Uno de los divulgadores científicos catalanes más reconocidos hoy en día Francesc Nicolau: "Más de la mitad de los científicos somos creyentes"
"Más de la mitad de los científicos somos creyentes. El propio Albert Einstein era creyente, pero no era católico, porque no le educaron en el catolicismo. Pienso que la ciencia también lleva a Dios; nunca he dudado. En todo lo creado se observa una inteligencia superior. Por ejemplo, en el funcionamiento de un átomo; hay una inteligencia superior que la ha creado"
"Hacer de cura y estudiar la carrera de Matemáticas era muy complicado"
"Mi madre me aconsejaba que si hablaba con alguien, no hablara de Dios, porque muchos de los que iban a misa, los citaban y los mataban"
"Para los cristianos, la vida sólo tiene sentido si lo que hacemos, lo hacemos en nombre de Dios"
"Mi madre me aconsejaba que si hablaba con alguien, no hablara de Dios, porque muchos de los que iban a misa, los citaban y los mataban"
"Para los cristianos, la vida sólo tiene sentido si lo que hacemos, lo hacemos en nombre de Dios"
| Miguel Ángel Codina
(catalunyacristiana).- Licenciado en Sagrada Teología y en Ciencias Exactas, Francesc Nicolau Pous (Molins de Rei, 1930) es uno de los divulgadores científicos catalanes más reconocidos hoy en día. Escribe semanalmente en Catalunya Cristiana desde el 11 de junio de 1983. Esto significa más de 2.650 artículos científicos, la mitad de los cuales sirvieron de base para 23 libros que mosén Nicolau ha publicado, de un total de 26. Es el más veterano colaborador del semanario.
Mn. Nicolás, ¿cuándo oyó la llamada al sacerdocio?
No lo sé exactamente. Yo diría que es una vocación casi congénita… Había hecho la Primera Comunión y le dije a mosén Paradeda, párroco de la iglesia de Sant Miquel, en Molins de Rei, mi pueblo, que me gustaría ser monaguillo. “¿Por qué quieres ser monaguillo?”, me preguntó. "Porque después me gustaría ser cura", le contesté. “No todos los monaguillos han llegado a ser curas, ni todos los curas han tenido que ser monaguillos”, me dijo. “Bueno, pero dejadme ser monaguillo”, le insistí. Y así fue. Yo tenía entonces nueve años.
Nació en el seno de una familia muy cristiana.
Sobre todo mi madre, que era una santita. Se llamaba Eulalia. Mi padre, Isidre, era pintor de paredes. En ese momento éramos tres hermanos (habíamos sido seis). Y estalla la guerra civil. Recuerdo aún ahora, a mis noventa y tres años, cómo las llamas destruían la iglesia de Sant Miquel en 1936. ¡Qué pena me dio! Mi madre me aconsejaba que si hablaba con alguien, no hablara de Dios, porque muchos de los que iban a misa, los citaban y los mataban. También quemaban los objetos religiosos que encontraban en las casas. Mi madre escondió a los que teníamos, pero a casa no vinieron. Comenzó un período de penuria económica para todos nosotros. A su padre ya no le contrataban para hacer de pintor; tuvo que hacer de labrador. Mi madre hacía trabajos por las casas. Sufrimos mucha hambre.
Muy importante fue su etapa de formación.
Efectivamente. Para entrar en el Seminario Menor de Barcelona —situado en el edificio de la Conreria (Tiana), perteneciente al monasterio de la Cartuja de Santa María de Montalegre—, había que pagar. Me dijeron que me matriculara, pero que estudiara en casa. Tenía once años. Mosén Paradeda me tomaba la lección y en junio iba a examinarme. Aprobé todas las asignaturas, pero con notas no muy brillantes. A los doce años hice lo mismo. Afortunadamente, mi párroco encontró a un benefactor que me pagaría los estudios. Y, a los trece años, pude entrar finalmente en la Conreria como estudiante. Estuve dos años. En la asignatura de matemáticas siempre obtenía, de nota, excelentes con matrícula de honor.
Esta sensibilidad por las matemáticas se la debo, en cierto modo, a mi madre, porque era muy inteligente
Un buen presagio…
Debo decir que esta sensibilidad por las matemáticas se la debo, en cierto modo, a mi madre, porque era muy inteligente. Iba a comprar y antes de que la vendedora le desvelara la cantidad exacta a pagar, ella ya había hecho su cálculo mental y le decía: “Sube doce con cincuenta, ¿verdad?”.
