Cita al Premio Nobel portugués al final de su discurso ante las autoridades de Portugal Francisco ‘rehabilita’ a Saramago
Fue justo al finalizar el discurso más político de los que ha pronunciado el papa Francisco hasta ahora en Lisboa. Fue ante las autoridades del país. Hablaba de la necesidad de la fraternidad, de ese sentido vecinal todavía tan presente en la sociedad portuguesa
Allí, al final, como un destello que no pasó desapercibido y fue subrayado por los aplausos de un auditorio entregado -esa acogida portuguesa de la que debiéramos aprender ‘los vecinos de a lado’-, emergió como un faro el nombre de Saramago y una cita, la de su libro Todos los nombres (donde sólo sale uno), en donde habla de búsqueda, encuentro y proximidad
Fue justo al finalizar el discurso más político de los que ha pronunciado el papa Francisco hasta ahora en Lisboa. Fue ante las autoridades del país. Hablaba de la necesidad de la fraternidad, de ese sentido vecinal todavía tan presente en la sociedad portuguesa. Esa red que teje las relaciones humanas, que hace que los vecinos sean prójimos de verdad, que se conozcan por los nombres y las miradas.
Allí, al final, como un destello que no pasó desapercibido y fue subrayado por los aplausos de un auditorio entregado -esa acogida portuguesa de la que debiéramos aprender ‘los vecinos de a lado’-, emergió como un faro el nombre de Saramago y una cita, la de su libro Todos los nombres (donde sólo sale uno), en donde habla de búsqueda, encuentro y proximidad.
El profesor de Literatura buscó y encontró el momento para mostrar también él la proximidad de la Iglesia a un intelectual que le puso la cara colorada a la institución en más de una ocasión, lo que le fue devuelto con el señalamiento, la mofa, la crítica y la condena.
No citó Bergoglio El Evangelio según Jesucristo, aunque si el Premio Nobel de Literatura portugués hubiese podido escuchar el alegato del Papa ante la clase política lusa o el sermón -Saramago lo hubiese llamado así, arrastrando su sonoridad- ante los obispos, a los que abrió las puertas de la sacristía para dejar salir el olor a humedad y rancio, quizás se hubiese sorprendido.
Entran "todos, todos, todos"
Sí, sin duda, porque en el Monasterio de los Jerónimos, Francisco, saltándose a cada rato el discurso oficial, mirando por encima de las gafas de leer, iba improvisando reflexiones, aunque las reflexiones estaban muy meditadas. Como cuando dijo, tantas veces, o más, que Pedro negando a Jesús, que en la Iglesia entran “todos, todos, todos”.
Y a gente como a Saramago, y tantos otros señalados, hombres y mujeres que buscaron y no encontraron -por más que lo tuvieran cerca-, porque lo que veían les repelía, les dejaría la puerta abierta. Por si quisieran asomarse. Aunque solo fuese a mirar. Puertas abiertas donde entran todos los nombres. También el de José. Por más que el Vaticano lo vomitase de su boca por "populista extremista" y lo colocase "de la parte de la cizaña" cuando su cadáver estaba aún prácticamente caliente.
Pero en Portugal, sus vecinos agradecieron el gesto del Papa. Incluido un católico practicante como el presidente Marcelo de Sousa, a quien le cuesta disimular su admiración por este Papa.
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