Virtudes públicas en J. Ortega y Gasset
Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset
Capítulo Primero
(Cont., viene de día )
La Bioética en la palestra
A pesar de que el Vaticano II se reconcilió con la ciencia, pasados unos pocos años volvemos a detectar las mismas suspicacias hacia ella. En ciertas esferas eclesiásticas se desconfía nuevamente de la ciencia sin reparar en los inmensos beneficios que los avances de las últimas tecnologías pueden aportar a la humanidad.Karl Rahner, el teólogo católico más importante del siglo XX, que tuvo mucho protagonismo en el mencionado concilio, ha hecho constar que éste ha abierto una nueva época en la Iglesia que es irreversible, aunque se necesita tiempo para que los documentos conciliares den frutos notables.
El teólogo especialista en bioética, Juan Masiá, en su libro Tertulias de Bioética y un artículo en Alandar ha calificado como "síndrome del cangrejo" o marcha atrás a ciertos documentos clesiásticos recientes por su parecido con el Syllabus decimonónico de errores que redactara Pío IX. A continuación hace referencia a la Academia Vaticana de la Vida y a la encíclica Evangelium vitae de Pablo VI que hicieron proliferar en la últimas décadas centros y congresos de bioética, pero estos, exagerando la confesionalidad beligerente, han hecho un flaco favor a la vida que dicen proteger.
En el extremo contrario señala otras bioéticas cuya laicidad aconfesional no oculta su antirreligiosidad. Observa asimismo otras posturas intermedias calificadas como tercera vía consensual, que se dan en ciertos ámbitos políticos o religiosos y que se limitan a evitar confrontaciones y fomentar consensos, eludiendo los problemas y obteniendo así cotas de poder en las administraciones públicas o eclesiásticas.
Ninguna de las tres adjetivaciones: confesional, aconfesional y consensual le parece que ayude a la solución del problema. Prefiere una bioética sin adjetivos, una búsqueda ética que cuide de la vida. En esta línea que puede considerarse como cuarta alternativa están algunos centros de bioética que enumera sin excluir a otros: el Instituto Borja, en Barcelona, la Catedra de Bioética de Comillas, en Madrid, o la Cátedra de Bioética Andaluza, en Granada.
El método que siguen de aunar ciencia, pensamiento y conciencia no admite las etiquetas de confesionales, aconfesionales ni consensuadores. Sin embargo, los expertos que rigen estos centros Javier Gafo, Diego Gracia, Marciano Vidal, Francesc Abel, Diego Gómez Azpitarte, o él mismo. no
tienen reparos en remitir oportunamente a los referentes religiosos en los debates de búsqueda de valores.
Ahora bien, "nuevos recursos tecnológicos plantean problemas
humanos, que sería irresponsable confiar sólo a especialistas. Para elegir, necesitamos dialogar en foros plurales, buscando valores compartibles". Ante las preguntas suscitadas hoy ¿cual es la manera humana de nacer y crecer, vivir, enfermar o morir? ¿qué tratamientos respetan la dignidad humana? ¿se usarán los avances para bien o para mal?. El ser humano es capaz de destruirse a sí mismo, a sus congéneres y a su entorno.
Hoy más que nunca el futuro de la vida está en nuestras manos, por lo que ante las nuevas capacidades se imponen nuevas limitaciones. Y surgen nuevas preguntas )debemos hacer todo lo que se puede hacer? )es éticamente permisible todo lo que es técnicamente posible?. Sobre todas estas cuestiones ve conveniente dialogar y poner en común sobre lo que pensamos sobre la vida, para mejorarla.
Este interés es compartido por las éticas y las religiones, aunque cree que se debe distinguir las aportaciones respectivas para evitar posibles manipulaciones ideológicas... "conjugando responsabilidad ética y gratuidad religiosa, surge el criterio de la gratuidad responsable. La vida es don y tarea. Gratuidad ante el don y responsabilidad ante la tarea son el meollo de una ética de la vida...Las religiones pueden sumarse al movimiento de diálogo interdisciplinar de la bioética, búsqueda común de valores, pero sin arrogarse el derecho de intromisión para dictar normas de moralidad a la sociedad civil.
