España es, sin duda, una ‘potencia’ en cuanto a la religiosidad popular, no hay pueblo que, a pesar del fuerte impacto de la secularización, no festeje con devoción a su Virgen o a su patrón. Es el día grande, donde la inmensa mayoría se une en torno a una tradición que sirve para reforzar vínculos de fraternidad, incluso aunque no se crea.
Podrían ponerse múltiples ejemplos, como en esta solemnidad de la Inmaculada Concepción, pero hay uno que habla por sí solo: el de la fuerte devoción popular que arrastran los días consagrados a la pasión y muerte de Jesús. Más de un millón de cofrades se reparten en casi 5.000 cofradías que trenzan el mapa de la religiosidad popular en España.
Fervor en Sevilla
Sólo entre las 25 ‘semanas santas’ declaradas de Interés Turístico Internacional suman ya 575 cofradías, de ellas, 69 en Sevilla, ciudad en la que uno de cada tres de sus habitantes pertenece a una hermandad.
Pero, ¿cómo explicar que en una sociedad como la española, con una secularización galopante, donde decae alarmantemente la celebración de sacramentos como bodas, bautizos, etc, la religiosidad popular siga teniendo semejante arraigo arraigo? El jesuita Daniel Cuesta Gómez, en conversación con RD, nos ayuda a acercarnos a este fenómeno, sobre el que ha estudiado a fondo en libros como "Luces y sombras de la religiosidad popular" o "La procesión va por dentro", ambos editados por Mensajero.
"Se trata de una gran pregunta para la que no acabamos de tener respuesta", señala. "No es que la religiosidad popular no decaiga, sino que, además, está incrementando un enorme auge por prácticamente la mayoría del territorio nacional, mientras, como dices, decae la práctica de los sacramentos y la secularización parece hacer tambalear la fe de los españoles. Lo cierto es que no hay una sola respuesta, sino varias, atendiendo al tipo de persona que participa en las manifestaciones de la religiosidad popular".
Búsqueda de sentido
Algunos pretenden explicar este auge atendiendo únicamente a criterios de tipo sociológico,antropológico o folclóricos, que ciertamente existen en el auge de la religiosidad popular. Siguiendo esta línea, el incremento de personas que participan en las procesiones, o que peregrinan hacia algún santuario, o a Santiago, obedece a la búsqueda de identidad en medio de un mundo cada vez más global, en el que el hombre necesita tener un arraigo con su propia tierra para así poder saber quién es. Esto, ciertamente ocurre y se da también entre personas que, manifestándose no creyentes, toman parte en las procesiones y romerías (igual que lo hacen en los desfiles, fiestas, bailes regionales y otras celebraciones).
"Sin embargo -prosigue Cuesta-, creo que esta explicación, teniendo parte de verdad, corre el riesgo de caer en el reduccionismo, sobre todo cuando afecta a los creyentes (practicantes o no) y a las personas en búsqueda. Por poner un ejemplo concreto desde la realidad compostelana en la que vivo, creo que no se puede afirmar que todas las personas que hacen el Camino de Santiago lo hacen por motivos culturales o deportivos. Aunque en muchos casos sea así, lo cierto es que también existen las personas que buscan con ello alimentar su fe, los que tratan de responder a las preguntas fundamentales de la vida, los que tienen sed de algo que no terminan de saber lo que es, y, por supuesto aquellos que comienzan a preguntarse cosas que desembocan en un proceso de búsqueda durante el Camino".
"Algunos buscan en ellos a Dios, otros hacerse preguntas, otros alimentar una fe tímida y otros, por su parte, despiertan a la fe al participar de estas manifestaciones y, sobre todo, al vivirlas"
"Pues bien, con otras manifestaciones de religiosidad popular como pueden ser los cultos, romerías y procesiones, pasa algo semejante. Algunos buscan en ellos a Dios, otros hacerse preguntas, otros alimentar una fe tímida y otros, por su parte, despiertan a la fe al participar de estas manifestaciones y, sobre todo, al vivirlas", asegura el joven religioso.
"Pero -prosigue-, volviendo al tema de lo cultural que hablábamos al principio, creo que en el auge de la religiosidad popular hay también algo de búsqueda de la identidad de la persona en un mundo global en el que a veces ésta se siente perdida y anónima, pero a un nivel más profundo. Si lo pensamos bien, hoy vivimos sumergidos en una ruleta de cambios constantes que nos resultan muy difíciles de asimilar con paz. De este modo, creo que muchas personas necesitan 'volver' a ese 'lugar' en el que las cosas 'no cambian', que es la religiosidad popular. Volver a ver la misma procesión que vio con sus padres siendo niño, volver a orar ante las imágenes a las que sus abuelos les enseñaron a rezar".
"Creo que, en este punto, se conjugan mejor las dos realidades que vengo diciendo. Es decir, que en el auge de la religiosidad popular encontramos algo que tiene que ver con la búsqueda de la identidad y de la cultura, o del arraigo, es cierto. Pero, en muchos casos esa búsqueda es mucho más profunda, porque (sea de modo consciente o inconsciente, pretendido o encontrado de casualidad), lleva a las personas no solo a sentirse parte de un pueblo o de unas tradiciones, sino a saberse hijos de Dios y seguidores de Jesucristo".
¿Puede la piedad popular reactivar la fe perdida?
