El religioso camilo presenta ¡No quiero sufrir! Sobre la eutanasia y otras cuestiones bioéticas del final de la vida' (Sal Terrae) José Carlos Bermejo: "Muchas personas, cuando están al final, lo que quieren es hacer algo para que no sufran"
«¿Qué se podría decir, desde la identidad cristiana, cuando no había analgesia?» Pues otras palabras: resignación, aceptación... Hoy, conjugamos otros verbos: integración, desafío al crecimiento...
Hoy estamos de acuerdo en hacer no 'todo lo que se pueda', sino 'todo lo que se deba"
Este martes, el Congreso de los Diputados aprobó la tramitación de la ley de la eutanasia que, de concluirse, convertiría a nuestro país en el cuarto estado europeo en regular esta práctica. Días antes, conversamos con el religioso camilo José Carlos Bermejo, uno de los mayores expertos del mundo en humanización de la salud.
Bermejo, autor de '¡No quiero sufrir! Sobre la eutanasia y otras cuestiones bioéticas del final de la vida' (Sal Terrae), constata que "en las cuestiones sobre el final de la vida hay consenso. Y el consenso gira en torno a lo que hemos elegido como título: que no queremos sufrir. Al menos, no queremos sufrir esa parte del sufrimiento evitable.
"En torno al final de la vida hay mucho sufrimiento. Hay una parte inevitable, que es lo que significa tomar conciencia de que termino, o de que termina el ser querido. El duelo anticipado. O terminar de repente y que no haya tiempo para una despedida. Esto hace sufrir", subraya Bermejo, quien añade que "lo que más queremos es no sufrir lo que se puede evitar; se puede evitar el encarnizamiento diagnóstico, el poner apellido a lo que nos pasa. Podemos evitar el encarnizamiento terapéutico -hoy preferimos decir técnico, porque si es realmente terapéutico, no es encarnizamiento-".
En el desafío de superar el ensañamiento, con el arsenal de tecnología que tenemos, en torno al final, estamos todos de acuerdo. Y en que hay que impregnar los procesos de mucha racionalidad, y no solo de la emotividad que puede llevar a decir a cualquiera que nos quiere, “por mi hermano, todo loo que se pueda”. Hoy estamos de acuerdo en que no 'todo lo que se pueda', sino 'todo lo que se deba'. Que sea proporcionado, o que realmente esté indicado en alguna praxis y las evidencias del momento y la conjugación de valores que se den cita; la complejidad del final de la vida. Hay mucho consenso.
P.-¿Y dónde se rompe ese consenso?
R.- Se rompe cuando lo que queremos decir, ni siquiera lo sabemos decir con claridad. La gente al querer decir no quiero sufrir, a veces -lo vemos en la mitad de la muestra de nuestros estudios- confunde la sedación paliativa con la eutanasia.
Con el encarnizamiento terapéutico, todos nos ponemos de acuerdo aunque podamos discutir un poco sobre la nutrición por vías artificiales. Pero, en realidad, muchas personas lo que quieren decir es que cuando estén al final, se pueda hacer algo para que no sufran. Esto, en muchas ocasiones significa, sencillamente, que la persona esté sedada, en los casos en los que esté indicada como praxis. Y, por supuesto, que con el consentimiento del individuo o de la persona que legítimamente lo representa, es una muy buena praxis porque es vivir dormido cuando hay síntomas refractarios o, lo que es lo mismo, que no conseguimos tratar por los caminos indicados. Sobre esto hay consenso.
Donde el consenso se rompe es cuando manejamos mal la terminología y queremos decir muchos lo mismo, y creemos que para defenderlo tenemos que utilizar la palabra eutanasia. Cuando, en en verdad, la eutanasia es una realidad de alta complejidad y baja frecuencia, como dicen algunos. Cierto que esto de baja frecuencia es distinto para cada uno. Para unos cinco es mucho y para otros poco.
