Sermón de Cafarnaúm (1). Dadles de comer, sed su comida
Estos últimos domingos del tiempo ordinario (TO 17-21) la liturgia se ha centrado en Jn 6, Sermón del pan de vida, que es con el de la montaña (Mt 5-7) y el de la última cena Jn 13-18) el más importante del NT, el corazón del evangelio.
Me atrevo a decir que este Sermón de Cafarnaúm (del pan de vida) es el más desconocido y menos cumplido de la historia de la iglesia. Sus temas son dos: (a) Dar de comer (acoger, alimentar) a los hambrientos y desterrados/extranjeros de la tierra. (b) No sólo darles comida y posada, sino ser comida y cada para ellos.
La iglesia ha tendido a olvidar este evangelio. Un mundo moderno de herencia cristiana no sólo lo olvida sino que lo desprecia. El tema no es el posible declive de un tipo de iglesia en occidente. El tema es que los que se llaman llaman herederos políticos, sociales reniegan de este evangelio, diciendo algunos que lo siguen.
En este contexto me ha parecido bien ofrecer tres reflexiones sobre este sermón de Cafarnaúm (Jn 6), uno de los 3 o 4 sermones más importantes del cristianismo. Supongo que mis lectores han leído el texto (Jn 6) o lo recuerdan. Aquí me atrevo a comentarlo de un modo simple, popular.
La iglesia ha tendido a olvidar este evangelio. Un mundo moderno de herencia cristiana no sólo lo olvida sino que lo desprecia. El tema no es el posible declive de un tipo de iglesia en occidente. El tema es que los que se llaman llaman herederos políticos, sociales reniegan de este evangelio, diciendo algunos que lo siguen.
En este contexto me ha parecido bien ofrecer tres reflexiones sobre este sermón de Cafarnaúm (Jn 6), uno de los 3 o 4 sermones más importantes del cristianismo. Supongo que mis lectores han leído el texto (Jn 6) o lo recuerdan. Aquí me atrevo a comentarlo de un modo simple, popular.
| Xabier Pikaza
Jesús se retira a descansar y pensar con sus discípulos en una
zona solitaria. Pero muchos se enteran, les siguen y les buscan, unas cuatro o cinco mil personas, dispuestas a iniciar el camino del Reino.
Venían arrastrados, oprimidos, malheridos y perdidos, como ovejas sin pastor, necesitados de aliento, firmeza y esperanza. Las cosas que habían escuchado (milagros, curaciones, comidas…) habían despertado en ellos un deseo inmenso de vida… Y eso era lo que Jesús les anunciaba y prometía.
Jesús habla con muchos, pero, entrando la noche, se le acercaron los discípulos diciendo: El lugar es desierto, la hora está avanzada. Despide, pues, a la muchedumbre, para que vayan a los poblados del entorno y compren comida antes que cierre la noche.
Los discípulos querían que hombres y mujeres de la muchedumbre se marcharan, pues no había comida para todos. Son la iglesia de aquellos que dicen a los demás lo que tienen que hacer, pero ellos no hacen nada.
Pero Jesús respondió: No podemos despedirles y ponernos a cenar, mientras ellos pasan hambre. Dadles vosotros comida. Le dijeron que sólo tenían cinco panes y dos peces. Jesús respondió. Eso basta: Traédmelos.
Y, mandando a la gente que se reclinara sobre la hierba, mirando al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, se los dio a los discípulos y ellos los re-partieron a la muchedumbre (M 14, 14.21). Estaban tan emocionados que al principio no se dieron cuenta de lo que pasaba, pues comieron todos y se saciaron¸ hablaron entre sí y cantaron, e incluso algunos se levantaron y bailaron en corros, como en Pascua, sobre la hierba fresca de primavera, mientras el río cantaba la canción del deshielo.
Comieron y volvieron a comer, pues traían hambre de pan y hermandad, como el primer día de la entrada de los israelíes en la tierra de Canaán y quisieron coronarle a Jesús como rey, pues un buen gobernante es el que da de comer a todos, el que se impone sobre ellos por dinero y poder.
