo en un rincón», fiando todo a «ídolos modernos», y ha señalado que María, Madre de Dios y nuestra, en cambio invita a poner «en el centro a Jesucristo».
"Desarmemos nuestro corazón"
Esta invitación, ha remarcado en otro momento, debe resonar a todos los creyentes porque, tal y como recogía la carta de san Pablo a los gálatas, «somos hijos de Dios» y, por eso, «hermanos de todos los hombres». «Por esta realidad que acogemos en nuestra vida, hoy pedimos por la paz y trabajamos también por que esa paz llegue a todos los hombres. Acogemos la radicalidad de la alegría y la verdad de lo que somos: hijos de Dios», ha abundado.
Tras un año «todavía marcado por una gran pandemia», que genera tanto sufrimiento, y por la «violencia y muerte en tantas guerras que continúan presentes en nuestro mundo», el arzobispo ha asegurado que «necesitamos comenzar este año una vez más desarmando nuestro corazón de toda hostilidad y buscando caminos ciertos de paz, de vida, entre nosotros». Y para hacerlo ha invitado a optar por el diálogo entre generaciones, la educación y el trabajo, como hace el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz.