“Mujer, ¿nadie te ha condenado? Yo, tampoco” (Jn 8,11) ¿Perdón y misericordia de la Iglesia (y de monseñor Iceta) para las exclarisas de Belorado en Navidad?
"Es cierto que cualquier persona tiene derecho a cambiar de opinión y a caerse del caballo. Y hasta fundar una nueva secta o, incluso, apostatar"
"Pero de querer salir de la Iglesia y romper la comunión, a unas monjas contemplativas se les pide que, por lo menos, lo hagan con delicadeza y elegancia e, incluso, con un poco de caridad"
"¿Pero la Iglesia no debería distinguirse también en eso de cualquier otra institución? ¿No debería aplicar otra medicina diferente a la de la ley y del castigo a unas monjas erradas?"
"Recen juntos, usted y las monjas. Pídanle a la Reina de los Ángeles, que preside el retablo del altar mayor de la bella iglesia de las monjas, la gracia del perdón y de la reconciliación"
"Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. No las desahucie. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia. Y la gente podrá decir: 'Mirad cómo se aman'"
"¿Pero la Iglesia no debería distinguirse también en eso de cualquier otra institución? ¿No debería aplicar otra medicina diferente a la de la ley y del castigo a unas monjas erradas?"
"Recen juntos, usted y las monjas. Pídanle a la Reina de los Ángeles, que preside el retablo del altar mayor de la bella iglesia de las monjas, la gracia del perdón y de la reconciliación"
"Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. No las desahucie. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia. Y la gente podrá decir: 'Mirad cómo se aman'"
"Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. No las desahucie. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia. Y la gente podrá decir: 'Mirad cómo se aman'"
¿Después de la que han montado, se puede pedir misericordia para las clarisas de Belorado? Se puede, se debe y hasta es justo y necesario, como proclama el canon de la misa.
Es obvio, que las contemplativas, guiadas, dirigidas (y no sabemos hasta qué punto manipuladas) por su abadesa (ya ex), Sor Isabel de la Trinidad, se han equivocado tanto en el fondo como en la forma de su ‘rebelión’.
En el fondo, porque su rebelión consiste en tirar por la borda cientos de años de 15 vidas (ya solo quedan 8 cismáticas y cinco ancianas) entregadas a Dios y a la vida contemplativa, algunas de ellas desde la infancia. Por eso, su ‘levantamiento’ es tan difícil de entender en clave espiritual. ¿Es que, ahora, las monjas van a renegar de sus votos, de su vida vivida, de su fe acrisolada en la soledad de la contemplación? ¿Es que, sólo ahora y de repente, las quince se han dado cuenta de que toda su vida fue un error y un tremendo desperdicio donado a fondo perdido a una Iglesia que les ha mentido y les ha engañado?
¿Y las horas pasadas ante el Santísimo? ¿Y las continuas plegarias por los Papas, entre ellos por el Papa reinante, Francisco, y por los sucesivos obispos de Burgos, su archidiócesis, incluido monseñor Iceta? ¿Cómo es posible que vayan a tirar por la borda sus vidas consagradas a Dios y al carisma franciscano de Santa Clara, cuando algunas de ellas, como la propia Sor Isabel, abandonaron el convento de Lerma, hace 40 años, para seguir siendo fieles a su carisma, cuando Sor Verónica, decidió refundarlo y crear Iesu Communio?
Es cierto que cualquier persona tiene derecho a cambiar de opinión y a caerse del caballo. Y hasta fundar una nueva secta o, incluso, apostatar. Las clarisas de Belorado, también. Pero de querer salir de la Iglesia y romper la comunión, a unas monjas contemplativas se les pide que, por lo menos, lo hagan con delicadeza y elegancia e, incluso, con un poco de caridad.
Por ejemplo, sin insultar a la institución que fue su casa durante tantos años. Sin llamar usurpadores a los últimos Papas. Sin conceder una entrevista (pagada) a un programa de variedades de Tele 5 en horario de máxima audiencia.
Y, si sales de la Iglesia católica, se supone que es para ir a otra mejor o, al menos, con apariencia de seriedad. Pero la alternativa por la que optaron las clarisas no ha podido ser peor: el sedevacantismo.
Primero, la Pía Unión del obispo excomulgado Pablo de Rojas, que no es una Iglesia ni nada que se le parezca, sino un simple 'chiringuito', para el lucro personal de dos espabilados, que viven del cuento. Y lo mismo pasa con el siguiente obispo sedevacantista en la lista de la exclarisas, el brasileño Rodrigo Henrique Ribeiro, otro negociante espabilado. A estos sedevacantistas hasta les supera en prestancia el Palmar de Troya. Y no digamos los Lefebvrianos.