En este sentido, ¿puede ser esta piedad popular un humus capaz de reactivar la fe en aquellos que la han perdido o la mantiene dormida? "Sí, en el sentido que he dicho", responde Daniel Cuesta. "Puesto que hay personas que desgraciadamente no frecuentan demasiado los sacramentos o incluso han perdido la fe, siguen sin embargo participando periódicamente de las manifestaciones de la religiosidad popular. Me gusta comparar esta realidad con ese pábilo vacilante que el Señor no apagará y que por tanto nosotros tampoco debemos hacerlo".
"La experiencia me da la certeza de que hay ocasiones en las que esas llamas que parecían apagadas o que eran demasiado tenues, de pronto vuelven a encenderse por una experiencia espiritual vivida en una procesión, por un golpe de la vida, por un momento vital concreto... en este sentido creo que es muy peligroso tachar de 'ateas' a algunas personas que participan en la religiosidad popular (aun incluso cuando ellas se declaren así), puesto que creo que en su interior algo se aviva y les hace orar cuando participan de la religiosidad popular. Y precisamente esto puede ser germen o inicio de un camino, cuando Dios quiera y como Dios quiera".
Muro contra la secularización
La existencia de una religiosidad popular como la que existe en España puede servir en medio de una sociedad plural y multiconfesional como "un muro para contener la secularización o un arma para defendernos de ella", señala el estudioso de este fenómeno. "A los cristianos nos ayuda a mantener viva nuestra fe y a transmitirla. Y, al resto de la sociedad, le recuerda de un modo natural las raíces cristianas sobre las que se fundamenta nuestra cultura".
De ahí que Daniel Cuesta considera que "habría que cuidar, proteger y potenciar estas manifestaciones de fervor religioso", y además, "en muchos sentidos". "Pero, sobre todo como Iglesia, no deberíamos dejar que lo turístico o lo cultural nos ganase la batalla, para que así estas manifestaciones puedan seguir siendo un testimonio público de fe y una vivencia de la misa", añade.
¿Secularizar la piedad popular?
En este punto, el religioso lanza una advertencia: "creo que tanto en el mundo de la cultura como en el del turismo hay mucho interés en secularizar a estas manifestaciones para convertirlas en un foco turístico que revierte en la economía, o en un elemento cultural que prescinde o trasciende lo cristiano. Ahí, los católicos tenemos que estar muy atentos para no dejarnos robar lo nuestro y seguir reivindicando y viviendo nuestras tradiciones religiosas como lo que son: un testimonio público de fe y una vivencia de la misma".
Llegados a este punto, ¿por qué periódicamente hay pastores que 'intervienen' en el desarrollo formal de celebraciones de esa religiosidad popular, regulándolas, encauzándolas...? ¿Puede estar ahí también ese temor a que el 'virus de la secularización' infecte el verdadero sentido de tal o cual manifestación de piedad popular? "Porque 'Ecclesia sempre reformanda est'",responde. "Y la religiosidad popular, como parte de la Iglesia que es, necesita reformarse periódicamente tanto desde las enseñanzas y disposiciones de los pastores como desde el sensus fidei/ fidelium".
Son memorables las palabras de Juan Pablo II en El Rocío, en las que decía que la religiosidad popular necesitaba quitarse el "polvo del camino" que se le había ido pegando a lo largo del tiempo y de su caminar
Aquí son memorables las palabras de Juan Pablo II en El Rocío, en las que decía que la religiosidad popular necesitaba quitarse el "polvo del camino" que se le había ido pegando a lo largo del tiempo y de su caminar. Y es que, a todos se nos pega el polvo del camino y necesitamos de nuestros pastores y de nuestros hermanos para que nos lo sacudan y nos ayuden a seguir caminando más ligeros. Quizá en la religiosidad popular, por su carácter espontáneo y vivencial, esto ocurre a veces de un modo más visible, pero, insisto, creo que es algo que afecta a toda la Iglesia y a todos los seguidores de Jesús.
"Por poner un ejemplo actual, basta pensar en la sinodalidad. Algo que, de por sí es muy bueno y deseable, pero que puede interpretarse de modos que no son necesariamente esa escucha del Espíritu a la que se nos invita con ella y, por tanto necesitan ser encauzados de nuevo", añade.
De los dos libros que Daniel Cuesta lleva dedicados a este asuntos, reconoce que el que "más ha tocado" a la gente es el de
"La procesión va por dentro", "puesto que en él no hablo exponiendo datos o citando a otras personas, sino que
expreso lo que para mi es la vivencia de la religiosidad popular, que coincide con la vivencia de tantos otros, que así me lo han expresado".
Se trata, según afirma, de "un libro escrito de corazón a corazón, desde la experiencia de un Dios que se manifiesta a sus criaturas por tantos medios, uno de ellos es la religiosidad popular". De este modo entiende que su otro libro, "Luces y sombras de la religiosidad popular", "es un paso más en este proceso, puesto que en él abordo el tema de las luces y las sombras de la religiosidad popular, siempre desde la convicción de que la luz es más fuerte que las sombras (aunque pueda dar la falsa sensación de lo contrario). De este modo, para las sombras sigo a Pablo VI, quien, en la Evangelii Nuntiandi, las establece con claridad; y para las luces, sigo cuatro grandes polos de la eclesiología, muy presentes en el Vaticano II, rastreándolos en la religiosidad popular.
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