. Frente a la propuesta de algunos que habían querido despachar a la gente, de manera que los ricos pudieran comprar, mientras los pobres, siguieran condenados al hambre, Jesús había comenzado a instaurar un modelo nuevo de comunicación gratuita de la vida y de sus bienes, diciéndoles:
- -Dadles vosotros de comer lo que vosotros podáis;
- dadles lo que tengáis y habrá alimento para todos.
Éste fue el milagro de la nueva familia de Jesús, no con un pan de maná material que baja del cielo por milagro físico, sino el milagro más hondo de la vida humana, que somos nosotros, hombres y mujeres, cuando nos hacemos carne y sangre de bendición unos para otros.
- El milagro de Dios somos nosotros mismos -dijo Jesús-. Nosotros somos el maná, de manera que nuestra carne sea comida, y nuestra sangre bebida para todos.
Frente a la pobreza y desconfianza de los discípulos, que habían empezado diciendo que sólo había siete panes y dos peces (reservados para ellos, insuficientes para todos), este relato terminaba hablando de una gran cantidad de panes sobrantes: Doce canastos llenos, que simbolizaban la riqueza de las doce tribus de Israel y de todas las naciones de la tierra. Éste era el milagro de los seguidores de Jesús, testigos y herederos de su Reino, a la orilla del mar de Galilea.
Al ver el milagro que Jesús había hecho, la gente decía: «Este es el profeta que iba a venir al mundo». Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey en Cafarnaúm, se retiró a la montaña él solo… Al oscurecer, viendo que no estaba, los discípulos, bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaúm (cf. Jn 6, 14-18).
Quisieron hacerle rey para que él les diera pan material de comida cada día. Pero Jesús no quiso reinar repartiendo un pan, sino haciendo que cada uno de sus seguidores se hiciera pan integral de vida para los demás. Ésta fue su transformación, éste su reino, la meta-morfosis o cambio que quiso introducir sobre el mundo. Por eso, en el momento en que quisieron convertirle en rey de mundo (en la línea del diablo de las tentaciones: Mt 4 y Lc 4), en vez de enfrentarse con aquellos que querían coronarle a la fuerza, marchó al monte, mientras sus seguidores salieron en busca de armas, pensando que llegaba la hora del alzamiento, convocando luchadores, para proclamar el reino del pan material de Jesús y del poder Dios en Galilea. Estaban tan emocionados que no advirtieron que Jesús se había ido, subiendo a la montaña, para allí esconderse, como de niño se había escondido en el templo de Jerusalén, mientras sus padres también le buscaban.
Los setenta discípulos que habían venido de Cafarnaúm en barcas con él quedaron también divididos, confusos… Habían venido por el lago, y por el lago debían volver, realizando en la noche la pequeña travesía. Querían llegar los primeros a Cafarnaúm, para allí descubrir y recibir el don del reino, frente a la sinagoga, antes de que llegara la muchedumbre a pie, pero no lograban avanzar por el lago.
Eran marinos avezados, mil veces habían realizado esa derrota en menos de una hora, pero esta noche pasaban y pasaban las horas y las olas, chocando contra la proa de las barcas, sin que pudieran avanzar ni una braza, a remo ni a vela, mientras la muchedumbre de tierra marchaba con cantos, que se escuchaban cada vez más insistentes, de júbilo y gloria, avanzando por la costa, con proclamas de Reino.
Esa era la situación. Setenta discípulos en barcas, impotentes ante el viento y las olas. Cuatro mil varones y mujeres corriendo por tierra hacia la sinagoga donde les esperaría Jesús para que pudieran ungirle como rey.
En eso pensaban, dando gritos y corriendo, para descubrir, cuando llegaron con sorpresa y estupor, que Jesús no les esperaba y que la plaza de la sinagoga de Cafarnaúm estaba desierta, aunque empezaban a merodear algunos curiosos preguntando qué había pasado, por qué se habían reunido tantos a esas horas en la plaza.
Minutos más tarde, cuando el sol se alzó sobre las colinas del Golán llegaron los 70 discípulos de los barcos que habían logrado sortear por fin el muro del viento y las olas. Regino, el centurión, llegó también con soldados, pero no entró en la plaza, sino que se apostó a la orilla, limitándose a observar lo que pasaba.