La Bioética puede sumarse al movimiento de diálogo interreligioso y ayudar a transformar el modo de pensar y manejar la vida; ante las exigencias de nuevos datos urgirá a modificar paradigmas y conclusiones, pero sin imponer exclusivamente interpretaciones de sentido sobre la vida y la muerte, el dolor, la salud y la enfermedad o el cuerpo y la naturaleza" .
El mismo Juan Masía en otro libro que ha titulado Pensar lo humano. 101 planteamientos de antropología, insiste en la reflexión sobre el ser humano como tarea de actualidad. Pretende así dar una de las muchas respuestas esperadas por la humanidad, que perpleja ante la deshumanización se pregunta ¿qué nos hará más humanos?. Los avances con que nos sorprenden hoy las ciencias y las tecnologías son un reto a nuestras ideas y creencias establecidas.
No es posible permanecer impasibles, es tiempo de "reajustar nuestro modo de pensar y buscar nuevos modos de articulación de lo que pensamos sobre el ser humano y el mundo. Nuestra visión del ser humano condicionará el juicio moral. Y también la ética que tengamos condicionará nuestra visión sobre el ser humano" .
Ahora bien, es preciso tener en cuenta, advierte Juan Masiá en otro momento, que la ética, aunque esté fortalecida por motivaciones religiosas, conserva su autonomía. Esto es importente, porque disipa el error de creer que su papel es frenar cuando las ciencias y las tecnologías aceleran. Y a propósito de los últimos avances de la genética y las biotecnologías señala las actitudes propias de una ética cristiana:
1. La ética humana cristiana ha de saber admirarse ante los nuevos resultados de la ciencia y compartir con ella la satisfacción por sus logros.
2. Ha de sentirse agradecida, porque los descubrimientos científicos ayudan a conocer mejor la realidad y aplicar mejor los beneficios en favor de todos los seres vivientes.
3. La ética cristiana tiene la responsabilidad de apoyar positivamente la investigación para promover y mejorar la vida.
4. Coopera asimismo para que se aprovechen mejor las posibilidades terapéuticas de todo descubrimiento científico en favor de quienes viven ahora y de las futuras generaciones.
5. También tiene la respnsabilidad de que se elaboren regulaciones para proteger a la humanidad de cualquier desviación en el uso de esos descubrimientos, que pueda poner en peligro la dignidad de la persona y el bien común de la sociedad.
Pero no sólo la ética, también el teólogo admira, agradece y comparte con el científico la satisfacción de conocer mejor la realidad de la vida. Es más, "el teólogo queda abierto a dejarse sorprender continuamente por la realidad, nunca perfectamente captada; queda, por consiguiente, dispuesto a seguir modificando sus paradigmas de pensamiento para interpretarla y seguir maravillándose ante nuevos horizontes y sensibilidades".
El verdadero teólogo ve bien cada descubrimiento que abre nuevas ventanas al conocimiento de la realidad de la vida y a su manejo para beneficio de la realidad misma, de la humanidad y de todos los vivientes. Se siente igualmente responsable de seguir investigando y aplicando el resultado de esa investigación para mejorar la vida, de acuerdo con el mensaje bíblico de "cuidar la tierra".
Y apelará a la responsabilidad humana para poner la ciencia y la técnica al servicio de la vida, de modo que ésta pueda dar "de sí" lo mejor de sí misma desde dentro de sí misma. Se siente responsable tambián de sacar el mejor partido de los recursos biológicos e incrementar las posibilidades terapéuticas para bien de cada persona enferma y las generaciones futuras en el contexto del mensaje bíblico.
Finalmente, frente al optimismo anterior, pone un contrapunto de realismo, sintiendo la responsabilidad de proteger a todos los vivientes de cualquier desviación que pueda darse en el uso de esos conocimientos y tecnologías.
A pesar de la pertinencia de todas estas observaciones ético-morales, nuestro mayor interlocutor en este trabajo, J. Ortega y Gasset sigue confiando en el científico, como vemos a continucación. También la nueva época que ha inaugurado el Vaticano II en la Iglesia e igualmente su doctrina muy positiva sobre la ciencia es irreversible.