"Era una persona erudita y un apasionado del periodismo", afirma el arzobispo de Mérida-Badajoz Celso Morga sobre Antonio Aradillas: "Por encima de todo, un sacerdote de la Archidiócesis"
Don Antonio planteó, en la conversación, algunos aspectos de la doctrina y de la vida de la Iglesia de los que discrepé abiertamente, lo cual no fue impedimento para que el trato fuera cercano y fraternal
Fruto de esa relación que tiene un obispo con sus sacerdotes, aunque él estuviese viviendo en Madrid, le ofrecí repetidamente volver a su tierra, a la casa que sirve de retiro a los sacerdotes mayores en Badajoz, considerando su edad avanzada y que vivía solo en su piso de Madrid
Él declinó la invitación, quería vivir hasta el final en el ambiente en el que tan a gusto se había desenvuelto casi toda su vida, en su casa, entre libros, escribiendo, visitando y visitado por la gente con la que compartía aficiones y pasiones
Él declinó la invitación, quería vivir hasta el final en el ambiente en el que tan a gusto se había desenvuelto casi toda su vida, en su casa, entre libros, escribiendo, visitando y visitado por la gente con la que compartía aficiones y pasiones
| Celso Morga Iruzubieta - Arzobispo de Mérida-Badajoz
Ha muerto el sacerdote don Antonio. Antonio Aradillas era un sacerdote originario de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz. Lo conocí en los últimos años de su vida. Me visitó en Badajoz para un saludo de cortesía como nuevo Arzobispo. Don Antonio había nacido en 1928 en Segura de León, un pueblo con casi 2.000 habitantes, especialmente bendecido por Dios, que llegó a contar con casi una treintena de sacerdotes en activo, hijos del pueblo.
Don Antonio estuvo pocos años en esta Archidiócesis. Se ordenó en 1951 y tras pasar por dos parroquias, Azuaga y la parroquia de San Juan Bautista de Badajoz, se marchó a Madrid. Era el año 1963. Durante su vida sacerdotal fue también Consiliario Nacional de las Mujeres de Acción Católica.
Durante la susodicha visita, don Antonio planteó, en la conversación, algunos aspectos de la doctrina y de la vida de la Iglesia de los que discrepé abiertamente, lo cual no fue impedimento para que el trato fuera cercano y fraternal. Considerando que, por encima de todo, era un sacerdote de la Archidiócesis, acudí al homenaje que le ofrecieron en su pueblo hace unos años. Allí estaba su familia, amigos y conocidos. Acudió también el presidente de la Junta de Extremadura de entonces. En su pueblo dejó su biblioteca personal y la biblioteca municipal adoptó su nombre por decisión de la corporación. Era una persona erudita; estudió Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Era un apasionado del periodismo, al que dedicó muchos desvelos, y donde hizo amigos, algunos afamados.
Fruto de esa relación que tiene un obispo con sus sacerdotes, aunque él estuviese viviendo en Madrid, le ofrecí repetidamente volver a su tierra, a la casa que sirve de retiro a los sacerdotes mayores en Badajoz, considerando su edad avanzada y que vivía solo en su piso de Madrid. Él declinó la invitación, quería vivir hasta el final en el ambiente en el que tan a gusto se había desenvuelto casi toda su vida, en su casa, entre libros, escribiendo, visitando y visitado por la gente con la que compartía aficiones y pasiones.
Estos días nos toca despedirlo y cada uno resalta lo que compartieron, aspectos humanos o profesionales. Desde nuestra fe común, me toca decirle hasta luego, nos vemos cuando Dios quiera porque nuestra vida está en sus manos.
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