Entonces, sin saber cómo había llegado, vieron a Jesús abriendo desde dentro las puertas de la sinagoga, para elevarse en pie, nimbado por el sol naciente… Esta es la escena que muchos habían esperado, añadiendo: Vendrá un profeta o sacerdote para coronarle rey. Pero los minutos pasaban y nadie venía para ungirle, nadie se atrevía a preguntar ni decir nada, en la fresca mañana del lago, mientras Jesús seguía en pie, silencioso, nimbado de sol en el rellano, ante la puerta de la sinagoga.
Algunos empezaron a sospechar la verdad: Lo que Jesús quería y proponía no era lo que esperaban miles de aquellos que venían por pan y poder material. Se distinguen así dos iglesias y dos cristianismos.
1, Está la iglesia y cristianismo de los que buscan pan y poder... La iglesia les ha dado pan, les ha alimentado de un modo o de otro... La iglesia les ha dado poder, se ha hecho poder sobre sus conciencias... Esta es la iglesia de los que quieren comer del "bote" de Cristo, la iglesia de los que se aprovechan de Cristo para conquistar el mundo, imponerse así sobre todo los pueblos.
2. La primera palabra de Jesús a los miembros de esa iglesia del dinero-poder es "dadles vosotros de comer". No andéis buscando comida para vosotros. Repartid todo lo que tengáis como comida para todos... No hace falta mucho, se puede empezar por poco, Dos panes y cinco peces... ese basta, siempre que se comparte
3. La segunda palabra es haceos vosotros comida... Es bueno dar comida, pero lo importante es hacernos comida, es decir "eucaristía". Esta es la transformación del evangelio... Frente a un mundo que crece para tener y poder, Jesús busca y quiere un mundo donde los hombres y mujeres no vivan para ser ellos, sino para que sean los otros, convirtiendo la vida en don
Un relato imaginario
Varias veces, dese el año 1981 hasta el 2017 he dramatizado este sermón del pan de vida, desde la antigua sinagoga de Cafarnaum. Estas son dos páginas de uno de esos sermones:
-¿Por qué habéis venido? ¿Qué tipo de pan esperáis? ¿Queréis aprovecharos del Reino de Dios para enriqueceros y reinar sobre los los demás? ¿O queréis convertir vuestra carne en comida y vuestra sangre en bebida de amor y esperanza para los hambrientos y sedientos de la tierra?
Tras un intenso silencio se escuchó una larga voz, repetida una y cien veces, atronando el cielo:
Jesús nuestro rey (Ieoshua Malkenu), queremos pan, esto es, dinero.Jesús, nuestro rey: queremos reinar ya contigo (tabo malkhutekha).
Jesús Hizo una señal con la derecha y, tras un tiempo expectante de de silencio, se elevó sobre el estrado y dijo:
- Os daré mi pan, si vosotros os hacéis pan de vida compartida. Seré vuestro rey, si reináis conmigo, poniendo lo que sois y tenéis al servicio de los otros. ¿De acuerdo?
- De acuerdo –gritaron algunos-. Queremos ser pan compartido a tu lado
- Pensadlo bien. Reinar conmigo –prosiguió Jesús- es haceros carne para todos, ser familiares y hermanos de los pobres, de forma que os coman. Reinar conmigo es haceros sangre, de forma que os beban. Ser reyes significa no tener nada vuestro, darlo todo a los demás, de forma que vuestra vida sea “bendición”, beraká, para los otros. Pensadlo bien antes de responder otra vez: ¿Estáis dispuestos a convertir vuestro cuerpo y vuestra sangre en pan y vino de comida para todos los hambrientos? No respondáis de inmediato. Deteneos un momento. Ved lo que significa ser reyes conmigo. Pensadlo bien y respondedme.
Ante esas condiciones se extendió un intenso y largo silencio lleno de murmuraciones. Sólo tras un tiempo se escuchó una voz que decía:
- Nos has dado pan y pescado en abundancia… Hemos comido, nos hemos saciado. Queremos que no sigas repartiendo panes y tus peces, siendo de esa forma nuestro rey, para que así reinemos nosotros sobre todo el mundo.
