La fe de la Iglesia y la Virgen María (Diálogo con Ratzinger)

Con ocasión de unas críticas a la teología de J. Masiá, publiqué ayer una nota titulada “Hagan juego, señores. No rompan la baraja”. No quería entrar en ningún tema teológico de fondo, sino sólo en el tema de la forma en que algunos que querían llevar al P. Masiá al Tribunal de la Congregación de la Fe, desde un simple blog. Si alguien lee con más atención la nota verá que no quito la teología de unos, ni pongo la de otros, aunque tengo y presento la mía. Lo que quería es que el “juego” de los blogs sea lugar de opinión y discusión de caballeros, sin que ningún “pérez” se arrogue el derecho de llamar a la poli o de romper la baraja. No le critico al Sr. Pérez por sus ideas (puede tener las que el vea), sino por el intento de impedir que los otros las tengan, sólo por eso. Y perdone, si es que hablé de enfermedades. Perdone. Éste no es un tribunal de la inquisición, que doctores o jueces tiene para eso la Iglesia. Dicho eso, volviendo al tema discutido, quiero añadir dos reflexiones, al hilo de los comentarios de ayer. Soy largo ya lo sé, y pesado (¡lo lamento!), pero en algún lugar he escrito más largo sobre el tema, desde al año 1977 (Los orígenes de Jesús, un “hijo” que me dio algún disgusto) y allí podrá verlo quien lo quiera. Lo de hoy pretende ser más sencillo, aunque es posible que no lo consiga.

La opinión del Papa, cuando era Joseph Ratzinger

El libro más significativo de J. Ratzinger sigue siendo la Introducción al cristianismo, que ayer citaba J. M. González. Estaba en Alemania cuando salió y allí la leí con cierta emoción y desconcierto. Subrayé entre otras palabras las que cita J. M. González

La filiación divina de Jesús no sufriría menoscabo alguno si hubiese nacido de un matrimonio normal, porque la filiación divina de la que habla la Iglesia no es un hecho biológico, sino ontológico; no es un acontecimiento del tiempo, sino de la eternidad de Dios: Dios es siempre Padre, Hijo y Espíritu, y la concepción de Jesús no significa que haya nacido un nuevo Dios-hijo, sino que Dios hijo atrae a sí mismo la criatura hombre en el hombre Jesús, de modo que él mismo "es" hombre" (Hay edición on line en http://www.mercaba.org/FICHAS
/Religion/introduccion_cristianismo_00.htm, al principio del cap. 9).


Me chocó entonces esa distinción, que separa la filiación “ontológica” del Hijo de Dios de su “nacimiento histórico”…, no sólo porque lo decía Ratzinger, joven teólogo de moda, sino porque nos ponía en el mismo centro de de la razón y la imaginación teológica. Perdonen los no especialistas, pero lo que Ratzinger planteaba es el tema de ls distinción o no distinción entre Trinidad Inmanente (Dios en sí) y Trinidad Económica (Dios en el despliegue de la historia/salvación/economía humana).

Los defensores de la identidad (como K. Rahner) afirmaban (y afirmamos) que el Dios en sí es el mismo Dios de la Historia de la salvación. Eso significa que no se puede hablar de un “Dios ontológico” (¿platónico?) fuera del “tiempo” (de la historia de la salvación). Eso significa que María, la madre de Jesús, es verdaderamente Theotokos (como pide el concilio de Éfeso), está inmersa en el despliegue de Dios.

Los defensores de la distinción (como Ratzinger, discípulo que se distancia ya y se seguirá distanciando de su maestro Rahner) afirmarán que hay un “Dios en sí” fuera de la historia… y que la encarnación es una “atracción” (Dios atrae hacía sí al mundo que ya existe fuera de sí).

Éste es el problema de fondo… Es un problema de alta especialidad, pero se puede entender bien, sencillamente: Se trata de cómo entender la frase de Pablo en Hech 17: “En Dios existimos, nos movemos y somos….”

Lo que de aquí se deduce no es un menos, sino un más para María.