La prueba de que las exclarisas lo hicieron mal es que Sor Isabel y sus monjas siguen empecinadas en transitar por la vía cismática y judicializar el caso, sin intentar dialogar con su otrora 'madre' Iglesia y con su máximo representante en Burgos. Y si monseñor Iceta no quiere dialogar (él asegura vivamente que siempre está con la mano tendida y que son ustedes las que se niegan a tratar nada con él), plántense delante de su casa, llamen a los medios y no tendrá más remedio que recibirlas y escucharlas.
Las clarisas de Belorado han tomado, además, una decisión muy arriesgada, porque lo más probable es que, al final del proceso judicial, se queden sin casa, sin votos y sin carisma. Ya son okupas legalmente (o eso dicen los principales canonistas) y, de empecinarse en su decisión, pronto podrían ser desahuciadas. Aunque el desahucio tampoco será rápido ni fácil.
Mientras tanto, su descrédito crece a marchas forzadas y, al mismo tiempo, contribuyen decisivamente al escándalo de los sencillos (y hay muchos) y al hundimiento de la imagen pública y de la credibilidad de la Iglesia católica en España y en el mundo, porque el caso de Belorado, por lo esperpéntico, está en las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo. Incluido el New York Times.
Hemos hablado con muchas monjas (tanto de vida activa como de clausura) sobre el caso Belorado. Y ninguna se explica las razones que las han podido llevar a romper la comunión eclesial de una forma tan rápida y tan abrupta, de pisotear el carisma franciscano y de arrastrar por el fango de los cotilleos y del descrédito de la ridiculez a la vida religiosa en su conjunto.
La situación es clara y diáfana para la Iglesia, a la que nunca unos cismáticos se lo pusieron tan fácil. Es evidente que a la institución, con su comisario pontificio al frente, monseñor Iceta, se lo están poniendo en bandeja, para acogerse a la justicia civil y acabar cuanto antes con el cisma.
Una reacción lógica y justa a los ojos de la gente y que se está vendiendo muy bien públicamente como una simple aplicación de la ley. Y terminar con el ‘escándalo’ cuanto antes. La ‘tentación’ para el comisario pontificio está ahí, acechando, amén de las presiones del sector más conservador que le está pidiendo, desde hace ya tiempo, que corte por lo sano y aplique la ley. Mano dura.
Es evidente que ésa es la solución que daría al caso cualquier otra institución. Incluso la Iglesia entendida como una institución de poder, que puede triturar a cualquiera y que juega con la ventaja de contar con innumerables recursos y con todo el tiempo del mundo.
¿Pero la Iglesia no debería distinguirse también en eso de cualquier otra institución? ¿No debería aplicar otra medicina diferente a la de la ley y del castigo a unas monjas erradas?
Solucionar de otra forma el cisma de Belorado significa apostar decididamente por la misericordia. Pero de verdad, no sólo como una palabra bonita, y a fondo perdido. Significa activar, en primer lugar, el perdón sin límites y de todo corazón. Como Jesús en el Evangelio:
“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.
Y como suele repetir hasta la extenuación el Papa Francisco: “Perdonad y levantad al que se equivoca y cae por debilidad o por error; porque todo es don y nada se puede perder, porque nadie puede quedarse tirado, y todos deben tener la posibilidad de volver a levantarse y retomar el camino”.
Monseñor Iceta: Perdón y misericordia total y absoluta para las monjas en Navidad. Acuda con humildad a Belorado, de incógnito, sin periodistas. Hable desde el corazón con todas y cada una. Como un pastor que es padre. Escuche sus cuitas y problemas económicos y espirituales, que, como bien sabe, vienen de lejos. Hagan un camino de discernimiento juntos: Unos ejercicios espirituales o, al menos, un retiro. Pero recen juntos, usted y las monjas. Pídanle a la Reina de los Ángeles, que preside el retablo del altar mayor de la bella iglesia de las monjas, la gracia del perdón y de la reconciliación.
Y, después de ese itinerario, que las monjas decidan libremente. Seguro que la mayoría no quiere renegar de su carisma ni de su fe: retíreles la excomunión y ábrales de nuevo las puertas de la casa eclesial.
A las que quieran irse, ayúdelas económicamente. Y si quieren irse todas, regáleles el convento, para que puedan seguir viviendo en él. No las eche a la calle. No las desahucie. Sólo así el arzobispado de Burgos y la Iglesia católica serán ejemplo y testimonio de misericordia. Y la gente podrá decir: “Mirad cómo se aman”.