Mi experiencia con el ROSARIO

Desde los 18 años que entré en el seminario de mi congregación siguiendo la llamada a entregar mi vida como misionero, religioso y sacerdote, reconozco que el rezo del rosario no formaba parte de mi oración diaria. Incluso pasé una época en que pensaba que era profundamente aburrido e inútil. Pero hace tres años viví una experiencia difícil en un hábitat que no era el más adecuado para mi como sacerdote y que me involucré con la intención de dar testimonio de la felicidad de mi vocación. La única condición es que pudiera acompañarme la Sagrada Escritura de la que me alimento diariamente y que me orienta. El primer día de esa experiencia cuando abrí las escrituras cayó del forro un rosario pequeño de esos de dedo, ni me acordaba que estaba ahí! En ese momento entendí como una de esas señales que el Señor nos pone delante de nuestras narices y que muchas veces somos incapaces de ver. Esta vez sí que me percaté. Lo interpreté como una invitación a pasar ese "desierto" bien amarrado a ese salvavidas que era el rosario. Y desde el primer día junto a la meditación de la Palabra inicié el rezo del rosario (a veces dos o tres al día).

Desde esa experiencia el santo rosario me acompaña todos los días y es uno de los momentos más dulces de la jornada. Gracias al rosario he sentido sostén en los momentos más difíciles y complicados, he sentido cómo realmente intercedía, con mi pobre oración, en favor de muchos, especialmente enfermos. Gracias al rezo diario del rosario pasaron esos momentos duros y se abrieron paso de nuevo ante mi, la ilusión y la alegría!


María siempre ha estado detrás y delante de mi historia vocacional sosteniendo y empujando. Desde adolescente, sin ser practicante, no había mañana que cuando iba al colegio, dejara de entrara en nuestro Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Me sentaba en la última fila y simplemente callaba y la miraba. A día de hoy estoy seguro que Ella tuvo mucho que ver en mi vocación como sacerdote y religioso. He sentido siempre su protección y a Ella me he encomendado en los momentos de tentación o duda en mi vida.


Hoy en día entiendo el rezo del rosario como una invitación a unirte a los misterios de la vida de Jesús de la mano de quien más le amó en esta tierra: ¡su madre!


Gracias, Madre, porque cuando muchos me han dado la espalda, Tú me has consolado. Porque cuando he sentido el desánimo y la tentación, Tú me has sostenido.


Puedo afirmar con certeza las palabras de S. Juan Bosco: "Quien confía en María no se sentirá nunca defraudado".
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