Estirar el pasado y perdernos la búsqueda de los horizontes del porvenir Óscar Pérez Sayago: "Las escuelas de la Iglesia han perdido el norte pedagógico"
"Hoy la gente busca calidad que se expresa en mayor competitividad y, si a esto se suman los escándalos de las iglesias y la consecuente pérdida de confianza en la Institución, creo que estamos buscando la llave donde no se ha perdido"
Hoy más que nunca estamos invitados a la búsqueda de respuestas nuevas coherentes con las realidades. En concreto, tenemos que inventar las respuestas que correspondan a los cambios sociales, económicos y políticos de los pueblos en donde nos hemos encarnado, atentos especialmente a los niños y jóvenes que quedan excluidos de los beneficios de la globalización tanto en los países ricos como en los países pobres”. En otras palabras, debemos convencernos que más importante que administrar el pasado debemos convertirnos al futuro.
La realidad nos muestra fehacientemente cosas que nos hemos negado a aceptar. La mayoría de nuestros países han hecho esfuerzos ingentes para aumentar la cobertura y, también en casos significativos, la calidad. En años recientes, buena parte del crecimiento de la oferta privada de educación básica y media se basó en la poca calidad del sector estatal y de su desprestigio. Las familias de preocupaban mucho de la poca continuidad de los procesos, en parte, de un lado, porque los movimientos sindicales de muchos países prolongaban los ceses de actividades para luchar por la reivindicación de sus condiciones laborales de manera que los días lectivos se reducían notablemente; y, de otro, porque la inversión en educación era exigua y no permitía adelantar procesos de formación de maestros ni buena dotación de escuelas y recursos pedagógicos. Obvio que de esto queda mucho; pero la tendencia que se observa durante el COVID-19 permite ver que ha cambiado la dirección y que en pocos años la oferta estatal se habrá impuesto como opción para las familias, especialmente de clase media.
Al respecto, he escuchado muchas veces, de un buen grupo de gente vinculada con la educación católica, comentando con convicción casi incuestionable que el sentimiento cristiano de nuestros pueblos, el sustrato religioso profundo de nuestra gente y la preferencia de las personas por la educación centrada en los valores y confesional serían como el parachoques para esta nueva variable.
Creo que es importante desengañarnos rápido de esta postura. Hoy la gente busca calidad que se expresa en mayor competitividad y, si a esto se suman los escándalos de las iglesias y la consecuente pérdida de confianza en la Institución, creo que estamos buscando la llave donde no se ha perdido. Con frecuencia, en reuniones de educación, tengo conversaciones con académicos que fueron estudiantes de colegios católicos y, aunque guardan gratitud y reconocen el trabajo, expresan que las escuelas de la Iglesia han perdido el norte pedagógico y se han quedado estancadas en la repetición de fórmulas y formas que tuvieron sentido en otras épocas y en otros contextos pero que no son realistas para el presente.
No se trata de asumir una posición pesimista. Se trata de ver las oportunidades que esta realidad nos ofrece. Quizás el contexto nos permite abordar y pensar con más tranquilidad cómo convertirnos al futuro e ir dejando la angustia por la administración del pasado.
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