EL PROCESO DE DIVINIZACIÓN DE JESÚS / 5

 πρωτότοκος πάσης κτίσεως /Primogénito de toda creación (Col 1, 15).

En el evangelista Lucas aparece el relato legendario de la anunciación, donde el arcángel Gabriel se aparece a María, anunciándole que concebirá y tendrá un hijo por obra del Espíritu Santo. María alega al ángel no conocer varón y Gabriel contesta: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el Hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35).

Por tanto, en el relato lucano María no es cubierta con semen de varón, sino con la sombra del Espíritu Santo. En la mitología griega hay casos paralelos de hijos de mujeres y dioses inmortales. Por ejemplo Zeus, transformado en lluvia de oro, deja embarazada a Dánae y de la unión nace Perseo.

Mateo afirma también la concepción milagrosa de Jesús por obra del Espíritu Santo, viendo en ello el cumplimiento  de la profecía de Isaías 7, 14: “he aquí que una doncella concebirá y parirá un hijo y se le pondrá por nombre 'Enmanuel', que quiere decir 'Dios con nosotros'” (Mt 1, 22).

En el texto hebreo se hablaba de una doncella casadera (almah), pero los LXX (o Septuaginta) tradujeron al griego por virgen (parthénos) y así pasará a la tradición teológica. Con el tiempo la virginidad de María se convertirá en perpetua, es decir, no solo antes del parto, sino en el parto y después del parto, pasando al catecismo como objeto de fe y al culto como objeto de veneración.

El texto de Mateo añade que José  no la “conoció” hasta que parió al primogénito Jesús. De ello se deduce que el resto de sus hermanos y hermanas, nacieron por vía natural, no sobrenatural. Por otro lado, el presunto y popular nacimiento en Belén, de tanto éxito posterior en el culto, es solo un teologúmeno, una tesis teológica sin fundamento histórico.

Mateo y Lucas propusieron Belén como el cumplimiento de una profecía bíblica, que anunciaba la ciudad de David como lugar del nacimiento del futuro  Mesías, que para ellos  es Jesús, frente a lo que pensaban los judíos.

El segundo modelo de deificación afirma la preexistencia y aparece claramente en el prólogo del Cuarto Evangelio, escrito después de Lucas y Mateo, hacia finales del s. I (entre 95 y 100). Jesús es identificado aquí con la Palabra divina preexistente junto a Dios. Es designado con el término helénico Lógos, la Palabra que desciende del cielo y se hace carne humana: “Y el Verbo se hizo carne (kaì ho Lógos sarx egéneto) y habitó entre nosotros” (Jn 1,14).

El Lógos preexistente estaba en el principio con Dios y El era Dios (Jn 1 1-3), y todas las cosas fueron hechas por medio de Él, con una lectura midráshica del relato de la creación al comienzo del libro del Génesis (un midrash es una reinterpretación de un texto del Antiguo Testamento con el fin de hacerlo más comprensible para los creyentes actuales).

El autor del prólogo del Cuarto Evangelio, que no es el apóstol Juan, realiza una síntesis de ideas procedentes de la Biblia hebrea y de ideas helénicas de la filosofía griega a través de Filón de Alejandría y su concepción del Lógos divino como intermediario entre el Dios creador, trascendente, y sus criaturas.

En diversos textos bíblicos aparece la Palabra de Dios personificada (Dabar), unida a la creación de cielos y tierra, y conectada con la personificación de la Sabiduría de Yahvé en la literatura sapiencial (Salmo 33, Proverbios 8, 22-27 o Sabiduría 13, 1-8). En Sab. 9,1 se une en la creación la palabra y la sabiduría: “todo lo creaste con tu palabra (Lógos) y formaste al ser humano con tu sabiduría (sophía)”.

Esos textos pueden ser el trasfondo judío del prólogo de Juan, unido al concepto griego de Lógos procedente de Filón de Alejandría. Éste, inspirándose en la filosofía platónica y estoica, concibe el Lógos como arquetipo y mediador entre el mundo inteligible y el sensible. Es divino, pero está subordinado a Dios al ser imagen suya. Gobierna el cosmos y le da vida, lo que recuerda la razón cósmica y panteísta de los estoicos, quienes se inspiraron en el Lógos de Heráclito, razón inmanente al cosmos. Filón lo concibe como segundo dios (deúteros theós), el “primogénito de Dios”, el agente divino que ejecuta los planes de la creación del mundo. 

De forma paralela, el Lógos de Juan también es mediador cósmico de la creación, mediador salvífico y portador de la revelación, al estilo gnóstico. Al encarnarse se hace presente al mundo como Vida y como Luz verdadera, que ilumina a los humanos que lo recibieron y vieron su gloria como Unigénito del Padre.

Con la teofanía del Lógos de Juan la deificación de Jesús alcanza su culminación  en el Nuevo Testamento, lo que expresará el Credo de Nicea en términos metafísicos griegos, pero afirmando la identidad de sustancia entre el Hijo y el Padre (homooúsios o consustancial).

Volver arriba