El párroco, a punto de morir por coronavirus y reivindica una "conversión del sistema" social Carles Muñiz: "Los sanitarios han sido la expresión del amor de Dios"
El sacerdote pasó más de dos semanas en el hospital y casi la mitad de ese tiempo en la UCI
"Me puse a llorar, pero a la vez sentía alegría y estaba aliviado por haberlo superado y también me apareció la desazón por haber preocupado demasiado a las personas de mi alrededor"
Afrontó el lento paso del tiempo durante su ingreso rememorando excursiones a Montserrat u otros viajes con la parroquia, para "salir", aunque fuese mentalmente
Afrontó el lento paso del tiempo durante su ingreso rememorando excursiones a Montserrat u otros viajes con la parroquia, para "salir", aunque fuese mentalmente
| RD/Efe
Cuando el 27 de marzo, tras agravarse los síntomas de la COVID-19, el cura del Prat de Llobregat (Barcelona) Carles Muñiz se dirigió al Hospital de Bellvitge lo hizo con la máxima serenidad posible, confiando que su vida estaba en manos de Dios, y en la de los sanitarios.
"Una de las formas que hemos tenido durante estos días de percibir que Dios nos ama es, seguro, en la profesionalidad y la entrega de los sanitarios. Han sido una expresión de su amor", explica a Efe este sacerdote que, como se percataría más tarde, estuvo a punto de morir durante su ingreso.
Afrontar el ingreso como creyente y seguir los pasos marcados por Dios -aunque reconoce que en un principio cueste- fue la receta de Muñiz, que pasó más de dos semanas en el hospital y casi la mitad de ese tiempo en la UCI, para no sentir miedo durante su estancia.
"Creer en Dios pasa por creer en las personas y en la humanidad, estas grandes palabras deben concretarse en cada momento determinado y en el hospital yo estaba llamado a reconocer a Dios en los profesionales y el sistema", recuerda.
Pero no solo de fe vive el hombre, y la percepción "egoísta" de comprobar que a su alrededor había pacientes que en teoría estaban mucho peor que él, que no necesitó respiración asistida ni tuvo ahogos, le ayudaron a afrontar la situación con más tranquilidad.
Sin embargo, Muñiz no dimensionó realmente la gravedad de su situación hasta que días después de recibir el alta habló con su médico y supo que en dos momentos de su ingreso estuvo muy crítico e incluso su vida corrió peligro.
"Me puse a llorar, pero a la vez sentía alegría y estaba aliviado por haberlo superado y también me apareció la desazón por haber preocupado demasiado a las personas de mi alrededor, me di cuenta de cómo les hice sufrir", rememora el sacerdote.
Como creyente y hombre de fe, la introspección le ayudó a combatir la soledad y afrontó el lento paso del tiempo durante su ingreso rememorando excursiones a Montserrat u otros viajes con la parroquia, para "salir", aunque fuese mentalmente, del hospital.
Ahora, mediante esta reflexión interna, Muñiz ha recopilado y analizado las experiencias vividas y asegura que ha obtenido aprendizajes, como seguir el ejemplo de los sanitarios y conjurarse para atender a todas las personas dando el máximo de sí mismo "esté como esté", al igual que los profesionales que le cuidaron.
"Salgo transformado en un hombre creyente que tiene más en cuenta al pueblo. Con los años me había vuelto más individualista, me he preocupado más del mí que del nosotros y uno de los frutos de haber pasado la enfermedad y la pandemia en general en mi persona es esta visión más comunitaria y fraternal", relata Muñiz, que lo resume con la máxima "si como pueblo no estamos bien, yo tampoco lo podré estar".
"Salgo transformado en un hombre creyente que tiene más en cuenta al pueblo"
Para lograr este bienestar comunitario, el sacerdote va más allá y subraya que, a la par de la terapia clínica, la comunidad debe curarse socialmente pero avisa que el modelo actual "no sirve para la gran mayoría".
"¿Cuántos jóvenes no podrán estudiar en la universidad porque sus padres han perdido el trabajo?, ¿Cuántos no lograrán los conocimientos de la secundaria? La lista es enorme y no se arregla con la ayuda puntual, aunque sea necesaria, debe haber una conversión del sistema", reclama.
En este sentido, apunta que, "en nombre del evangelio", una de las tareas de los creyentes será "insistir y ser combativos" en la necesidad de "hacer un sistema más justo". En su alegato en favor de una salida de la crisis más equitativa, Muñiz advierte de algunos riesgos y pide hacer realidad el lema de no dejar a nadie atrás.
"Igual que en el colapso del sistema sanitario se han descartado, con más o menos conciencia, algunas franjas de población, ahora, también podría pasar que se descartaran algunas bolsas de la sociedad porque alguien decida que no hay para todo el mundo, cuando los datos objetivos nos dicen que sí que hay para todos. Lo que pasa es que hay mucho en manos de muy pocos y muchos con muy poco en las manos".