El 7 de febrero, en O´Lumen (Madrid), presenta "El lenguaje de las estaciones", su último libro Santos Urías: "Contemplar no es una opción, es una necesidad, aunque no esté de moda"
Párroco de San Millán y San Cayetano, en el castizo barrio de Lavapiés, en Madrid, donde también es delegado de Pastoral para la Zona Centro, Santos Urías acaba de publicar "El lenguaje de las estaciones" (CCS), su último libro, "probablemente el más personal que he escrito", como reconoce en entrevista con Religión Digital
"Mi madre me enseñó a querer, a valorar, a creer, a mostrar la debilidad; fue maestra de ternura. Sin apenas estudios, llenó sus espacios de luz y de sabiduría. Juntos aprendimos a agradecer"
"Esta sociedad esconde muchas veces el dolor, la debilidad; prolonga la vida, pero arrincona sus consecuencias. Evita algo tan natural y tan cotidiano como la fragilidad, como la muerte. Esto, a veces, dificulta gestionar los duelos; pero la realidad es testaruda"
El libro se presenta el 7 de febrero, a las 19:00 horas, en el espacio O'Lumen, en la calle Claudio Coello, 141, de Madrid
"Esta sociedad esconde muchas veces el dolor, la debilidad; prolonga la vida, pero arrincona sus consecuencias. Evita algo tan natural y tan cotidiano como la fragilidad, como la muerte. Esto, a veces, dificulta gestionar los duelos; pero la realidad es testaruda"
El libro se presenta el 7 de febrero, a las 19:00 horas, en el espacio O'Lumen, en la calle Claudio Coello, 141, de Madrid
Párroco de San Millán y San Cayetano, en el castizo barrio de Lavapiés, en Madrid, donde también es delegado de Pastoral para la Zona Centro, Santos Urías acaba de publicar "El lenguaje de las estaciones" (CCS), su último libro, "probablemente el más personal que he escrito", como reconoce en entrevista con Religión Digital.
Con esa mirada poética que nunca le abandona, este polifacético sacerdote que se mueve como pez en el agua en ese cruce vital de caminos, culturas y religiones que palpita en la zona más cosmopolita de la capital, nos presenta a Carmela, su madre, a la que los lectores acabarán echando en falta desde ese territorio que cartografía la pérdida, coordenadas donde el hijo se encuentra ahora. "Palabras para un duelo" es el subtítulo de la obra. Pero dentro hay más: hay un camino interior señalizado con las miguitas que la vida ha ido dejando y que ninguna ausencia logra borrar, antes al contrario, las llena de luz para seguir acompañando.
El libro está dedicado a su madre, a quien usted acompaña a lo largo de la toda la narración, sin embargo, da la sensación de quien está al fondo es usted, de que el libro radiografía su preparación para el adiós físico con respecto a Carmela...
Efectivamente, este libro es probablemente el más personal que he escrito. Acompañar un duelo es hablar de despedidas, de procesos emocionales, de aprendizajes. Es la riqueza de poder expresar y radiografiar momentos para saborear su significado.
Dice que las mujeres son evangelio vivo. ¿Cuál es el evangelio que aprendió de su madre?
Mi madre me enseñó a querer, a valorar, a creer, a mostrar la debilidad; fue maestra de ternura. Sin apenas estudios, llenó sus espacios de luz y de sabiduría. Juntos aprendimos a agradecer.
Usted reconoce hasta las lágrimas el papel de su madre y lo convierte en un duelo público. ¿En qué fase está su duelo?
Tal vez en la fase más bonita, aquella en que todo se va recolocando, hasta la pérdida adquiere sentido, y empiezas a soñar agradable.
El lenguaje de las estaciones parte de la plenitud de la vida para ir narrando su declive hasta el desgarro de la pérdida. ¿El duelo sigue un camino inverso? ¿Empieza en el invierno para llegar a la luz que alumbra y reconforta?
Cada persona tiene su duelo. Son muchos los factores que lo acompañan: los sentimientos, los ritmos personales y los ritmos de la vida, los adioses, los silencios y los ecos de la fe. Las estaciones marcan un ciclo, pero los ciclos muchas veces se entremezclan y vas descubriendo nuevos lenguajes.
“No necesitas entender, solo contemplar”, dice usted en estas páginas. En la sociedad de las prisas, ¿no es este un ejercicio de gran complejidad? ¿Cómo se aprende a contemplar?
Hay una comprensión que va más allá del escrutinio racional, que tiene que ver con escuchar el corazón, con abrirse a las emociones, a la poesía, a la transcendencia. Para encontrar y encontrarse, contemplar no es una opción, es una necesidad, aunque no esté de moda.
Y esta sociedad, ¿qué tipo de duelo nos permite hacer?
Esta sociedad esconde muchas veces el dolor, la debilidad; prolonga la vida, pero arrincona sus consecuencias. Evita algo tan natural y tan cotidiano como la fragilidad, como la muerte. Esto, a veces, dificulta gestionar los duelos; pero la realidad es testaruda.
Canalizar, converger, compartir, crear procesos, es hacer presente lo que Jesús hacía en su tiempo, pero para el mundo de hoy
Su trabajo pastoral en pleno de centro de Madrid, cruce cultural e interreligioso, ¿le ha enseñado algo sobre la pérdida y la vulnerabilidad?
El trabajo en una comunidad y en un barrio tan diverso y tan multicultural, sin duda, ayuda a entender la complejidad y la sencillez del día a día. Puede parecer una paradoja, pero la calle es una gran maestra.
El cardenal José Cobo Le ha nombrado delegado de pastoral para la Zona Centro de Madrid. ¿En qué se traduce esa misión?
De momento estamos perfilando un plan de trabajo, un equipo; se trata de escuchar, de observar para poder servir mejor desde lo que ya se hace y desde lo que se puede hacer con más coordinación y comunicación.
¿No tiene un plus de dificultad la evangelización en un entorno como ese o lo que hay que cambiar es la forma misma en que se aborda la evangelización, tal y como se ha entendido hasta ahora?
No hay una dificultad especial, sí unos retos para este momento. Hay muchas iniciativas preciosas, mucha gente intentando dar respuesta desde el evangelio y también gente con inquietudes que necesita encontrar un espacio. Canalizar, converger, compartir, crear procesos, es hacer presente lo que Jesús hacía en su tiempo, pero para el mundo de hoy.