Mi padre fue un arameo emigrante (=errante). Historia y triunfo de los emigrantes bíblicos
Nosotros, herederos occidentales de la tradición de la Biblia, hemos olvidado y negado muchas veces nuestro nuestro origen: Somos hijos de emigrantes/errantes que hemos entrado como ilegales en la tierra (Egipto, USA, España, Israel...) y nos hemos apoderado de ella, para hacernos después señores e impedir que otros entren...
La Biblia, en cambio, reconoce la verdad y nos hace confesar nuestro origen, para actuar en consecuencia. Un país que no acoge emigrantes es infiel a la Biblia y está condenado a muerte... Será destruido por lo mismos emigrantes.
| Xabier Pikaza

9.3.25. Dom 1 Cuaresma. Primera lectura. Dt 26, 4-10
Confesión de fe. Este es el más importante de los credos o confesiones de fe de la Biblia. El emigrante asentado en la nueva tierra lleva al templo una cesta con frutos de la tierra y da gracias a Dios diciendo.
"Mi padre fue un arameo errante (emigrante), que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas.
Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud.
Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos.
Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel .Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado." Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios."
Exégesis breve
Muchos exegetas y teólogos, como mi profesor N. Lohfink, del Bíblico de Roma, afirman que este pasaje es el más importante del Pentateuco y de la Biblia hebrea:
- Es el principio del final del Pentateuco (Dt 26-33), reconociendo ante Dios que los israelitas son hijos de un emigrante arameo (Jacob-Israel) y que así pueden presentarse como signo y defensores de todos los emigrantes.
- De esta confesión de fe y de reconocimiento histórico brota la obligación de acoger y ayudar a emigrantes, mujeres oprimidas y huérfanos.
- Un pueblo (como USA, Europa,,,) que no acote y ayuda a emigrantes y errantes está condenado a la destrucción inexorable, como sigue diciendo todo lo que sigue (Dt 26-33).
- He desarrollado este tema en varios de mis trabajos exegéticos.
ISRAEL,EL TRIUNFO DE LOS EMIGRANTES
Hay tres hipótesis sobre la "entrada" de Israel en Palestina: Invasón violenta, emigración compleja, revolución social. La más significativa es la segunda, vinculada a la tercera 8:
– La hipótesis de la invasión violentatoma como base los datos teologizados de Jo 1-12 donde se supone que el pueblo, formado de antemano bajo la opresión de Egipto, madurado a la lucha en intensas travesías de desierto y acercándose a los vados del Jordán, como un conjunto estatal de doce tribus, conquistó Palestina en tres campañas militares bien organizadas, aniquilando a los cananeos anteriores y repartiendo la tierra entre los vencedores (Jos 13-22).
Esta perspectiva, desarrollada por la escuela Dtr y asumida por algunos historiadores y arqueólogos, supone una visión dualista y destructiva de la guerra: unos eran buenos, y otros, malos; por eso resultaba necesaria una política de tierra y población quemada. Sobre la muerte de los enemigos y la victoria militar de los elegidos pudo asentarse Israel en Palestina, en rápida campaña de conquista9.
– Hipótesis de la emigración. Contra lo anterior se elevan datos de carácter religioso, arqueológico, exegético e histórico que hicieron pensar que los israelitas se habían instalado en Palestina poco a poco, como emigrantes pacíficos que fueron creciendo hasta adueñarse de la tierra. Llegaban como nómadas (seminómadas) de los desiertos de Siria, el Sinaí y la estepa transjordana.
Algunos escapaban de la esclavitud de Egipto, otros venían por razones económico-sociales, en busca de una tierra. Iban llegando en oleadas intermitentes, del XVII al XII a. de C., para establecerse de manera pacífica en las zonas montañosas de Samaria, Judea o la alta Galilea, regiones poco habitadas, instalándose allí, en proceso de sedentarización que les puso en contacto con las ciudades cananeas de la zona costera y los bajos valles palestinos.

El proceso fue básicamente pacífico. Los cananeos controlaban las rutas comerciales y, debido a su ventaja económico-marcial, podían aprovecharse de las aportaciones ganaderas y agrícolas de los nuevos inmigrantes, en provechosa simbiosis. Pero luego la balanza del poder se fue inclinando a los (pre-) israelitas: su misma experiencia religiosa, vinculada al Dios de sus antepasados y al culto más austero del desierto, les mantuvo unidos; así, fueron creando lazos de solidaridad guerrera, mientras las ciudades cananeas, arrastradas por la decadencia del imperio egipcio, que ejercía sobre ellas protectorado y arbitraje (cf. cartas de Tell El-Amarna), carentes de iniciativa y creatividad, fueron decayendo.
