Mirar desde Dios con la amplitud de su corazón

Una de las distancias más cortas físicamente pero que a la vez es uno de los trayectos más difíciles de recorrer es el que va de la cabeza al corazón. Podemos saber muchas cosas de Dios, aprender muchas teorías y hacer grandes discursos pero si falla lo más esencial, el corazón, podemos ser voces que permanecen en el aire pero no aterrizan en la vida de nadie...

A Dios se le puede "saber" y se le puede "sentir". Lo ideal es crecer en armonía en las dos realidades para evitar exageraciones por un lado o por otro. Se puede saber tanto de Dios que nos convirtamos en meros transmisores de doctrina pero que hablamos desde la cabeza únicamente, desde lo aprendido, memorizado, teorizado... ese mensaje no suele llegar al corazón del que escucha, llega a la cabeza. Y se puede tener el sentimiento a flor de piel pero sin formación y sin pasarlo por la razón (entiende para creer, cree para entender) de modo que fácilmente caemos en la tentación de "espiritualizar" en exceso la vida, entiéndaseme bien!


"Cor ad cor loquitur" (el corazón habla al corazón). El corazón en su sentido profundo como expresión del todo de una persona. A menudo en esta sociedad tan seducida por lo frívolo se prostituye el término corazón para reducirlo al sentimentalismo más superficial.

El corazón entendido como la expresión de la totalidad de la persona (entendimiento y sentimiento). Hablar desde el corazón es dotar a nuestras palabras de la fuerza de la propia experiencia y de la firmeza de estar bien cimentado sobre la doctrina aprendida y asumida de la Iglesia. Nada más lejos del puro sentimentalismo individualista y relativista que destruye la comunión y deforma la fe.

El hombre y la mujer de nuestro tiempo parece haber perdido a menudo el enlace con lo trascendente demasiado seducido por lo inmanente, esclavizado por la dictadura de los meramente sensible... cada vez veo más apremiante la necesidad de que los creyentes seamos enlaces que ayuden a llegar a Dios desde la realidad de lo cotidiano. Hombres y mujeres que evangelizan con todo el corazón (entendimiento y sentimiento) y que contagian la fe.

Para ello, se me antoja imprescindible aprender a "mirar desde Dios con la amplitud del corazón de Dios" (en palabras del papa Francisco). Me viene irremediablemente la imagen del apóstol Juan reclinando su cabeza sobre el pecho de Jesús en la última cena. Hacen falta discípulos que como Juan sepamos leer los signos de los tiempos desde el corazón compasivo de Dios. Aprender a mirar la realidad desde la mirada de Dios. Y esto solo es posible si somos hombres y mujeres de corazón.

En los evangelios vemos cómo mira el corazón de Dios a través de las miradas de Jesús. Su ternura hacia los pequeños, su compasión hacia los pecadores, su cercanía hacia los alejados, su valentía ante los opresores, su fidelidad a la voluntad de Dios, su profunda vida interior ante el ruido y el bullicio de las masas que lo seguían...


Envía Señor, hombres y mujeres que vivan según tu corazón, que sepan mirar a sus hermanos como Tú los miras, que sepan ser instrumentos de reconciliación y generadores de paz y alegría.
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