"Me llevo la nobleza de las gentes aragonesas; el corazón siempre sangra por donde ama" Monseñor Jiménez Zamora: "He gozado y he sufrido en silencio por nuestra Iglesia, porque el corazón siempre sangra por donde ama"
"Aunque no podamos celebrar, en la forma acostumbrada, la multitudinaria ofrenda de flores, la solidaria ofrenda de frutos para los necesitados, el fervoroso rosario de cristal y otros actos lúdicos y piadosos, no por eso hemos dejado de celebrar la tradicional novena"
"Esta herencia de fe mariana de tantas generaciones no sólo debe ser un recuerdo del pasado, sino un punto de partida para la renovación religiosa del pueblo"
"No se puede vivir la fe con una presencia meramente virtual"
"Me gustaría invitar al Papa Francisco a Zaragoza, siguiendo la estela del papa san Juan Pablo II. Pero esa es una cuestión que corresponde a mi sucesor"
"No se puede vivir la fe con una presencia meramente virtual"
"Me gustaría invitar al Papa Francisco a Zaragoza, siguiendo la estela del papa san Juan Pablo II. Pero esa es una cuestión que corresponde a mi sucesor"
Mientras la pandemia sigue sin cesar, el arzobispo de Zaragoza, monseñor Vicente Jiménez Zamora, anima a los fieles a recuperar la proximidad cumpliendo las medidas de prevención. En conversación con Religión Digital, el prelado, que acaba de conocer el nombre de su sucesor en la sede arzobispal, repasa su tiempo en el cargo, que va a finalizar a la vez que se soluciona el litigio por los bienes de La Franja y el mundo escucha la llamada a la amistad social que Francisco acaba de publicar.
Una fiesta del Pilar especial, en plena pandemia, mientras España y el mundo lloran por los efectos dramáticos del coronavirus. ¿Qué le pide a la Virgen del Pilar en estas circunstancias?
Vamos a vivir las fiestas de la Virgen del Pilar entre la preocupación y la esperanza. Aunque no podamos celebrar, en la forma acostumbrada, la multitudinaria ofrenda de flores, la solidaria ofrenda de frutos para los necesitados, el fervoroso rosario de cristal y otros actos lúdicos y piadosos, no por eso hemos dejado de celebrar la tradicional novena, que nos prepara a su fiesta. Aun en medio de la pandemia, festejaremos con júbilo el día grande de Nuestra Señora del Pilar, observando las medidas sanitarias y de seguridad, unidos a tantos hermanos de Aragón, de España y de las naciones hermanas de Hispanoamérica. Gracias a los modernos medios de comunicación la Virgen del Pilar entrará en las casas y nos confortará con su presencia virtual.
Le pediré con la oración del día de su fiesta que nos conceda: “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”. Le pediré que sea guía para el camino, columna para la esperanza y luz para la vida. Le suplicaré que sea consuelo para todos aquellos que son probados duramente por la pandemia y por cualquier otra aflicción; que interceda ante su Hijo para que conceda el descanso eterno a todos los muertos en situaciones dramáticas de abandono y soledad; que seamos solidarios ante la grave crisis sanitaria, social, económica y laboral.; que seamos una Iglesia diocesana con corazón en tiempos de pandemia, como quiere nuestra Programación Pastoral para este curso pastoral.
¿El corazón religioso de España sigue latiendo en torno a la Virgen del Pilar?
La advocación del Pilar, por lo singular de su tradición –vinculada a los orígenes del cristianismo en España– y por diversas vicisitudes históricas, ha llegado a adquirir dimensiones españolas e hispánicas marianas de primera magnitud. Pero, como nos recordaba el papa san Juan Pablo II, en su primer viaje a España (1982), esta herencia de fe mariana de tantas generaciones no sólo debe ser un recuerdo del pasado, sino un punto de partida para la renovación religiosa del pueblo.
España es tierra de María. De todos los santuarios que jalonan su geografía un símbolo es el Pilar; un símbolo que nos congrega en aquella a quien desde cualquier rincón de España, la invocamos como Madre y Señora nuestra.
¿Qué queda de la otrora patrona de la Hispanidad?
La Virgen del Pilar ha echado raíces en los pueblos hermanos de Hispanoamérica. El papa san Juan Pablo II en sus viajes a España, donde estuvo dos veces en Zaragoza (1982 y 1984), llamó a la Virgen del Pilar “Patrona de la Hispanidad” y “Madre de la Hispanidad”.
El 12 de octubre de 1492 Colón descubría América y comenzaba la gran gesta evangelizadora en Hispanoamérica.
Como muestra significativa de la vinculación de las raíces hispánicas del Pilar desde el año 1908, las banderas de todas las naciones hispanoamericanas están en los muros de la Basílica del Pilar.
