Además de clamar al cielo, ¿por qué no reclamar a los políticos que maltratan la tierra? Obispos que rezan para que llueva y se olvidan de Laudato si'
Está muy bien rezar para que llueva, sacar tallas góticas con tanta devoción como belleza a sus espaldas para implorar el milagro de la lluvia y de paso reverdecer, aunque sea solo por un instante, la gloria pasada. Lo acaban de pedir varios obispos ante la pertinaz sequía que nos asola en un país con campos de golf muy por encima de sus posibilidades
Está bien rogar al Creador por el bien de la lluvia, como han hecho desde los primeros albores de la humanidad otras culturas antes que la nuestra, danzando como si se dejaran mecer por el viento de la lluvia, pero nuestros pastores deberían recurrir de vez en cuando también a reclamar a quien puede hacerlo entre nosotros el necesario cuidado del agua que aún tenemos
Está muy bien rezar para que llueva, sacar tallas góticas con tanta devoción como belleza a sus espaldas para implorar el milagro de la lluvia y de paso reverdecer, aunque sea solo por un instante, la gloria pasada. Lo acaban de pedir varios obispos ante la pertinaz sequía que nos asola en un país con campos de golf muy por encima de sus posibilidades. El de Solsona presidió una procesión hace unos días, atendiendo como pastor el pedido que le hacía una feligresía desesperada por sus cultivos, en un gesto que contempla la siempre vigente importancia de la piedad popular, aunque en las teles fuese mostrada como una pintoresca reminiscencia medieval, que también.
A veces, estos actos a la desesperada, que concuerdan con lo que la sabiduría popular, en simbiosis místico profana, pide al acordarse de Santa Bárbara cuando truena, recuerda sin embargo por sí sola, un punto a eso que últimamente está repitiendo Francisco para que dejemos de repetirlo de una vez, ya saben, eso de hacer las cosas así porque así se han hecho siempre.
Rezar al cielo y reclamar en la tierra
Está bien rogar al Creador por el bien de la lluvia, como han hecho desde los primeros albores de la humanidad otras culturas antes que la nuestra, danzando como si se dejaran mecer por el viento de la lluvia, pero nuestros pastores deberían recurrir de vez en cuando también a reclamar a quien puede hacerlo entre nosotros el necesario cuidado del agua que aún tenemos y que amenaza con escurrírsenos entre más pozos ilegales en lugares pongamos por caso como Doñana, de triste actualidad por la aprobación de nuevos regadíos en el entorno del parque nacional.
Junto con las jaculatorias lanzadas a un cielo estremecedoramente límpido, habría que otear también eso tan manido de los signos de los tiempos para ver si, quizás, sobre eso, la falta de lluvia, nos dice algo textos poco frecuentados por estos pagos resecos, como Laudato si', ¿les suena? Pues hay en esa encíclica un análisis, diagnóstico y pautas para que la Iglesia, además de clamar al cielo, lo reclame a quien puede ayudar a no agudizar más el problema climático aquí en la tierra.
Coqueteando con el negacionismo
Ya de paso, se debería llevar ese texto también a las aulas católicas en vez de exhibir en sus salones de actos, ante los jóvenes que heredarán la tierra y, con ella, el cambio climático, a políticos negacionistas y terraplanistas a cambio de un concierto más ventajoso... No veo estos días a ningún obispo alarmándose por esos discursos en sus tuits, quizás porque no hay nada de emotivismo en las proclamas de los que se mofan de los evidentes efectos de la mano del hombre en el también evidente cambio climático, o porque suena a otra tontuna más de la Agenda 2030, de la que no parecen salvar ninguna de sus metas.
Aunque, finalmente, quizá sea más efectivo pedirle a las alturas que abra los cielos que lograr empapar a algunos pastores de un poco de aprecio e interés por la ecología -a la vista también del poco espacio que le han dejado en sus estructuras pastorales a este tema- y que, a la vez que imploran la lluvia, saquen los colores a algunos políticos que solo ven en clave electoral, es decir, cortos de vista con el cortoplacismo.
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