Los rincones oscuros de James Ellroy
Las apariencias engañan. La atracción por el lado oscuro de la vida no se suele relacionar con la esperanza de la fe, pero a veces uno se lleva grandes sorpresas. El autor de novela negra James Ellroy (Los Ángeles, 1948) es famoso por su mal carácter. Provocador y soez, puede humillar hasta el que se declara admirador suyo. Desprecia esta época hasta el punto de no tener televisión, ordenador, ni móvil. No lee más que de la América que va de los años 40 a los 60 del siglo pasado.
El libro que ahora se reedita con el premio que le han dado en Barcelona, Mis rincones oscuros, cuenta cómo a los 10 años, este hijo de divorciados volvía en un taxi de un fin de semana con su padre, cuando se encontró a la policía en su casa. Su madre había sido violada y estrangulada. Nunca se halló al asesino. Su padre murió poco después en la miseria y él inicia una vida de excesos, droga y alcohol, que le lleva a la cárcel.
Tras vagar por las calles sin hogar, emprende el sobrecogedor relato del lado oscuro del sueño americano. Ahora sobrio y sereno, tras dos divorcios, el temido Ellroy resulta desconocido en las últimas entrevistas. Ha encontrado la fe. “No soy evangélico”, dice. “Soy cristiano y Dios me ha guiado en los peores momentos de mi vida, ¡no lo dudo!”.
LAMENTO POR LA MADRE MUERTA
Niño solitario, nace en un matrimonio con problemas. Se refugia en la lectura y la música clásica desde una edad muy temprana. Sus padres se divorcian cuando él tenía 6 años. Se queda con la madre, una enfermera pelirroja. Se lleva mal con ella y quería estar con su padre, cuando asesinan a la madre teniendo él 10 años, pero no tarda en descubrir que su padre no era como él pensaba. Mujeriego y alcohólico, hace que quisiera volver con su madre muerta. Se obsesiona con ella y busca su rastro en toda mujer madura. Para él, no es la historia de un crimen, sino una historia de amor.
Al despertar a la sexualidad, Ellroy se dedica a espiar y robar la lencería de las madres de sus vecinos y compañeros de clase. Fracasa en los estudios y en los años 60 se alista el Ejército. Se hace adicto a la Bendrezina, una droga que se consume mucho tras la segunda guerra mundial, por ser legal y barata. Él dice que la peor época de su vida fue en los años 70. Acabo alcoholizado y sin techo, hasta comenzar a trabajar llevando palos de golf. Empieza a escribir a los treinta años, pero hasta su sexto libro es todavía “caddie”. A eso se dedica el personaje de su primera novela, Réquiem por Brown(1981), llevada al cine en 1998. El segundo libro habla ya de la muerte de su madre, Clandestino(1982).
EL LADO OSCURO DE AMÉRICA
Sus libros giran a menudo sobre casos criminales ocurridos en Los Ángeles en el pasado. El más conocido es LA Confidential(1990), parte del Cuarteto de Los Ángeles, que comienza con La dalia negra(1987) –cuya adaptación cinematográfica no es comparable a la película dirigida por Curtis Hanson en 1997 sobre LA Confidential, para muchos la mejor obra del nuevo “cine negro” (neo-noir) de estos últimos años–. Sin embargo, es típico de Ellroy que cuando el entrevistador elogia la película, empieza a criticarla, hasta acabar diciendo que no vale nada. Es como si le molestara la fama que ha obtenido con ella.
Ellroy es conocido como “el perro rabioso” y “diabólico” de una América “políticamente correcta” que no soporta su lenguaje soez y desprecio del presente. Si está en un medio de izquierdas, se presenta como un furibundo hombre de derechas, aunque haya votado a Obama. Lo mismo defiende la pena de muerte y la posesión de armas, que arremete contra el machismo o acepta la ley del aborto. El caso es desconcertar a su interlocutor. Sus últimas entrevistas nos muestran a alguien diferente. Ya no muerde, aunque ladra a veces, sobre todo cuando le hablan de Trump. Lo hace generalmente para llevar la contraria...
HAMBRIENTO DE AMOR
Aunque su obra gira en torno a la Historia americana, su madre era de origen escocés. Su abuelo fue de hecho pastor protestante en Aberdeen. Cuando sus padres se divorciaron, la madre le mandó a una iglesia luterana de origen holandés, mientras ella se emborrachaba y salía con hombres. La odia por ello, mientras se siente atraído por ella, hasta sexualmente. Cuando muere, se siente incluso liberado, pero luego odia al padre, que cae enfermo y él busca el fantasma de su madre perdida en cualquier mujer madura. Desesperado, se hunde en el alcohol, las pastillas y los pequeños delitos, hasta culpabilizarse en la prisión por la muerte de su madre. Busca la verdad de quién es él...
Toda su vida muestra un hambre de cariño y atención, que le lleva a hacer cualquier cosa por llamar la atención, aunque no sea más que odio lo que despierte. Fue hasta del partido nazi americano cuando estaba en un instituto lleno de judíos. Cualquier cosa con tal de molestar... “Han sido años en la oscuridad, hasta conocer a Dios en la iglesia por las Escrituras cristianas y la simple fe por la que puedo oler que Dios está ahí”, dice. “Soy cristiano”, confiesa. Ha dejado el alcohol: “Estoy felizmente sobrio”. Declara: “He entregado mi vida a la voluntad y el cuidado de Dios”.
HISTORIAS DE REDENCIÓN
En un sentido Dios aparece ya al principio de su obra. En su primer libro el protagonista observa que “todo en la vida está conectado”. Al principio no cree que puede ser verdad, pero luego lo ve hasta como una “prueba de la existencia de Dios”. La novela que más habla de religión es La colina de los suicidios(1986). En ella hay un brutal policía evangélico que quiere empujar a su grupo a todos sus compañeros. Un personaje entra en una tienda que vende pornografía, para descubrir que la persona que está detrás del mostrador está leyendo La Atalaya de los Testigos de Jehová. Dos hermanos se hacen pasar por curas y sacan dinero de ancianos católicos, aprovechándose de su vulnerabilidad. Uno de ellos intenta pagar por sus pecados, dando lo robado a la iglesia para los pobres, pero finalmente cree que sólo con su muerte puede expiar su maldad...
En un artículo cuenta, sin embargo, la perplejidad que siente todavía en la iglesia. Asistió a un reencuentro de los alumnos de su escuela secundaria treinta y seis años después. Uno de ellos, Harold Swancy, quiso ser policía, pero es ahora pastor. Le invita a su congregación, la Iglesia Apostólica de la Paz. Cuando va, descubre que se ha convertido en un predicador carismático y dominante, que “le gusta llevar el espectáculo”. El escritor no entiende el exclusivismo evangélico, pero puede decir: “Creo en un Dios misericordioso y lo dejo en sus manos”. Y esa es también nuestra única esperanza, ¡qué el Señor tenga misericordia de nosotros!