Los que vamos en la línea de la identidad de la Trinidad Inmanente y Económica (siempre con matizaciones) podemos entender mejor la “aportación” de Santa María Virgen al misterio de la Trinidad… Ella no es “Dios en sí”, pero está inserta (en el centro de la historia) en el despliegue del mismo Dios. Por eso nos escandaliza una frase de Ratzinger en el mismo libro:

De hecho el mito del nacimiento milagroso del niño salvador está muy extendido. En él sale a la luz un anhelo de la humanidad, el anhelo por la esperanza y pureza que representa la virgen pura, por lo verdaderamente maternal, por lo acogedor, por lo maduro y lo bueno, y finalmente la esperanza que surge cuando nace un hombre, la esperanza y la alegría que supone un hijo. Probablemente también Israel conoció tales mitos; Is 7,14 (He aquí que una virgen concebirá...) podría darnos la oportunidad de aplicar una tal expectación, aunque el tenor del texto pone de manifiesto que no se trata sin más de una virgen en sentido estricto (J. Ratzinger).


Yo no me atrevería a decir que la palabra de Is 7, 14 que da sentido a todo el Adviento es un mito y menos un mito de “pureza”… No es un mito sino la expresión de la “esperanza utópica” y muy histórica de la transformación de la humanidad, llena de Dios, desde dentro de sí misma. Esta “virgen” (que, como Ratzinger sabía, no es virgen biológica, sino humanidad materna) está en el centro de la esperanza israelita y de la experiencia cristiana.
Desde esa perspectiva lo que muchos buscamos para Maria, la Madre de Jesús, no es un “menos” (no es virgen biológica), sino un “más”, un mucho más… Se abre un tiempo para María Santísima, es decir, para la Humanidad Virgen que da a luz…. Es y sigue siendo Adviento. María es humanidad “virgen”, abierta a la Palabra, humanidad entera, varones y mujeres, pero simbolizada en ella y concretada de hecho en ella, como el Cristo de Dios está simbolizado y concretado en Jesús de Nazaret.

Hermenéutica de los concilios ¿Es dogma de la virginidad biológica de María?

Uno de los comentaristas de ayer me dice que explique este tema. Es muy sencillo: se trata de saber lo que los concilios han dicho, en qué contexto, con qué intención… Es lo mismo que la hermenéutica de la Biblia: se trata de situar los textos de la Biblia y saber lo que dicen, no sea que tomemos “hoy”, al pie de la letra, para hoy, las “leyes del Antiguo Testamento” sobre la aniquilación de los cananeos (limpieza étnica) o sobre la muerte de un tipo de homosexuales cúlticos.
Es el tema Galileo. Todos creían que el sol giraba en torno a la tierra… todos…, con la Biblia. Se trata de saber si eso forma parte de la revelación bíblica o es un “condicionamiento cultural”. Se tardó siglos en verlo… Pero eso que se ha visto en el plano físico-astronómico no se ha visto aún en el plano biológico, en el caso de María Virgen.
Se trata de saber si la afirmación de la Virginidad de María (en sentido biológico) ha sido declarada dogma de fe, de un modo expreso, o forma parte de un “horizonte cultural” que ya ha pasado. No voy a entrar ahora en el tema, si hay gente que lo pida entraré la semana que viene, pero quiero hacer cuatro afirmaciones básicas:

a. La afirmación de que Santa María Virgen es Madre de Dios (theotokos) es clave de y dogma de fe (Concilio de Éfeso). Pero el modo de ser de la “virgnidad física” no ha quedado definido, sino que queda supuesto como “condicionamiento” cultural. Esto no lo digo yo, sino que lo dijo y demostró el Cardenal A. Grilmmeier, en su monumental trabajo sobre la hermenéutica de los concilios en clave cristológica. Hay cosas sobras las que se opinan, otras se estudian (como en física).

b. La Iglesia papal sólo ha declarado dos dogmas “católicos”, no para todas las iglesias, sino para la Iglesia católica: el de la Inmaculada (1854) y el de la Asunción (1950). Gozosamente los asumo y firmo y confirmo, en línea católica, antropológica, soteriológica… Más aún, me parecen básicos para la comprensión del hombre redimido, superando una mala visión del pecado original y del infierno. De todas formas, tenemos que explicarlos (no imponerlos), pues de lo contrario los hermanos protestantes no los entenderán.
c. Nunca se ha definido que la Maternidad Virginal de María…

