Decepción-Desprecio-Patetismo. Con el "rabo entre las patas" -2-VII-2018

Sabido es –o debiera serlo, quizás mejor-, para quienes no tienen alma de “forofo” o corazón estriado; es decir, para los que no sienten vocacación de esclavos voluntarios o son madera-pasto de carcoma, que el fútbol es una actividad subalterna y menor en la jerarquía de los valores o en la cultura más representativa de lo humano cabal. El “homo ludens”, al que se adscribe pelotear con los pies un balón de cuero hasta colocarlo entre los tres palos de una portería, es algo menos propio del hombre que el pensar racional del homo sapiens”, que el trajinar hacendoso del “homo faber” o el rezar trascendente del “homo religiosus”, por citar sólo algunas de las dimensiones antropológicas más reoresentativas del ser hombre. Dar patadas a un balón, aunque sea con la destreza o el arte de un Messi o un Ronaldo, no le quita al fútbol esa vitola de actividad menor en las gramáticas de la creación. Por muy “deporte-rey” que se llame al fútbol, nadie podrá desdecirle de “dar patadas”; y eso –dar patadas- no parece llevar tanto sabor y mérito humanos como pensar, trabajar o rezar.
Y por eso, salvo en una “cultura de medios” y no “de fines”, como la que ya Ortega y Gasset auguraba, hace un siglo aproximadamente, en los primeros pasos de El Espectador, ha de ser un atraso comparar siquiera, no digamos parangonar, el “dar patadas a un balón” –aunque se den bien y con arte- con actividades como pensar bien, trabajar bien o rezar bien.
Lo ve cualquiera, aunque puede que haya quien defienda lo contrario; y, si así fuera, respetemos la libertad, sonriamos –solamente sonriamos- y sigamos.

El caso es que ayer tarde, en Moscú, nuestros balompedistas, tras un recital mayúsculo de inoperancia, ineficacia o falta de miras y de pundonor, firmaron la vuelta a casa, en vez del pase a los cuartos se final de la competición, como se esperaba de sus venerandos pies.
La cosa no sorprendió en exceso porque era la “crónica de una muerte anunciada”, remedando el título sugerente de Neruda. Pero, la verdad, hasta sin ser “forofo” ni tener -creo- el corazón atrofiado, la “debacle” era ayer tarde, para casi todos, la nota del día y quien más quien menos daba señales de sentirse decepcionado, con ganas de mostrar desprecio para los causantes y con tintes de cierto patetismo por el modo de la estampida.

España –o quizás mejor eso que se ha dado en llamar “La Roja”- se vuelve hoy a casa sin pena ni gloria o dicho mejor con pena y sin gloria, por toda una serie de causas o factores que no es del caso seleccionar ahora porque fácilmente cualquiera los puede suponer sin mayor esfuerzo.
Los 1114 pases que se dice que dieron ayer, a lo largo del partido, los balompedistas hispanos –en una parsimonia e inoperancia geniales de casi todos- no han evitado la decepción de la mayor parte de los españoles, entre los que me cuento.
No me alegro de que regresen hoy “con el rabo entre las piernas”, como suele decirse en casos así. No. Tampoco me disgusto ni lo paso mal ello, ya que sería masoquismo y eso es un vicio tonto y puñetero. No.
Decepcionante el espectáculo que dieron? Mucho.
Despreciables, o las actitudes, o las consignas, o las tácticas, o las omisiones? Sin duda.
Patético, melodramático, conmovedor, tragicómico y pintoresco? Seguramente..

¿La moraleja de este “cuento”?
Cuando el ”negocio” suplanta los valores de verdad; cuando los instrumentos y los medios se convierten en fines; cuando la “chequera” monta sobre la cabeza; cuando en fútbol se anda y no se corre; cuando los 1114 pases que se dice que rieron ayer tarde se recrean más de la cuenta en la horizontal y se cierran sistemáticamete a la vertical, el resultado –en fútbol y en más cosas- suele ser este: volverse a c asa, como se dice, “con el rabo entre las piernas”. Que es lo que está haciendo la llamada “Roja” en estos momentos.
Y, además, si -frente a “La Roja”- hubiera estado un equipazo de dar miedo… Pero ¿la Rusia de ayer…? Además de decepcionante, despreciable y patética, la realidad se vuelve hasta risible…. Riamos, pues, porque la risa no cuesta dinero y reir esponja el alma.

Y la oferta de enmienda, no para ellos, sino para nosotros, los ilusos espectadores del “negocio” en que se ha convertido este deporte, bien pudiera ser esta: no poner jamás las ilusiones en la obra de unos señores que no merezcan más aprecio que el de su parsimonia y dejadez; es decir, muy poco. Olvidar lo antes posible. Y no recaer mañana…

Para terminar hoy estas reflexiones y puntos de vista, no dramaticemos lo más mínimo. Renunciemos –en la medida de lo posible- a las esclavitudes voluntarias, a todas ellas y a esta también. Y refresquemos un poquito el paladar regustando las ideas con que Ortega –certero como pocos en sus diagnósticos sobre los males del hombre moderno y posmoderno, más dado casi siempre a “embestir” que a pensar: andamos –los “modernos” y más aún los “posmodernos”- “sin nociones claras sobre las cuestiones últimas, aquellas que sólo puede aclrarar un pensamiento puro e inútil. Nada más natural que, reaccionando frente a ese exclusivismo, postulemos ahora, frente a una cultura de medios, una cultura de postrimerías¨.
O sea, en fútbol, no el “tiqui-taca”, sino la portería contraria.
En política, no el culto a las personas o el gesto y la propaganda, sino el bien de todos, la igualdad y la libertad de todos.
En religión, no las apariencias o las farsas de todas clases, sino el amor a Dios y al prójimo.
En gastronomías, no la ramita de hierbabuena sobre la tajada escuálida, sino la buena raciön, buena textura y buen sabor del guiso.
Y así en todo. Otra cosa sería, como se dice también, tomar “el rábano por las hojas”. Porque las florituras para no llegar a la meta son, en todo, filfa y cuento.
Y en cuanto a lo del “embestir” indicado, ya lo sabemos también: es idea verídica de otro gran afligido por la pasión de España, don Antonio Machado.
En todo, se ha de mirar al fin con más fuerza y empeño que a los medios. Y ello es obra del entendimiento práctico del hombre. Es pragmatismo. Es la verdad. El “tiqui-taca” de ayer dará el 70 % de la posesión del balón, pero, sin tirar a puerta, no da el triunfo. E insisto: vale para todo, amigos.

SANTIAGO PANIZO ORALLO
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