¿La fe de los zaragozanos sigue gozando de buena salud? ¿En qué se nota?
Es difícil contestar a esta pregunta. Haría falta hacer un diagnóstico serio del impacto de la secularización en la fe de los aragoneses, apuntar a sus raíces y valorar las respuestas que estamos dando. Nos toca evangelizar en tiempos recios. Muchos cristianos experimentan cansancio o desánimo ante la dificultad que supone hacer creíble y aceptable la fe en nuestra cultura y en nuestra sociedad y se preguntan preocupados qué se puede hacer. Otros se encierran en la nostálgica añoranza de tiempos pasados y viven y actúan como si nada hubiese cambiado. A la vez, somos hijos de esta época y nos vemos afectados por ella. Aun con sus luces y valores, también puede debilitarnos, condicionarnos y enfermarnos. Desde la fe en Cristo Resucitado, nuestro tiempo tiene que ser de Dios y para Dios.
El momento actual también es una oportunidad. “No nos dejemos arrebatar la esperanza, la alegría, del Evangelio”, como exclama el papa Francisco. La crisis es una oportunidad de renovación y discernimiento para crecer en fidelidad al Evangelio. Esto es lo que hemos pretendido en el último Plan Pastoral del quinquenio 2015-2020: renovarnos desde nuestra más profunda identidad y vocación.
Está usted de salida. ¿Qué se lleva y qué deja?
Me llevo la gratitud de las nobles gentes aragonesas, que me acogieron con su gran corazón y me han sostenido durante el ejercicio de mi ministerio. Dios ha sido bueno conmigo y quiero agradecérselo, en unión con todos los sacerdotes, miembros de vida consagrada y fieles laicos, que me han acompañado en estos años con su oración, amistad, cercanía y colaboración.
Con la gracia de Dios, en medio de mi fragilidad, he tratado de servir a esta Iglesia particular de Zaragoza, haciendo de mi ministerio un “amoris officium”, un servicio de amor, como reza mi lema episcopal. He gozado y he sufrido en silencio por nuestra Iglesia, porque el corazón siempre sangra por donde ama.
Dejo a otros que hagan el juicio de mi paso por la Diócesis de Zaragoza. Por otra parte, no es bueno hacer un balance en caliente y sin distancia del tiempo, que coloca las cosas en su justa dimensión y a cada persona en su sitio.
¿Se arrepiente de algo?
En la hora del adiós pido perdón humilde a Dios por mis pecados y ofrezco disculpas, porque he podido ofender a algunos con mis palabras, decisiones y omisiones, y sin duda habré defraudado a otros por mi tibieza y negligencias. Me confío a la misericordia de Dios y espero la comprensión de los diocesanos.
En las manos amorosas de Dios dejo todo lo que queda atrás, con el contrapunto de luces y sombras, para lanzarme a lo que aún me pone por delante, pues nada hay comparable a la alegría de gastar la vida en el servicio de Cristo y de su Iglesia.
Por fin, parece que vuelven a Aragón los bienes de la Franja.
Es un litigio intrincado, enojoso y doloroso, que ya hace tiempo que tendría que estar resuelto, porque la historia, la razón y la justicia están de parte de la Diócesis de Barbastro-Monzón.
¿La pandemia puede hacer bajar el número de creyentes y la afluencia a las iglesias?
La prolongada situación causada por la pandemia del coronavirus ha dispersado a la comunidad cristiana y la ha confinado en sus casas, donde las familias han vivido la fe como “iglesia doméstica”, con gran creatividad y sostenidas por las acción pastoral de los pastores y de los sacerdotes. Después de la desescalada, los fieles vuelven con cierto miedo a las asambleas eucarísticas y a otras reuniones de la comunidad, a pesar de que la Iglesia está cumpliendo fielmente con las disposiciones sanitarias y de seguridad. Los obispos estamos urgiendo a los fieles a que se congreguen de nuevo para celebrar presencialmente la fe, que es personal y comunitaria. No se puede vivir la fe con una presencia meramente virtual.
Por otra parte, la situación de pandemia hace plantearse a muchos las grandes preguntas de la existencia, que adquieren sentido pleno a la luz de la fe.
¿Qué es lo que más le llegó de la encíclica del Papa Francisco “Fratelli tutti”?
Me ha impresionado la valentía del Papa. La encíclica es un desafío para nuestra vida ecológica, social, política y económica, desde una meditación social sobre la parábola del Buen Samaritano, que reconoce el amor como la ley sublime y nos ofrece el modelo de fraternidad y de amistad social creativas.
¿Le gustaría invitar al Papa a visitar Zaragoza y el Pilar?
Me gustaría, siguiendo la estela del papa san Juan Pablo II. Pero esa es una cuestión que corresponde a mi sucesor.