Mis reflexiones dubitativas sobre el aborto (Pedro Zabala)


Pedro Zabala.
Normalmente, sólo hablo de lo que estoy seguro. Lo cual no quiere decir que siempre acierte, por lo que escucho si me contestan razonable y educadamente, dispuesto a rectificar en cuanto me convenzan, en todo o en parte, las argumentaciones contradictorias. Pero hoy, hablaré de este tema, para exponer lo que he aprendido sobre el mismo, lo que he reflexionado sobre él y las dudas que tengo ante ciertas posturas dogmáticas y apriorísticas. Hace siempre que aprendí que la con-ciencia no es individualista, sino saber juntos y dialogando podemos llegar a tener una personal, siempre dispuesta a perfeccionarse.
Para empezar, hay que distinguir lo ilícito penal de lo anti-ético. No todo lo castigable penalmente es inmoral, ni todo lo inmoral se persigue penalmente. Una comunidad política lleva a su código penal aquellas conductas que juzga gravemente perniciosas para la comunidad y las personas que la componen. El juicio de perniciosidad grave no debe ponerlo el legislador, sino amoldarse a lo que la sociedad en cada época, juzgue que lo es. En una sociedad plural y heterogénea, como las occidentales de hoy, el juicio ha adecuarse a la moral común de la mayoría. Lo cual no quiere decir que debamos dar siempre por buena la trascripción que de la misma haga el legislador y que no intentemos coherente y razonablemente convencer a la opinión pública de lo que creemos perverso según nuestros principios.
Dicho esto, sentaré una afirmación: el aborto provocado es un mal ético y por lo tanto nunca puede ser un derecho. Y creo que hay consenso en que debe ser sancionado como delito siempre que se haga coactivamente, bien por el Estado o por particulares. Pero hay una cuestión previa: ¿qué entendemos por aborto?, ¿qué es ser persona?. Aborto es la eliminación de un ser humano dentro del útero materno o su expulsión antes de que pueda ser viable. No me referiré a conductas bárbaras como la posibilidad en la antigua China de no considerar persona a un niño antes de su dentición o la costumbre romana de presentar al recién nacido al paterfamilias para que lo admitiese como hijo u ordenase su exposición a la intemperie para que pereciese por hambre o frío o fuese devorado por animales.
¿Desde cuándo se es persona?. Desde el punto de vista del derecho positivo vigente, se considera persona jurídica individual al “feto que tuviese figura humana y viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno”. Desde la ética, caben dos acepciones de la personalidad: una rígida y estática, que la ve como una esencia inmutable que se tiene desde un primer momento hasta la muerte y otra dinámica que la concibe como un proceso en desarrollo al que sólo la muerte puede poner fin. Responde a la primera la postura oficial de la jerarquía eclesial que considera que se es persona desde el instante de la concepción. Suele decirse, a mi juicio erróneamente, que esta postura se basa en la biología y que es compartida por todos los científicos. Pero entre éstos hay diversas posiciones que no derivan de su experiencia científica, sino de sus convicciones religiosas o metafísicas. Antaño, se apelaba al momento de la creación del alma por Dios a cada nuevo ser (en tiempo posterior para la mujer, dada su condición inferior, decían). Pero ya no emplean ese argumento, o bien porque el dualismo alma-cuerpo de origen heleno casa mal con la antropología bíblica o porque resulta extraña en foros civiles. Una definición medieval de persona es aquella de “sustancia individual de naturaleza racional”, definición a mi juicio con aspectos válidos, pero insuficientes, ya que olvida la característica social del ser humano. Somos un nudo en unas constelaciones de relaciones con otros seres, llegamos a ser un YO gracias a nuestros contactos con otros TÚS, que nos humanizan. Pero además afirmar que la persona empieza en la concepción olvida realidades que la biología ha descubierto. Como recuerda el jesuíta Juan Masiá, maestro en bioética, “tras el encuentro del espermatozoide con el óvulo se inicia la fecundación que dura más de 20 HORAS, a partir de la cual hay un proceso maravilloso de división celular que se extiende hasta unos 14 días, durante los cuales no es aún INDIVIDUO, ya que puede dividirse y dar lugar a la formación de dos o más gemelos univitelinos. Además, ese conjunto de células no ha interactuado aún, es a partir de la anidación, de su implantación cuando empieza su relación con su madre, ese Tú que lo llevará en seno aproximadamente unos nueve meses. Por esos motivos, no me convence que se intenta llamar persona a ese conjunto celular en ese corto plazo de 14 días. Y consecuentemente, a mi juicio, ¿cómo llamar abortivos al DIU y a la píldora de las 24 horas?. El argumento contrario que realmente se utiliza es el de autoridad, como lo dicen los jerarcas, ellos saben la verdad, sólo queda acatarla o salirse del rebaño.
“Ante un proceso como el alba –sigue diciendo Masiá- no cabe trazar una línea nítida de antes y después del comienzo. Tendremos que contentarnos con expresiones como no antes de la tercera semana, no después de la octava”, donde se da la interacción embrio-materna constitutiva de la nueva realidad. Y si ya tenemos probabilidades que en ese transcurso de tiempo aparece la personalidad, aquí tendremos que aplicar el principio ético de precaución. No cabe ante la duda violar un derecho fundamental. La frivolidad feminista del “nosotras parimos, nosotras decidimos” no deja de ser una irresponsabilidad que intenta legitimar el acabar con la vida de un ser humano.