- Mis panes y mis peces sois vosotros, si os hacéis bendición y alimento unos para otros. Éste es mi banquete: Que seamos comida de amor, familia de hermanos, compañeros y amigos, compartiendo nuestra vida.
Volvió a llenarse la plaza de silencio y de murmullos. Sólo la voz anterior se atrevió meditar en alto:
- Eso está bien, Nazoreo, lo dice la Escritura. Pero sólo tú puedes cumplirlo, nosotros somos diferentes. Nosotros no podemos saciar a los demás con nuestra carne, ni quitarles su sed con nuestra sangre.
- Vosotros podéis y debéis, como yo quiero y puedo. No he venido a daros un regalo externo, sino a deciros que vosotros mismos sois Regalo de Reino, presencia de Dios, pan y vino compartido. Por eso he venido a iniciar el camino y daros ejemplo, para que vosotros sigáis siendo alimento para otros.
- Ya te hemos dicho que eso sólo puedes hacerlo tú, porque eres diferente. Los demás no podemos hacerlo, queremos vivir unos a costa de los otros.
- Vosotros podéis, como yo puedo, todos lleváis a Dios en nuestro corazón, de forma que así como él nos regala su vida, siendo en nosotros carne y sangre de Reino, así lo seáis también vosotros, como yo quiero serlo
Calló y se hizo silencio. Nadie se atrevía a responder ni a preguntar. Es como si Jesús les hubiera situado ante una inmensa soledad de abismo, invitándoles a saltar y a dejarse trasportar por su remolino imprevisible de muerte. Se hizo silencio y Jesús comprendió una vez más que la mayoría de los hombres y mujeres de la plaza de la sinagoga no querían ser pan de Dios, sino tener riqueza y alimento de poder del mundo, como los imperios enemigos de Israel (asirios, babilonios, romanos…). Se siguió extendiendo el silencio, mientras Jesús decía:
No busquéis poder, riqueza y dominio sobre otros. Sed vosotros pan, alimento de vida, en amor, para ellos, pues somos comida de Dios, de ella venimos y en ella existimos. Somos pan de Dios, unos para otros. El maná de Israel en el desierto era alimento de muerte y así murieron todos aquellos que lo comieron. Pero, el pan y vino de vuestra carne y sangre es para siempre. Sólo podemos ser y vivir en amor, como reino de Dios, si cada uno de nosotros nos hacernos “eucaristía”, carne y sangre de vida para los demás..
- Nosotros no somos comida, ni bebida unos de otros, siguió respondiéndole otro. Tú, Jesús Nazoreo, nos has dado ayer, panes y peces de este mundo para todos. Eso es lo que queremos, eso pedimos, comida material, poder sobre los pueblos enemigos, dinero.
- Lo siento, Samuel, no has entendido nada –respondió Jesús-. Lo que a un ser humano alimenta de verdad es la presencia el amor de otros seres humanos, su carne, su sangre. Yo multipliqué ayer unos panes y peces externos como signo de la verdadera multiplicación, del auténtico alimento de vida.
Mucho más real, mucho más importante que la multiplicación de los panes materiales es la multiplicación es nuestra carne y sangre. Escuchad y entended lo que os digo: Nosotros somos banquete de Dios, si nos hacemos comida verdadera, viviendo en amor y cuidado, al servicio de los otros.
Decid según eso a los demás: Comed: éste es mi cuerpo del que podéis alimentaros; bebed, ésta es mi sangre, no la de animales degollados sobre un altar del templo, sino la de nuestra propia vida compartida, que nunca muere porque sigue viviendo en la vida de los otros, en la vida eterna de Dios, en quien resucitamos todos.
- Pero si hacemos lo que dice nos comerán.
-Pues claro que os comerán… y de esa forma seréis evangelio de Dios, seréis su iglesia. Éste es en resumen todo mi mensaje Si habéis comprendido esto que es digo, habréis entendido el Reino de Dios.
- Es así -añadió Magdalena