Donde no estamos de acuerdo es en que unos dicen que tiene que haber un marco legal, y otros decimos que no por razones como de conocimiento de la regulación de las leyes, de diferentes generaciones. Los pocos, muy pocos, países donde se ha legalizado: Benelux, Colombia, algunos estados de EE.UU. En ellos se ha despenalizado la eutanasia o el suicidio asistido. También, porque sabemos que es verdad el argumento de la pendiente resbaladiza, que es verdad que se produce una cierta atracción de la muerte ante la fragilidad, que es verdad que nos empeñamos menos a conjugar el verbo cuidar... Ayer, decían, en una conferencia: “sueño con que la sociedad cuidáramos tanto y tan bien, que nadie quisiera morirse”.
P.- Lo que pasa es que luego llegan casos concretos y para eso, no sé si es necesaria o no una regulación. Al menos en casos extremos. La sociedad no está tan informada como para tener un testamento vital, y no todo el mundo sabe cuál es la voluntad de un familiar, si pasa algo. Porque no siempre ocurre cuando eres mayor; puedes tener un accidente con veintitantos años, que no es tan extraño, y de repente te encuentras conectado a una serie de máquinas. Eso ¿qué es?... La desconexión. Porque no estamos hablando de dejar de sufrir, tampoco son cuidados paliativos.
R.- Hay que tener información de cada caso. En algunas ocasiones, desconectar algunos aparatos es hacer lo que se debe porque la persona está fallecida clínicamente, y hay ser coherente con la situación biológica y biográfica de esta persona. En otros casos, puede ser limitación del esfuerzo técnico, que consiste en no iniciar o en dejar de utilizar unas medidas que ya no responden.
P.- Me refiero a los casos como el de Francia, tan mediático. Esos casos de retiro del soporte vital, que no sé si lo son, porque si se demuestra que una persona no tiene posibilidad de curación, los soportes de respiración o alimentarios ¿son, o no son maniobras de eutanasia?
R.- En el caso de la alimentación por vía artificial está muy debatido. En particular, se debate si son medidas de soporte vital o son un tratamiento. En la última ley italiana, en la exposición de motivos, antes de entrar en el articulado, ya se define como tratamiento. La Conferencia Episcopal, en un documento de noviembre, refiriéndose a este tema, en algunos párrafos lo define también como tratamiento.
P.- Eso me parece muy importante.
R.- Hoy somos muchos más conscientes, por sensibilidad social. Y desconocedores, también, del planteamiento de la Congregación para la Doctrina de la Fe de agosto de 2007 y de 2004, donde se respondía a preguntas que venían de la Conferencia Episcopal norteamericana a propósito de esto, y donde se decía que, en principio, estas medidas son moralmente obligatorias. “En principio”. Este “en principio” añadía que hay que demostrar que cumplen su función. Y es que es un tema delicado porque, efectivamente, hay situaciones en las que al ser humano, a nivel biológico, introducirle líquido no lo consigue hidratar. Y de la misma manera, introduciéndole nutrientes, no se le consigue nutrir porque no lo procesa. La persona se está muriendo y parece que se muere si no le damos de comer. La realidad es que esa persona no come porque se está muriendo. Y aceptar esto y reflexionar, no significa estar en contra de la eutanasia, sino tratar situación con mucha información. En estos últimos documentos del magisterio, estamos diciendo que hay que demostrar que estos tratamientos cumplen su función. Que quiere decir que hay que superar los impulsos. Necesitamos mucha alfabetización ética.
P.- Esto es lo primero.
R.- En la sociedad, está sucediendo, también, que probablemente tengamos campo docente, en este caso en las escuelas, en los diferentes contextos. Hubo una especie de boom, cuando surgieron algunos master para prepararse en estas cuestiones, tan delicadas, en varias universidades. Y ahora estamos en un valle.
P.- Estamos en un valle y, sin embargo, en la política estamos en el pico. Porque parece que sí o sí se va a aprobar, o, por lo menos, se va a llevar al Parlamento una ley, que no conocemos exactamente por dónde va a ir en todos sus flecos, pero que regula.
R.- Yo me he leído el proyecto de ley presentado en 2018 por el grupo socialista y el diario de sesiones. Qué es lo que se ha discutido.