¿Caben excepciones al mandato ético fundamental NO MATARÁS?. Tradicionalmente se han admitido, nacidas del derecho a la legítima defensa, bien ante un agresor individual o colectivo. Se exigía un requisito indispensable que el mal que se causase no fuera superior al que se quería evitar.
En el actual Código penal español se configura el aborto como un delito, pero se admiten tres supuestos de exculpación de la responsabilidad: malformación del feto, riesgo grave para la salud física o psíquica de la madre y violación. Analizaré cada unos de los tres casos. En el supuesto de malformación del feto, si fuera tan grave, que realmente no pudiera constituirse como persona, por ejemplo fetos anencefálicos, es comprensible, (aunque en estos supuestos, se trata de embarazos no viables en la mayoría de los casos). En otras malformaciones menores, es típico de la mentalidad hedonista dominante el ver como una carga insufrible el cuidado de un hijo en tales condiciones. Y también la hipocresía de una sociedad que, a lo mejor condena el aborto, pero no está dispuesta a ayudar a las familias que soportan estas cargas.
El peligro grave para la salud de la madre, recuerda la célebre aporía de aquel pensador griego, Carneades, que presenta en alta mar a dos náufragos aferrados a una tabla que sólo puede sostener a uno. ¿Se atrevería alguien a condenar a quien empujase al otro para salvarse?. Desde la justicia, sólo quién está en situación extrema tiene derecho a decidir, en este caso, la madre. Aunque la medicina ha avanzado mucho no siempre es posible salvar a ambos, piénsese por ejemplo en el cáncer invasivo de útero de una embarazada. Lo que resulta cínico es que los informes de riesgo grave para la salud psíquica de la madre los estén firmando facultativos al servicio de las clínicas abortivas, como parece que ahora está ocurriendo.
En cuanto al supuesto de violación, aquí se trata de los casos en que se ha atentado contra la libertad sexual de las mujeres y, a consecuencia de los atropellos, se producen embarazos totalmente indeseados, en que el cromosoma Y deriva de varones que se han comportado como canallas. Se trata de actos que, en las guerras se producen en forma masiva. El cuerpo de las mujeres siempre se ha considerado un botín para las tropas vencedoras. Más aún en múltiples choques bélicos actuales se emplean las violaciones como armas de guerra para quebrantar la moral del enemigo, al herir su orgullo étnico o tribal machista que se sustenta (?) en la virginidad de las doncellas y en la fidelidad de las casadas. Lo peor es que luego sus familiares las abandonan o las vejan. ¿Es justo que se castigue doblemente a esas desgraciadas víctimas penándolas si abortan?. La despenalización en estos supuestos es lo que defendía Amnistía Internacional, a la que pertenezco, sin entrar a considerar teóricamente el aborto como derecho, y que motivó la condena vaticana. Yo me atrevo a proponer que se siga penando el aborto en estos supuestos, pero no a la víctimas ni a los facultativo que lo practiquen, sino al violador, aplicando el viejo principio jurídico de que quien es causa de la causa del mal último, debe responder de éste.
Actualmente parece que se quieren eliminar las despenalizaciones causales para ir a un sistema de plazos en el que sólo el libre albedrío de la madre decida. He de decir que éticamente no estoy de acuerdo. Lógicamente cuando más amplio sea ese plazo, peor será. Pero añadiré:
---Desconozco qué opina la mayoría de la sociedad sobre el tema Se oyen voces emocionalmente activas y en las antípodas de grupos proabortistas y provida. Hecho a faltar debates serios y racionales que sirvan para que los ciudadanos puedan tener criterios fundados sobre la cuestión.
---Destaca lamentablemente en nuestra sociedad la trivialización del sexo al que se presenta como un juego irresponsable, alejado de un marco amoroso. De un hipócrita puritanismo hemos pasado a una falsa libertad en que el derecho a la comunicación armónica entre dos adultos queda subordinado a la cosificación del otro/otra. Además el voyerismo es la anomalía sexual más frecuente, privando a la intimidad de estos encuentros de su encanto más incitador.
---El incremento de los embarazos de adolescentes que puede presentarse a favor de la modificación de la norma revela un fallo estrepitoso de la educación emocional y sexual. Repiten los estereotipos machistas de sus mayores y parecen desconocer que la responsabilidad va indisolublemente unida a la libertad.
---Se precisa la divulgación y admisión con naturalidad de métodos e instrumentos anticonceptivos, incluídos los correspondientes a las dos semanas posteriores al coito.
--Lamento la irresponsabilidad de los partidos políticos que se aprestan a usar con fines electorales un tema tan serio. ¿No es una cuestión que exigiría la libertad de voto de los parlamentarios para que lo emitan con arreglo a su conciencia y no con sujeción al mandato del partido, además prohibido constitucionalmente?. ¿No debería esta cuestión ser objeto de referéndum entre todos los ciudadanos?.
---Si no me equivoco, el aborto es un mal no deseado por la mayoría de las mujeres que lo practican. ¿No es deben de la sociedad proporcionarles la ayuda necesaria para que no tomen una decisión tan desafortunada?. Y si lo hacen, ¿no precisan, quizá más que condena, apoyo y comprensión para sobrellevar el trance tan amargo por el que han pasado?. ¿No es el colmo de la hipocresía una sociedad que penaliza el aborto y abandona a las mujeres en esa situación?. Y los seguidores del Jesús de la misericordia, ¿no deberíamos estar en vanguardia de comprensión y solidaridad con ellas?.