Las ciudades palestinas no tenían fuerzas para oponerse al avance religioso-social de las tribus israelitas, que las fueron absorbiendo, en pequeñas guerras o de un modo pacífico. Este proceso, acelerado por el peligro filisteo, culminó en los reinados de Saúl y David (hacia el 1000 a. de C.). No hubo conquista militar propiamente dicha sino desarrollo superior de los israelitas, que lograron triunfar en plano demográfico, social y aun religioso, integrando en su estructura a las ciudades cananeas, como supondrían Jc y 1 Sam, ya ha defendido la escuela histórico-idealista de autores alemanes de la primera mitad del siglo XX10.
– Hipótesis de la revolución y conquista. La visión anterior encuentra dificultades. Ciertamente, había relación entre campesinos y pastores en los dos lados del Jordán; pero en aquel tiempo los pastores, más que nómadas (o aún seminómadas), capaces de emigrar por el desierto, eran trashumantes, moviéndose en un círculo de tierra bien determinado, en complementariedad con los agricultores sedentarios, como sucedía hasta hace poco tiempo en lugares de la cuenca del Mediterráneo.
Antes del XIII a. de C. (domesticación del camello y razzias madianitas) no parece que hubiera invasiones de nómadas en torno a Palestina11. Por otra parte, las historias de Jc y la tradición que está al fondo de Jo hablan de guerras y cambios dentro de la misma tierra palestina.
Los protoisraelitas no eran simples invasores nómadas que, habiendo crecido en número, ocuparon el vacío de poder de las ciudades cananeas. Muchos de ellos se encontraban desde antiguo en la tierra y desde allí pudieron conquistarla en revolución popular que transformó la estructura social del conjunto, suscitando un pueblo nuevo en Palestina12. Desde ese trasfondo estudiaremos la composición, ideología y carácter de la población (ejército) israelita13.
Comenzamos por la composición.La hipótesis de la invasión supone que los israelitas formaban ya un pueblo unitario y guerrero, que conquista Palestina desde fuera. La teoría de la inmigración les hace nómadas que fueron entrando pacíficamente, hasta crecer y adueñarse de las ciudades cananeas, carentes entonces de poder (por la decadencia de Egipto).

En línea de revolución creadora, pensamos que los protoisraelitas tenían varias raíces: unos eran pastores transhumantes, otros campesinos marginales que habitaban en la zona montañosa, otros siervos de los señores feudales cananeos, aparceros de sus latifundios, etc. Algunos de ellos (o sus antepasados) aparecen en las cartas de Tell El-Amarna (XIV a. de C.) como habiru, mercenarios inquietos, campesinos turbulentos que amenazan el frágil equilibrio feudal de las ciudades: son como un proletariado militar, personas dislocadas, que no han constituido todavía pueblo.
De un modo especial influyen los campesinos libres de la zona montañosa central de Palestina donde no había logrado imponerse el esquema feudal de las ciudades. Unos mismos intereses económicos y un tipo de costumbres y creencias les fue vinculando hasta formar grupo importante en el mosaico inestable de ciudades y poderes comerciales cananeos14 .
También parecen influir algunos fugitivos de Egipto, representados, quizá, por grupos de levitas y/o antepasados de los benjaminitas y efraimitas, portadores de una ideología sagrada de fuerte libertad. Conservan el recuerdo de la esclavitud a que se han visto sometidos en Egipto (Ex 1) y traen la certeza de que Dios mismo les sostiene en su camino (cf. Ex 3, 7-8), con el recuerdo de una intervención salvadora en la primera guerra santa, el paso del Mar Rojo :
Yahvé retiró el mar con un recio viento solano que sopló toda la noche. A la vigilia de la mañana miró Yahvé el campamento de los egipcios... y conturbó su campamento: agarrotó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente, y los egipcios dijeron: huyamos...15.