P.- ¿Y qué te parece?
R.- Es un trabajo donde lo que más hay es consenso. Llega el momento en el que tenemos que decidir si despenalizamos o legalizamos esa práctica en la que alguien, no encontrando sentido a su vida quiere pedir ayuda, y si el sistema de protección jurídico y sanitario entiende que ayudarle a morir es un servicio más de la cartera de Sanidad.
P.- Pero, eso será suicidio asistido y no eutanasia.
R.- Será suicidio asistido si entendemos que el médico entrega lo necesario y el otro se lo autoadministra.
P.- Entonces sería medicamento asistido... Necesitamos lenguaje.
R.- Sería suicidio médicamente asistido si el médico entrega...
P.- Sí. Pero si tú quieres acabar con tu vida porque no tienes opciones, por ejemplo, una enfermedad, una ELA, un caso de este tipo, y puedes procurarte los medios, eso es un suicidio.
R.- Hay 3.900 al año en España. Es un dramón silenciado.
P.- Pero es ilegal, si alguien me ayuda.
R.- Ayudar al suicidio es un delito penado en la ley del mundo entero. Porque no sería 'médicamente asistido'. Es otro concepto.
Del tema del suicidio deberíamos ocuparnos porque se está ocultando, y hay indicaciones para tratarlo de una manera no oculta por parte de la Organización Mundial de la Salud. Parece que en los medios estamos siguiendo las mismas indicaciones de cuando eran contrarias.
P.- Es una de la mayores causas de muerte en el mundo civilizado.
R.- Después de los accidentes, y a veces , en franjas de edad, por encima. Hay que estar muy atentos a este tema. Algunas comunidades autónomas, afortunadamente, en materia de prevención de salud mental, están haciendo planes de prevención del suicidio y de atención a las personas supervivientes y vulnerables. Si no hacemos esto, la muerte va a tener cada vez más poder de atracción ante la experiencia del fracaso y del malestar, para no volver a la palabra 'sufrimiento'.
P.- Gestionar las frustraciones.
R. Y el malestar, el malestar social. Es una salida el terminar con lo más grande que tenemos, que es la vida. Que podemos estar mal, pero también bien, y también mejor.
P.- Pero estamos.
R.- La vida es el sustrato de todo tipo de valor.
P.- Una última pregunta, ¿qué te ha parecido el documento de la Conferencia Episcopal de noviembre al que te has referido, respecto al tema de la eutanasia?
R.- Me ha gustado. Me ha parecido un modo de alinearse con la terminología. Y de clarificar, en primer lugar, los conceptos. Y no hay ninguna argumentación, para estar en contra de la eutanasia, de las pudieran haberse manejado en otros momentos de la historia, como era el de dar valor al sufrimiento por sí mismo. Lo que podríamos llamar 'dolorismo'.
Las argumentaciones que se presentan, me parece que son nobles: el rechazo a toda forma de encarnizamiento, la clarificación de que se entiende la sedación como una buena praxis cuando realmente lo es, no cuando es indiscriminada... Me parece que ha habido un trabajo de discernimiento y de puesta al día muy saludable. Y sueño con que se pueda difundir más. Porque, a veces, parece que hay prejuicios. Como si la Iglesia no manejara argumentos. Y puede que haya sido así en otro momento de la historia. A veces yo también me digo a mí mismo: «¿qué se podría decir, desde la identidad cristiana, cuando no había analgesia?» Pues otras palabras: resignación, aceptación... Hoy, conjugamos otros verbos: integración, desafío al crecimiento...
P.- Quizá los prejuicios vengan porque parte de la Iglesia que se escucha todavía piensa en clave de siglos anteriores, cuando no había tanto conocimiento. Y, a veces, la identificación de esos grupos con la auténtica verdad de lo que dice la Iglesia y los auténticos valores, y la no respuesta de la propia institución de la Iglesia ante esas declaraciones, también hace mucho. Pero este, tal vez, sea otro debate.
R.- El documento 'Sembradores de esperanza' yo invito a leerlo y a aprender con él, porque tiene una valencia pedagógica muy grande.