La Santa Sede ya ha empezado a tomar medidas preventivas para afrontar la pandemia de gripe A que se está expandiendo por todo el mundo. Así, junto a las instrucciones adoptadas por algunos episcopados latinoamericanos -que han contado con el aval vaticano- de suspender la comunión en la boca o compartir el cáliz, el Vaticano ya se ha puesto en manos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para evitar que las masivas audiencias papales de los miércoles puedan convertirse en foco de contagio. Entre las posibilidades, la suspensión momentánea de las mismas a partir de otoño, cuando se prevé que el virus ataque con fuerza Europa.

"No se excluye que el Vaticano, en el caso de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las autoridades italianas adopten medidas específicas, decida suspender momentáneamente acontecimientos de masas", declaraba ayer a L'Osservatore Roma el director de Sanidad e Higiene del Estado del Vaticano, Giovanni Rocchi. "Seguiremos el protocolo de las vacunaciones", precisó, lo que incluye a toda la Curia. Y es que la edad es uno de los factores de riesgo a la hora de contraer la gripe. Se deduce de ello que Benedicto XVI será uno de los primeros en vacunarse, como por otro lado resulta natural.

Sí adelantó Rocchi que la propagación del virus "no ha sido subestimada" por la Santa Sede. Antes al contrario: al Vaticano llegan a diario miles de visitantes procedentes de los cinco continentes, lo que convierte a la basílica de San Pedro y sus alrededores en un potencial foco de transmisión de la gripe A. "El Vaticano se está preparando para garantizar la salud del Papa y de sus colaboradores más cercanos, así como de todos aquellos que son indispensables para el funcionamiento y la seguridad del Estado pontificio", dijo.

Y es que, aunque alarmarse en demasía siempe es peligroso, también lo es pasar de puntillas por los problemas. Y, en el caso de la gripe A, el Vaticano está actuando con prontitud y prevención.

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