Francisco recuerda que el Señor de los Milagros, Cristo crucificado, es la prueba más linda del amor de Dios hacia el amado pueblo peruano. Se muestra como el “Emmanuel”, Dios-con-nosotros que, silencioso sale al encuentro de su gente para darle vida y consuelo, y abarcarlo en el abrazo inmutable de su misericordia y perdón”.
En la misiva, el Papa afirma que, aunque este año no se podrá llevar a cabo la procesión por las calles de la ciudad, Jesús “sigue compartiendo la incertidumbre y el sufrimiento de todos, especialmente, de los más pobres, excluidos y descartados”.
El Papa comparte, en la carta, sus sentimientos ante las pruebas a las que están expuestos tantos hermanos y hermanas a causa del virus, “que no sólo afecta a la salud, sino también a sus vidas, aumentando las injusticias, los sufrimientos, las incomprensiones que golpean la dignidad personal, sin distinción de pertenencia religiosa (…) me gustaría animarlos a mirar una vez más al Señor, Él no nos abandona; nos llama y nos abraza con un amor infinito que nos cura, nos conforta y nos salva”.
El Papa, se despide en la carta, impartiendo la Bendición apostólica y encomendando a los fieles a la “misericordia del Señor de los Milagros y al cuidado maternal de la Virgen de los Dolores”.