Ese recuerdo, repetido y celebrado como memoria fundante por los que se sienten liberados de Egipto, constituye el trasfondo de la lucha de liberación de los hebreos, el principio de constitución del pueblo israelita. El terror de Yahvé, la crecida del agua, los carros del ejército enemigo que no pueden maniobrar en un espacio pantanoso... serán una constante en las batallas primordiales de las aguas de Js 11, 5-9 (Merom) y Jc 4 (Quisón) donde se enfrentan:
El pueblo se formó partiendo, según eso, de habiru (mercenarios desclasados), campesinos trashumantes, fugitivos de Egipto... que se fueron vinculando en conjuntos de tipo tribal, unidos por consanguinidad y oposición al sistema feudal de las ciudades cananeas (o de Egipto), en comunidad no estatal, pero vinculada en clave económica, social y religiosa. Las tribus forman así una sociedad igualitaria, sin estado central, en contra de las ciudades cananeas, dominadas por un rey y una clase superior sacralizada con vínculos divinos. Esas tribus israelitas se vinculan ante Yahvé, su Dios, en pacto que les obliga a combatir el sistema cananeo:
Cuando marche mi ángel ante ti y te introduzca en la tierra del amorreo, del hitita y ferezeo... no adores a sus dioses ni les sirvas, no fabriques lugares de culto como los suyos,sino que has de destruirlos y derribar también sus piedras sagradas (Ex 23, 23-24).
Estas palabras forman parte de un pacto de constitución sacral y/o social del pueblo (cf. Ex 34,10-11; Jc 2,1-5; Dt 7 y 20)17 que se instituye probablemente en Guilgal, santuario de la transformación israelita, que vincula a los federados de Yahvé, haciendo que se opongan a los cananeos para destruirlos, en guerra militar e innovación popular. No matan a todos los habitantes de la tierra, como dirá la teología oficial Dt, sino que luchan contra la oligarquía sacral cananea y destruyen, en guerra sagrada, sus signos de opresión fundamental, ligados al rey y al culto18. Israel se vuelve así nación santa y pueblo sacerdotal (cf. Ex 19, 5-6) con marginados, campesinos y fugitivos que destruyen la opresión feudal de las ciudades cananeas y suscitan una estructura fraterna de familias unidas libremente como tribus, en clave de solidaridad y ayuda mutua19

CONCLUSIÓN Y NOTAS.
Los pueblos que llevan una Biblia en la mano y no se reconocen emigrantes... y no acogen a los emigrantes,,, son por un lado mentirosos y por otro están condenados a la muerte. Siguen notas eruditas
7 Cf. E. Lipinski, La royauté de Yahvé, Brüssel, 1965; P. D. Miller, The Divine Warrior in Early Israel, Cambridge MA, 1973; M. C. Lind , Yahweh is a Warrior, Scottdale PA, 1980.
8 Cf. R. de Vaux, Instituciones del AT, Barcelona, 1985, 291-370; Id., Historia antigua de Israel. II. Asentamiento en Canaán y período de los Jueces, Madrid, 1975, 17-28, 171-288; B. Halpern, The emergence of Israel in Canaan, Chico CA, 1983, 3-16; 49-50; M. Rose: “Entmilitarisierung des Kriegs ?”. Erwägungen zu den Patrianchen-Erzählungen der Genesis, BZ, 20, 1976, 197-211.
9 Cf. W. F. Albrigh, Arqueología de Palestina, Barcelona, 1962; Y. Kaufmann, The Biblical Account of the Conquest of Palestina, Jerusalem, 1953.
10 Cf. A. Alt, Die Landnahme der Israeliten in Palestina, Leipzig, 1925 [= Grundfragen der Geschichte des Volkes Israel, München, 1970, 99-185]; M. Noth, Das Buch Josua,Tübingen, 1953; Id., Historia de Israel, Barcelona, 1966, 76-89; M. Weippert: Die Landnahme der israelitischen Stämme in der neueren Diskussion, Göttingen, 1967.
11 Cf. J. T. Luke, Pastoralism and Politics in the Mari-Period, Ann Arbor, Univ. Microfilms, 1965.
12 Cf. G. E. Mendenhall, The Hebrew Conquest of Palestine, BibArch, 25, 1962, 66-87; Id., The Tenth Generation. The Origins of the Biblical Tradition, Baltimore, 1973; N. K. Gottwald, O. c., 391-404.
13 El problema histórico concreto de la ocupación/conquista israelita palestina debe ser resuelto en investigación que vincule aportaciones arqueológicas, historia del entorno (egipcios, filisteos, fenicios...) y exégesis bíblica. En esta línea cf. A. Mazar, Archeology of the Land of the Bible 1000-586 BCE, Doubleday, New York 1992; G. W. Ahlström, The History of Ancient Palestine from the Palaeolithic Period to Alexander's Conquest, JSOT SuppSer 146, Sheffield 1993; R. B. Coote, Early Israel: A new Horizon, Fortress, Minneapolis 1990. La tercera hipótesis, que en parte asumimos, debe ser completada con elementos de la primera: el surgimiento de Israel en Palestina incluye aspectos de conquista violenta y revolución social..