implique su “virginidad biológica”.
Se ha supuesto, se sigue suponiendo… Pueden aducirse millones de testimonios…, pero pueden ser como los testimonios de que el sol gira en torno a la tierra (de condicionamiento cultural). Por eso, le pido al Sr. Pérez que, si le parece, en vez de acusar al Sr. Masiá, escriba un memorando al Papa, para que afirme “ex cathedra" (pero ex cathedra, ex cathedra…, sin rodeos, sin medias tintas….) que los dogmas conciliares y los textos del Nuevo Testamento implican la virginidad biológica de Santa María Virgen. Aquí está el problema, si el Sr. Pérez quiere…, que lo haga, que inicie una cruzada de firmas, de millones y millones de firmas… Creo que el tema no es tan importante, creo que es una batalla perdida, pues, a pesar de todas mis posibles crítica, creo que el Vaticano es una institución muy seria… pero si el Sr. Pérez lo ve de otra forma…

d. Queda el tema más difícil: explicar y vivir lo que quieren decir los textos del Nuevo Testamento y los concilios cuando hablan de “concebido por el Espíritu Santo y nacido de Santa María Virgen”… Éste es el tema que está por decir… No se trata de negar el “milagro”, sino de situarlo en su lugar. No se trata de negar el milagro, sino de decir que es más grande todavía. No se trata de amar menos a la Virgen Santísima, sino de amarla más y mejor, como a ella le gustaría…. Ante el misterio del "Dios que se hace hombre” (del Dios que es Dios en el proceso de la historia humana) la virginidad o no-virginidad biológica de María pasa a segundo plano… Lo que me importa es Dios… y es María como persona que dialoga con Dios, siendo “virgen en la palabra con Dios” (como decían los Padres de la Iglesia). Desde aquí podemos proponer una “cruzada” de amor a María, de amor a la humanidad de Dios, a todos los que como ella asumen el ideal del Magnificat: “derriba del trono a los potentados, eleva a los oprimidos; sacia de bienes a los hambrientos, despide vacíos a los ricos…”. Aquí está ella, aquí esta su Virginidad Fecunda, con todos los que buscan y aman y conciben humanidad, en Cristo, sobre la tierra.

Concreciones…

A partir de lo anterior se pueden y deben plantear unos temas muy importantes. No puedo responder a todos los comentaristas, pero a todos y a cada uno les doy gracias… sobre todo a los que me alaban “demasié” (lar, lar…), aunque voy bajando de categoría. El otro día, mi amigo G. Haya me proponía para papa…, ahora un amigo bilbaína (¡kaisho!) me propone para cardenal (bajando y bajando, puedo terminar sacristán de Begoña, que no es mal oficio)… Bueno, gracias a todos los que opináis, de un modo o de otro. ¡Con tal que no me mandéis al Santo Oficio! (aunque, si es santo y si es oficio, no puede ser malo). Y con cariño respondo a tres temas:

a. El problema del taxi. Un amigo del blog me dice que los que defendemos lo “mío” (¿cómo sabe lo que yo defiendo, si yo no lo sé, sino que estoy buscando, tanteando…?) somos cinco y que nos podrá un taxis para que vayamos por ahí. Pues que venga el taxista. ¿Qué le parece el viernes en la plaza del Cura Merino de Lerma, a las cince de la tarde? Se viene, nos venimos, rezamos al Cura Merino, cura y guerrillero, que quiso matar a la reina (cosa que era mala) después de matar franceses (cosa que era buena, aunque los franceses despues le acogieron, cuando aquí la reina le quería matar)... y pasamos el fin de semana a cabrito de Silos y a rezo de completas. Está hecho… Aunque quizá tenga que traer un autobús más grande, pues creo que son millones los que piensan de un modo distinto al suyo. De todas formas, llame, que hay que reserar cabritos.
b. El problema de Sevilla, el de la piedad popular… Uno me dice que en Sevilla me echarían al Guadalquivir por decir lo que digo… Tengo un concepto mejor de los sevillanos y alguno habría que me defendería (más de uno, que tengo allí amigos). Mejor me echan al Nervión o al Arlanza… Pero bueno, el tema es que el pueblo no es idiota… y al pueblo se le educa… y el pueblo (sobre todo) nos educa. El tema es caminar con el pueblo: crear y compartir imaginarios de fe. En conclusión, si hay catequesis y escucha mutua… no tengo miedo de los sevillanos.
c. El problema de las serpientes… Un tercero me ha llamado encantador de serpientes. Lo siento por él, pues de esa manera se siente “serpiente” a la que yo quiero encantar. De verdad que me gustaría “encantar”, pero no a serpientes, sino a personas… y que me encanten y que nos encantemos… y que nos emocionemos cantando a la Virgen María..
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