"Sin sospechas ni divisiones, sin habladurías, rumores o recelos. Hagan “sínodo”, es decir, “caminen juntos”" "No tengáis miedo de recorrer itinerarios nuevos, incluso arriesgados (...). El culto a Dios pasa por la cercanía al hermano"

El Papa llama a "volver a la Iglesia de los orígenes", con quienes "son crucificados por el dolor, la miseria, la pobreza y la violencia"

"La vida de la Iglesia no es solamente una historia pasada que hay que recordar, sino un gran futuro que hay  que construir"

"El elegante guardarropa de los hábitos religiosos no siempre corresponde a una fe entusiasta animada  por el dinamismo de la evangelización"

El Papa invita a "ser una Iglesia a la que le importa la amistad con  Jesús y el anuncio de su Evangelio, no la búsqueda de espacios y atenciones; una Iglesia que pone en el centro el testimonio, y no ciertas prácticas religiosas; una Iglesia que desea ir al encuentro de todos con la lámpara encendida del Evangelio y no ser un círculo cerrado"

"Es necesario vigilar para que las prácticas religiosas no se reduzcan a la repetición de un repertorio del pasado, sino que expresen una fe viva, abierta, que difunda la alegría del Evangelio"

"Este es el Evangelio que estamos llamados a vivir: acoger, ser expertos en humanidad y encender hogueras de ternura cuando el frío de la vida se cierne sobre aquellos que sufren". Volver a los orígenes. Volver a la cruz. Volver, en definitiva, a quienes "son crucificados por el dolor, la miseria, la pobreza". Ese fue el principal mensaje del Papa Francisco durante el encuentro de oración en el santuario mariano de Ta'Pinu, en la isla de Gozo, a la que Bergoglio llegó surcando el mar, en catamarán.

Junto a unas tres mil personas que le esperaban, impacientes e incombustibles, Francisco (cojeando visiblemente) escuchó los testimonios del obispo de Gozo, Anthony Teuma; de Sandi y Domenico, tres décadas de matrimonio y una esclerosis múltiple les contemplan; de Jennifer Cauchi, cautivada por la Virgen en el santuario; o de Francesco Pio Attard. Después, reflexionó sobre el dolor y el amor de la compañía, poniendo como ejemplos a María y Juan, al pie de la cruz, mientras Jesús "carga sobre sí las llagas de la humanidad".

Porque la muerte "no es la conclusión de la historia, sino que señala el comienzo de una vida nueva" y, "desde este Santuario de Ta'Pinu podemos meditar juntos sobre el nuevo inicio que brota de la hora de Jesús". Algo que se ve, también, en las piedras. Este santuario, hace unos años, era "sólo una pequeña capilla en estado de abandono. Se había dispuesto que fuera  demolida; parecía el final. Pero una serie de acontecimientos cambiaron el curso de la historia", y se convirtió en santuario nacional".

"Aquí  también llegó como peregrino san Juan Pablo II, del que hoy recordamos el aniversario de su muerte.  Un lugar que parecía perdido, ahora renueva, en el Pueblo de Dios, la fe y la esperanza", recordó Bergoglio, quien insistió en que, como las piedras, "para renovar nuestra fe y la misión de la  comunidad, estamos llamados a volver a ese inicio, a la Iglesia naciente que vemos en María y Juan  al pie de la cruz".

Francisco, en el santuario de Gozo
Francisco, en el santuario de Gozo

No copiar modelos

"¿Pero qué significa volver a ese comienzo? ¿Qué significa volver a los orígenes?", se preguntó. "En primer lugar, se trata de redescubrir lo esencial de la fe. Volver a la Iglesia de los orígenes  no significa mirar hacia atrás para copiar el modelo eclesial de la primera comunidad cristiana, porque "no podemos omitir la historia, como si el Señor no hubiera hablado y obrado grandes cosas también  en la vida de la Iglesia de los siglos sucesivos".

"Tampoco significa ser demasiado idealistas,  imaginando que en esa comunidad no hayan existido dificultades; al contrario, leemos que los  discípulos discutían, que llegaron incluso a pelearse entre ellos, y que no siempre comprendían las  enseñanzas del Señor", sostuvo el Papa. ¿Y entonces? "Volver a los orígenes significa más bien recuperar el espíritu de la primera  comunidad cristiana, es decir, volver al corazón y redescubrir el centro de la fe: la relación con Jesús  y el anuncio de su Evangelio al mundo entero. ¡Esto es lo esencial!". 

"La principal preocupación de los discípulos de Jesús no era el prestigio de  la comunidad y de sus ministros, la influencia social, el refinamiento del culto. No. La inquietud que  los movía era el anuncio y el testimonio del Evangelio de Cristo", evocó el Papa, quien insistió a los malteses (en realidad, a todo el mundo), que "la vida de la Iglesia —recordémoslo  siempre— no es solamente una historia pasada que hay que recordar”, sino “un gran futuro que hay  que construir”.