Luego estudió en el Seminario Conciliar de Barcelona.
Sí. Terminado el primer curso de Teología, me llamó el rector del Seminario y me comunicó que me enviaban a estudiar a Roma, con todos los gastos pagados. Tenía 20 años. Estuve cuatro años. Fui ordenado de presbítero el 19 de marzo de 1954. Empecé a ejercer como cura en la periferia de Roma; cada domingo hacía misa y confesaba.
Y regresa a Cataluña.
Venía de Roma con la licenciatura en Sagrada Teología. Me presenté ante el obispo, Gregorio Modrego, y le expuse si me volvía a Roma para realizar la tesis doctoral. Me dijo que con la licenciatura ya tenía suficiente y que me matriculara en la universidad pública, en la facultad de Ciencias, para estudiar Matemáticas. Una carrera de cinco años. Mientras, me nombraron vicario de Parets del Vallès. Coincidió, en esas mismas fechas, que el párroco de Sant Feliu de Llobregat había muerto y me pidieron que fuera inmediatamente porque había mucho trabajo pastoral. En septiembre de 1955 residía ya en Sant Feliu y por las mañanas iba a la universidad a estudiar Matemáticas. En el primer año, aprobé todas las asignaturas con grandes dificultades, porque no encontraba horas para estudiar.
Pienso que la ciencia también lleva a Dios; nunca he dudado
Muy difícil de compaginarlo…
Ciertamente. Durante el segundo año de carrera, seguía viviendo en Sant Feliu. Termino el curso y me suspenden una asignatura, geometría descriptiva. Y debo presentarme en septiembre sin haber estudiado mucho; afortunadamente aprobé con un notable. Hacer de cura y estudiar la carrera de Matemáticas era muy complicado. Acabado el segundo curso, el doctor Isidre Gomà, director de estudios del Seminario Conciliar de Barcelona durante muchos años, habló con el obispo Modrego sobre mi trayectoria. Tenía entonces 26 años. Decidieron que, desde el tercer año de carrera, viviera en Barcelona en casa del doctor Gomà, que mi etapa en Sant Feliu había terminado (aunque seguí yendo los fines de semana; un vínculo que se prolongó en el tiempo, hasta hace doce años) y que debía sustituir al profesor Oliveras, que impartía la asignatura de matemáticas en el Seminario. También me nombraron director del departamento de Ciencias de la Conreria y enseñaba matemáticas. Terminé la licenciatura con la nota máxima.
Hay personas que creen que la ciencia y la religión son dos realidades antagónicas, incompatibles. ¿Es necesario incentivar hoy en día el diálogo entre ciencia y religión?
¡Por supuesto! Así la gente se dará cuenta de que somos muchos los científicos que creemos en Dios. Quizás más de la mitad de los científicos somos creyentes. El propio Albert Einstein era creyente, pero no era católico, porque no le educaron en el catolicismo. Pienso que la ciencia también lleva a Dios; nunca he dudado. En todo lo creado se observa una inteligencia superior. Por ejemplo, en el funcionamiento de un átomo; hay una inteligencia superior que la ha creado.
Lleva cuarenta y un años colaborando en Catalunya Cristiana.
Sí, mosén Joan Evangelista Jarque, director entonces de Catalunya Cristiana y cofundador, junto con mosén Francesc Malgosa, del semanario, me propuso colaborar. Y acepté enseguida. Me gusta todo lo que es voluntad de Dios. Los temas que trato los busco en periódicos o revistas, y hago una síntesis. Procuro hacer artículos muy variados (sobre astronomía, biología, medio ambiente…) y que sean comprensibles, al alcance de todos. Lo que en el periódico o la revista aparece un poco pesado, yo intento hacerlo ligero para los lectores. Éste es mi cometido en el semanario.
El próximo 24 de agosto, si Dios quiere, cumplirá 94 años. ¿Qué balance haría de su vida, tan larga y fructífera?
Siempre he procurado hacer la voluntad de Dios. Ésta ha sido mi divisa. Cada día me dirijo a él y le digo: "Señor, lo que usted quiera". Es necesario aprovechar bien la vida, que a mí me ha pasado como una exhalación. Para los cristianos, la vida sólo tiene sentido si lo que hacemos, lo hacemos en nombre de Dios.
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