"Se nos avecinan días complejos, pero desafiantes" Fernando Chomali: "Los grandes temas que Chile requiere resolver en el corto, mediano y largo plazo están archivados o se mueven demasiado lentos"
"Si no se pone el foco: a) en la superación de la pobreza, b) en disminuir las brechas educacionales, de salud y económicas, c) en terminar decididamente con el avance del tráfico y el consumo de droga d) en abordar la corrupción, la delincuencia y la violencia en sus múltiples formas, no habrá paz"
"Toda elección –el plebiscito también, por cierto- es un espacio privilegiado para cambiar lo que está mal y dejar o potenciar lo que está bien"
"La pandemia que ha traído tantas muertes, sufrimiento de toda índole, e inseguridad frente al futuro, pudo haber sido el espacio adecuado para reconocernos como un todo"
"La pandemia que ha traído tantas muertes, sufrimiento de toda índole, e inseguridad frente al futuro, pudo haber sido el espacio adecuado para reconocernos como un todo"
La ausencia de un relato, de un sueño, de una utopía, de un proyecto compartido por la comunidad ha llevado a la banalización de la cosa pública y de la vida social. Se aprecia, además, un gran deterioro en el modo de tratarnos, en el lenguaje y en las relaciones humanas a todo nivel.
El gran perdedor ha sido el bien común. Paralizados, la resolución de los graves problemas que nos aquejan suelen terminar en meras estrategias de marketing o comunicacionales. La atención a los fenómenos ha relegado a un segundo plano los fundamentos que los provocan. Sabemos ver y dar a conocer los hechos, no sabemos –o no queremos- reconocer las causas. Los grandes temas que Chile requiere resolver en el corto, mediano y largo plazo están archivados o se mueven demasiado lentos. Pienso que si no se pone el foco: a) en la superación de la pobreza, b) en disminuir las brechas educacionales, de salud y económicas, c) en terminar decididamente con el avance del tráfico y el consumo de droga d) en abordar la corrupción, la delincuencia y la violencia en sus múltiples formas como fenómeno social más que como hecho policial, no habrá paz en Chile ni menos un futuro esplendor. Ello requiere de todos un decidido no a la violencia bajo cualquiera de sus formas; un claro apoyo a las reglas democráticas que nos rigen; y un redoblado compromiso de trabajar por la paz.
Toda elección –el plebiscito también, por cierto- es un espacio privilegiado para cambiar lo que está mal y dejar o potenciar lo que está bien. Si toda la ciudadanía no cree en aquello, el tejido social se irá corroyendo cada vez más, la convivencia será cada vez peor y la violencia aumentará. Ello no es lo que la inmensa mayoría de los ciudadanos queremos para nuestro país.
Tal vez no hemos sido capaces de hacer ver con fuerza la urgencia de cuidar la democracia; de promover con convicción la certeza de que la resolución de los conflictos es a través del diálogo; de reconocer las deudas que tenemos con vastos sectores del país; y cerrar filas en torno al respeto irrestricto del ser humano bajo toda circunstancia. En definitiva, no hemos interiorizado en nuestras vidas que somos parte de una sola familia humana cuya vocación originaria es amar y ser amados.
La pandemia que ha traído tantas muertes, sufrimiento de toda índole, e inseguridad frente al futuro, pudo haber sido el espacio adecuado para reconocernos como un todo. Nos necesitamos mutuamente porque solos nada podemos hacer. Ello ha pasado a nivel de los barrios, ¡y con qué fuerza!, pero no ha permeado los liderazgos en su conjunto.
Tengo la impresión de que los protagonismos efímeros pensados en categorías instrumentales han empobrecido más el panorama y han enervado más aún a quienes esperan de los líderes una mirada amplia de la realidad, más lucidez y magnanimidad a la hora de proyectar el país pensando en las futuras generaciones. Se nos avecinan días complejos pero desafiantes. Sólo un gran consenso nacional, un gran relato compartido podrá aunar las fuerzas morales, económicas, espirituales y sociales que aún quedan en Chile. Sólo así podremos sacar al país del difícil momento en el que se encuentra. Es cierto que la verdad duele, pero la mentira duele mucho más. Tal vez en medio de la pandemia, de una crisis política sin igual y una violencia desatada desde varios sectores de la sociedad, nos hemos dado cuenta de que lo que parecía verdad, no era más que una mera anestesia social que nos tenía entretenidos, pero no felices. Salir de este letargo implica a) reconocer la realidad tal cual es y no como quisiéramos que fuera, b) mucho coraje y humildad, c) una gran disposición al diálogo, y d) volver a promover la cultura de la solidaridad y la civilización del amor en todo cuanto se diga o se haga. ¡Cómo nos hace falta un héroe de la estatura de Mandela o Martin Luther King, o un santo de la talla de San Alberto Hurtado, San Ignacio de Loyola o Teresa de Calcuta!