Los cuatro testimonios, junto al Papa en el santuario
Los cuatro testimonios, junto al Papa en el santuario

Porque "no nos puede bastar una fe hecha de costumbres transmitidas, de celebraciones solemnes, de hermosas reuniones populares y de momentos fuertes y emocionantes; necesitamos una fe que se funda y se renueva en el encuentro personal con Cristo, en  la escucha cotidiana de su Palabra, en la participación activa en la vida de la Iglesia, en el espíritu de  la piedad popular", recalcó.

Repertorios del pasado

Existen dificultades, como "la crisis de la fe, la apatía de la práctica creyente sobre todo en la pospandemia y la  indiferencia de tantos jóvenes respecto a la presencia de Dios", que no se deben "endulzar". "A veces, en  efecto, el andamiaje puede ser religioso, pero detrás de ese revestimiento la fe envejece. De hecho, el  elegante guardarropa de los hábitos religiosos no siempre corresponde a una fe entusiasta animada  por el dinamismo de la evangelización. Es necesario vigilar para que las prácticas religiosas no se reduzcan a la repetición de un repertorio del pasado, sino que expresen una fe viva, abierta, que  difunda la alegría del Evangelio".  

En este punto, el Papa reivindicó la importancia del camino sinodal. "Hermanos, hermanas, esta es la hora para volver a ese comienzo, al pie de la cruz,  mirando a la primera comunidad cristiana", clamó el Papa, "para ser una Iglesia a la que le importa la amistad con  Jesús y el anuncio de su Evangelio, no la búsqueda de espacios y atenciones; una Iglesia que pone en el centro el testimonio, y no ciertas prácticas religiosas; una Iglesia que desea ir al encuentro de todos con la lámpara encendida del Evangelio y no ser un círculo cerrado".

El Papa bendice a algunos enfermos
El Papa bendice a algunos enfermos

"No tengáis miedo de recorrer, como ya estáis haciendo, itinerarios nuevos, quizá incluso arriesgados, de evangelización y de  anuncio, que transforman la vida", pidió Bergoglio, acogiéndonos mutuamente. "El culto a Dios pasa por la cercanía al hermano", recordó, tal y como hizo Jesús al pie de la cruz, pidiendo a Juan que recibiera a María en su casa. Volver a los orígenes, a esos orígenes. 

Acójanse mutuamente

"¡Qué importante es en la Iglesia el amor entre los hermanos y la acogida del prójimo!", recalcó Francisco. También el mundo, hoy: "Son una única  familia, por tanto, acójanse mutuamente, ámense unos a otros, cúrense las heridas recíprocamente.  Sin sospechas ni divisiones, sin habladurías, rumores o recelos. Hagan “sínodo”, es decir, “caminen  juntos”. Porque Dios está presente donde reina el amor". 

Miles de fieles en el santuario de Gozo
Miles de fieles en el santuario de Gozo

"Queridos amigos, la acogida recíproca, no por mera formalidad sino en el nombre de Cristo,  es un desafío permanente", insistió el Papa. "Que las palabras de Jesús en la cruz sean  entonces vuestra estrella polar, para acogerse mutuamente, crear familiaridad y trabajar en comunión.  ¡Adelante, siempre juntos!".

Una acogida que es "la prueba de fuego para verificar cuán efectivamente la Iglesia está impregnada del espíritu del Evangelio", porque "María y Juan se acogen no en el cálido refugio del cenáculo, sino al pie a la cruz, en aquel lugar oscuro donde eran condenados y crucificados como malhechores". 

"Y también nosotros, no podemos acogernos sólo entre nosotros, a la sombra de nuestras hermosas  iglesias, mientras fuera tantos hermanos y hermanas sufren y son crucificados por el dolor, la miseria, la pobreza y la violencia", subrayó. "En el rostro de estos pobres es Cristo mismo el que se presenta a ustedes". 

El obispo de Gozo, con el Papa
El obispo de Gozo, con el Papa

"Este es el Evangelio que estamos llamados a vivir: acoger, ser expertos en humanidad y encender hogueras de ternura cuando el frío de la vida se cierne sobre aquellos que sufren", concluyó el Papa, quien agradeció su compromiso de acogida a los habitantes de la pequeña isla de Gozo. "Sois una isla pequeña, pero de corazón grande. Sois un tesoro en la Iglesia y para la Iglesia. Para cuidarlo, es necesario volver a la esencia del cristianismo: al amor de Dios, motor de nuestra alegría, que nos hace salir y  recorrer los caminos del mundo; y a la acogida del prójimo, que es nuestro testimonio más sencillo y  hermoso en la tierra".

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