14 Cf. B. Halpern, O. c., 81-108.
15 Sobre el éxodo, cf. M. Noth , Exodus, ATD, 5, Göttingen, 1968, 80-95; J. Plastaras, Il Dio dell’Esodo, Torino, 1976, 118-121; B. Halpern , O. c., 42-43 ; G. von Rad, O. c., 45-46.
16 Cf. N. K. Gottwald, O.c., 153-155.
17 Textos estudiados por N. Lohfink, Das Hauptgebot, AnBib, 20, Roma, 1963.
18 Guilgal, con las doce piedras (cf. Js 4) es lugar clave para el surgimiento israelita. Cf. E. Otto y T. Schramm, Fiesta y gozo, Salamanca, 1983, 28-52; E. Otto., Das Mazzotfest in Gilgal, BWANT, 107, Stuttgart, 1975.
19 Cf. B. Halpern, O. c., ., 187-236.
Patriarcas Anejo. . Tres figuras (→ Abrahán, Agar, conquista, Isaac, Jacob, José, promesas, Raquel, Rebeca, Sara). Su memoria ha sido recogida y reinterpretada en forma creyente (yahvista) en Gen 12-50, partiendo de recuerdos antiguos (siglos XVII-XII a.C.), vinculados a los shasu, palabra con que los egipcios evocaban a los nómadas de Oriente que se acercaban con frecuencia a sus fronteras.
(1) La promesa de la tierra. Esos patriarcas “shasu” eran básicamente trashumantes, de origen arameo (quizá también árabe), que se acercaban a Palestina, y a veces se asentaban en las zonas menos pobladas de la tierra, en pacto con los habitantes de las ciudades. Sus descendientes, unidos a los evadidos de Egipto y a grupos de habitantes de la tierra de Canaán serán el origen de Israel. De ellos (de esos patriarcas) habla Gen 12-50, recogiendo tradiciones orientales, de origen semita (babilonio, arameo), palestino (de las tierras de Israel) y egipcio; esos capítulos contienen historias familiares de gentes que peregrinan (pastores trashumantes), viniendo de la estepa de Mesopotamia y Siria y quieren instalarse en la tierra de Canaán, bajo la guía de un Dios que aparece como “el Dios de los padres” (Alt). Sus tradiciones (que pueden remontarse al siglo XVII al XII a.C.) han sido reelaboradas y fijadas por escrito en torno al siglo V a.C., para expresar el origen y sentido de Israel entre los diversos pueblos de la tierra, y se centran en tres figuras, organizadas ya de un modo genealógico, unitario.
Abrahán (Gen 12-23). Es signo de fe (padre de todos los creyentes), modelo de peregrinación hacia la tierra prometida, con dos mujeres principales (Sara*, Agar*) y dos hijos (Isaac e Ismael). Éstos son los temas más conocidos de su vida: (a) Llamada (Gen 12, 1-3). Abrahán cree en el Dios que le saca de su tierra y le manda hacia la tierra prometida, no para volver (eterno retorno, como Ulisas en la Odisea), sino para iniciar allí una nueva historia. (b) Mambré (Gen 18). Dios visita a Abrahán en forma de tres ángeles bajo la encina sagrada. Esta escena se ha convertido en el icono de la Trinidad de la Iglesia de Oriente (Rublev). (c) Sodoma (Gen 19). Dios destruye a las ciudades pecadoras (nos hospitalarias), a pesar de la intercesión de Abrahán. Se salva Lot, sobrino de Abrahán, y su familia (pero no su mujer). (d) Sacrificio de Isaac (Gen 22). Ésta es la prueba de la fe de Abrahán, que confía en Dios y se dispone a sacrificar a su único hijo “legítimo”, en el Monte Moria, lugar del templo de Jerusalén (símbolo de Jesús).
Isaac (Gen 24-35). Es el menos destacado de los tres patriarcas. En su vida sobresalen dos temas: (a). Boda por poderes, junto a un pozo (Gen 24), que es lugar de encuentro y de matrimonio. (b) Dos hijos enfrentados (Gen 25-27). Los dos hijos gemelos de Isaac (Esaú y Jacob) nacen y viven enfrentados. Isaac bendijo a Jacob por engaño.
Jacob y su familia (Gen 35-50). Este ciclo contiene historias complejas de celos matrimoniales, luchas familiares y promesas, que pueden condensarse en cuatro misterios, que marcan la historia israelita: (a) Dos teofanías (Gen 28 y 32). Saliendo de la tierra de Canaán, Jacob conempla los ángeles que le ponen en contacto con el Dios que le acompaña; volviendo a la tierra lucha con Dios (y le vence: eso significa Israel) en el vado de Penuel. (b) Doce tribus (Gen 29-31). Jacob tiene dos mujeres legítimas (Lía y Raquel) y dos concubinas. Con ellas engendra doce hijos que son antepasados de las doce tribus de Israel. (c) Venta de José (Gen 37-44). Los hijos varones de Jacob venden por envidia a su hermano José, pero Dios le protege y José llega a ser Virrey de Egipto, cuya economía organiza. (d) Perdón de José. Los hermanos de José van a Egipto para comprar trigo, en tiempo de hambre. José les reconoce y perdona. Todo el clan de Jacob desciende a Egipto.
(2) Trasfondo histórico y religioso. Historias semejantes de antepasados simbólicos que han peregrinado buscando tierras y cuidando a sus familias, en medio de grandes riesgos, son comunes en muchos pueblos antiguos. Hay leyendas e historias de migraciones en Grecia, en la India y en China, lo mismo que en diversos pueblos de América y África. La novedad de la Biblia está en la visión de un Dios único que guía a su pueblo, al servicio de toda la humanidad. Esas historias pueden situarse en un contexto histórico bastante preciso, entre los siglos XVI-XII a.C., cuando están culminando las grandes invasiones “indoeuropeos” de Celtas, Griegos, latinos, Persas e Iranios (4000-1000 a.C.). Éste es el tiempo de la Primera Dinastía de Babilona, del Imperio Antiguo de Asiria (s. XVI-XII a.C.), y del Imperio Medio y del Nuevo en Egipto (s. XVII-XII a.C.), de la dinastía XIV a la XIX.
Estos patriarcas definen el comienzo de la historia de Israel y así aparecen como antepasados y fundadores de las tribus que forman el pueblo elegido. Ciertamente, los israelitas saben que en su entorno viven también otros pueblos que son hijos de Abraham y de Isaac. y de sus parientes más cercanos: moabitas y amonitas son hijos de Lot, sobrino y protegido (casi hijo) de Abrahán; los ismaelitas y otras tribus de la estepa se saben también hijos de Abrahán (por Agar*); los amalecitas son hijos de Isaac (a través de Esaú), como cuentan los capítulos centrales del Génesis (cf. Gen 12-27). Pero sólo los Doce hijos de Jacob han sido elegidos como patriarcas de Israel y así deben mantener su identidad y su diferencia entre los pueblos de la tierra. En esa línea, la primera institución de Israel, ha sido y, en algún sentido, sigue siendo genealogía, es decir, la transmisión biológica de la identidad nacional (de la elección religiosa). Tomada como puro privilegio, esa identidad genealógica sería causa de orgullo y haría de los judíos una simple "raza" de este mundo, en línea de exclusivismo nacional. Pero puede y debe entenderse (y extenderse) como institución de gratuidad. Los israelitas han sido elegidos por genealogía, pero no para destacarse por encima de otros pueblos, sino para ofrecer a todos el testimonio y ejemplo de su identidad (cf. Gen 12, 1-3).
En ese sentido, el judaísmo ha sido básicamente una religión patriarcal. Gen 2-4 recuerda un poder matriarcal, de mujeres, dadoras de vida, centradas en Eva, la madre de todos los vivientes (cf. Gen 3, 20). Pero luego se ha borrado esa memoria y, aunque más tarde se diga que “judío es el que nace de judía”, las genealogías se cuentan por línea masculina. De manera consecuente, la historia bíblica no recuerda sólo a los patriarcas del principio (Abraham e Isaac, Jacob y sus Doce hijos), sino también, y de un modo quizá más prominente a los portadores masculinos de la identidad israelita, empezando por Moisés y por los Josué y los Jueces (caudillos militares), para seguir después por los profetas (básicamente varones, hombres de la palabra) y después por los escribas, que han fijado la Misná* o doctrina central del judaísmo posterior.
Sobre el Dios que está en el fondo de las historias patriarcales sigue siendo fundamental A. Alt, Der Gott der Väter, en Grundfragen der Geschichte del Volkes Israel, Beck, München 1970, 21-98. Sobre el trasfondo histórico de los patriarcas, cf. R. Michaud, Los patriarcas. Historia y teología, EVD, Estella 1982; H. Seebass, Die Erzväter Israel, BZAW 98, Berlin 1966; R. de Vaux, Historia antigua de Israel I, Cristiandad, Madrid 1974